El rapto de Europa
Los gremios de Hollywood, que son quienes conceden los oscar por votaci¨®n entre sus miembros, son -como todos- patrioteros, pero dejan de serlo -y en esto son ¨²nicos- cuando les conviene. Lo tienen claro: antes que la patria est¨¢ la cuenta corriente, quiz¨¢ porque ambas son la misma cosa.Hollywood, como f¨¢brica, es una creaci¨®n inimaginable fuera de Estados Unidos. Pero como foco de creaci¨®n y de inventiva cinematogr¨¢fica resulta por completo inconcebible sin la aportaci¨®n europea. Si se deshoja la margarita del quien fue quien en el Hollywood hist¨®rico, la mayor¨ªa de sus grandes nombres tiene resonancias brit¨¢nicas, suecas, alemanas, austriacas, italianas, francesas, europeas en fin.
Esto no pareci¨® en tiempos irritar a los miembros de los cerrados gremios hollywoodenses, que no s¨®lo aceptaron la masiva intrusi¨®n de cineastas europeos en su producci¨®n, sino que estimularon su acogida: les beneficiaba. Y se llevaron a Chaplin, Murnau, Stroheim, Lang, Garbo, Dietrich, Cary Grant, Reinhardt, Olivier, Dieterle, Sirk, Hitchcock, Vivien Leigh, Flynn, Ingrid Bergman, Preminger, Ophuls, Wilder, Sternberg, Renoir, Lubitsch y una interminable lista de minas humanas de ingenio, prestigio y dinero.
La entrega de los oscar de 1987 desvela que el fondo de las cosas -la mentalidad profesionalista utilitaria que late bajo la cerraz¨®n gremial- no ha cambiado mucho all¨ª. La operaci¨®n es de tiral¨ªneas: desde hace casi dos decenios, al amparo de la exacerbaci¨®n del nacionalismo que desemboc¨® en la patolog¨ªa del reaganismo y de los s¨ªntomas de agotamiento del cine europeo durante ese tiempo, los extranjeros, salvo contadas excepciones, parec¨ªan sobrar en las n¨®minas de Hollywood. Pero ahora, precisamente cuando los gremios de la gran f¨¢brica se han dado cuenta de que al mismo tiempo que el cine recupera m¨¢s y m¨¢s espectadores el suyo est¨¢ en horas bajas y el europeo aumenta su calidad por d¨ªas, no lo han dudado: que se vengan.
La noche de los oscar fue casi enteramente una llamada a que hombres punteros del cine europeo sigan el camino de sus antecesores y trabajen all¨ª. Si no es un c¨¢lculo, lo pareci¨®: la presencia y las palabras del maestro austriaco Billy Wilder al recibir su estatuilla de Irving Thalberg, ten¨ªa algo de reclamo en este sentido. Y todo indica que, si Hollywood rapt¨® al mejor cine europeo en los a?os veinte, treinta y cuarenta, otra similar operaci¨®n de rapto se nos prepara all¨ª, tal¨®n en mano.
No puede ser casual, entre gente de tal practicidad, que esta halag¨¹e?a noche europea que nos han regalado -quienes no sueltan un c¨¦ntimo si no es rentable, sea ajena al temor que les inspira la pol¨ªtica de protecci¨®n del cine europeo contra el colonialismo hollywoodense, iniciada formalmente este a?o por la CEE, y cuyos primeros s¨ªntomas de que es un asunto serio han comenzado ya a aparecer en iniciativas de producci¨®n y distribuci¨®n de filmes.
La buena salud del ramillete de cineastas y t¨¦cnicos europeos,- a?adida a la anemia que padece este ramillete en la industria estadounidense, puede desencadenar -ya lo est¨¢ haciendo- un nuevo rapto de Europa por Hollywood, lo que es la manera mas sagaz de atacar donde nos duele, ahora que ,el cine europeo comienza a saber defenderse de la invasi¨®n californiana. Tiempo al tiempo.
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