Ecos de trocar
La literatura italiana es f¨¦rtil en sorpresas, en estos a?os nuestros, pongamos que desde finales de los cincuenta hasta hoy. Los poemas de un bar¨®n siciliano, ya en la cincuentena, llegan -gracias a Montale, que los cre¨ªa de un Joven- al Certamen de Poes¨ªa Joven de San Pellegrino: y son los Cantos barrocos de Luc¨ªo Piccolo di Calanovella. De un primo suyo, Giuseppe Tomasi, pr¨ªncipe de Lampesuda y duque de Palma, llega p¨®stuma a la atenci¨®n editorial y despu¨¦s al ¨¦xito mundial una novela, El gatopardo. Simult¨¢neamente, un jefe de polic¨ªa jubilado, Antonio Pizzuto, publica uno tras otro libros que hacen las delicias de los lectores m¨¢s refinados y de los m¨¢s eruditos fil¨®logos: novelas, cuentos. Casi cuatro lustros despu¨¦s, un profesor de 60 a?os, que nunca se hab¨ªa preocupado de publicar lo que escrib¨ªa, publica su primer libro, La diceria dell' untore (Perorata del apestado) al que siguen otros que con firman y ampl¨ªan el ¨¦xito del ,Primero: Gesualdo Bufalino. Mientras tanto, ocurre que un profesor de semi¨®tica, de clara inteligencia, agudo y sutil en la ciencia que ense?a, decide escribir una novela, El nombre de la rosa, uno de los m¨¢s duraderos ¨¦xitos de ventas de estos a?os (y en todo el mundo)Y ahora, un escritor de 55 a?os, funcionario de banco jubilado, novel el a?o pasado con un libro muy apreciado por un reducido c¨ªrculo de lectores (II superlativo assoluto, aleg¨®rica y sat¨ªrica representaci¨®n de un fen¨®meno de nuestro tiempo: la edici¨®n, ya no veh¨ªculo de la literatura, sino su tumba), llega a las librer¨ªas con una obra cuyo ¨¦xito ya se vislumbra. El escritor se llama Giampaolo Rugarli, y el libro, publicado por la editorial Adelphi, se titula La troga, palabra hasta ahora sin ning¨²n significado, pero destinada a tenerlo, muy probablemente, en los futuros diccionarios de la lengua italiana, y seg¨²n la representaci¨®n que Rugarli da de la cosa. Podemos tambi¨¦n tratar de imaginar c¨®mo podr¨ªa acoger y definir la palabra un futuro diccionario: "Troga: palabra inventada por Giampaolo Rugarli para denominar a una asociaci¨®n secreta cuyas inveros¨ªmiles tramas delictivas narra en el libro titulado cabalmente La troga. Del griego trogo, corroo, roo, devoro; pero tambi¨¦n como anagrama del nombre del protagonista del relato, Grato. En el uso ya arraigado, la palabra significa obrar, en el Gobierno del Estado, y por quienes tienen el poder, como una asociaci¨®n criminal" .
Aparte el griego, del que el autor se reconoce deudor, la palabra recoge como un eco del trocar castellano: "Permutar, dar una cosa por otra. Equivocar, tomar una cosa por otra. Mudarse de g¨¦nero de vida. Cambiarse enteramente una cosa. Vomitar, arrojar lo que se ha comido", que es lo que en el libro vemos acaecer diversamente. El Gobierno del Estado que se muda en asociaci¨®n para delinquir. Los hombres que son parte de ¨¦l, que ejercen el poder, mudados de tono con respecto a las apariencias: con otra secreta y delictiva vida. Sus electores, que contin¨²an "tomando una cosa por otra", aun con la sospecha de que la cosa ha cambiado completamente. Y cerni¨¦ndose sobre todo -sobre la ciudad capital, sobre los hombres del poder, sobre las instituciones, sobre las familias- una sensaci¨®n de v¨®mito, de un arrojar lo que descomedidamente se come, a lo cual concurren el tormentoso vomitar del cielo, los huracanes, las inundaciones.
Inveros¨ªmiles tramas, se ha dicho, las que el libro cuenta; pero en ellas se vislumbran tantos elementos que pertenecen a la historia italiana del ¨²ltimo medio siglo que uno acaba ley¨¦ndolo como si alguien hubiera reinventado esa historia en una esfera surreal metaf¨ªsica, de sue?o, de pesadilla. Es la historia de la Italia democristiana, de la clase dirigente (perd¨®n, digerente, conforme a la m¨¢xima testamentaria del onorevole Lauro Grata Sabbioneta, protagonista del libro, que condensa todo el sentido de la vida propia y ajena en tres palabras: ingesti¨®n, digesti¨®n, defecaci¨®n); pero cada vez m¨¢s empujada hacia el suelo de la raz¨®n, al territorio del disparate. De forma que el lector tiene como una sensaci¨®n de desdoblamiento: mientras sigue divertido el vertiginoso ritmo de la peripecia inveros¨ªmil, va encontrando en su memoria los detalles de veras. Democracia Cristiana, terrorismo P-2, mafias de todo tipo, desastre de la Administraci¨®n de justicia, influencias: toda la cr¨®nica de la corrupci¨®n italiana de estos a?os confluye en el libro, se amalgama, se exacerba: con feroz alegr¨ªa, con alegre ferocidad. Y los personajes tienen a veces los rasgos f¨ªsicos, el lenguaje, los tics de otros a los que conocemos bien a trav¨¦s de campa?as electorales, esc¨¢ndalos, cr¨®nicas parlamentarias y crisis de Gobierno.
El ¨²nico personaje positivo del libro, que cruza ignaro e indenme entre la corrupci¨®n general, es un comisario de polic¨ªa; como diciendo que la ley est¨¢ ah¨ª, incluso cuando a su alrededor se ve la derrota, la devastaci¨®n. Y el final del libro enlaza con el principio: el comisario empieza a contar, a un campesino y a la mujer que ha vivido con ¨¦l, la historia de la troga. Al amor de la lumbre, en una casa de campo perdida entre los montes de Calabria: como si en el mundo no quedase otra cosa humana que el contar.Traducci¨®n de Esther Ben¨ªtez. EL PAIS.
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