Ciudadanos bajo sospecha
Parece como si se hubiera perdido el rumbo. Desde diversos sectores, en los ¨²ltimos meses, se est¨¢ produciendo una descalificaci¨®n sistem¨¢tica, en ocasiones subliminal, de la clase pol¨ªtica de este pa¨ªs. Se vierten descalificaciones globales, se insin¨²an intereses oscuros, se presenta ante la opini¨®n p¨²blica a una clase pol¨ªtica corrupta. Utilizando cada cual los medios a su alcance, las andanadas llegan desde distintas trincheras.Pero en ¨²ltimo t¨¦rmino, aunque sus objetivos sean quiz¨¢ distintos, producen id¨¦nticos resultados: el desprestigio de las instituciones democr¨¢ticas y de los que forman parte de las mismas.
No voy, desde aqu¨ª, por supuesto a erigirme en defensa corporativista de un sector: la clase pol¨ªtica. De todo habr¨¢ en la vi?a del Se?or. Pero aqu¨ª se est¨¢n confundiendo los t¨¦rminos esenciales de la democracia.
Traigo estas reflexiones a colaci¨®n a ra¨ªz de la publicaci¨®n en EL PA?S del reportaje Las Cortes y el mundo econ¨®mico. Curiosamente la inmensa mayor¨ªa de los aludidos pertenece a grupos de la oposici¨®n. Pero aunque fuese al rev¨¦s, mi opini¨®n sobre la filosof¨ªa de fondo que se desprende de tan pintoresco reportaje ser¨ªa la misma. Y es que todo parlamentario es sospechoso, seg¨²n lo publicado, de votar o defender cualquier iniciativa legislativa en funci¨®n de no se sabe bien qu¨¦ ocultos e inconfesables intereses.
De todas formas, leyendo detenidamente la informaci¨®n se desprende que nada anormal se denuncia. Y que los supuestos relatados revelan un estado de confusi¨®n y desinformaci¨®n que podr¨ªa, incluso, sospecharse que ha sido elaborado por quien no conoce qu¨¦ es ni c¨®mo funciona un parlamento democr¨¢tico. Porque en una econom¨ªa libre de mercado, como consagra la Constituci¨®n en su art¨ªculo 38, cualquier ciudadano tiene derecho a desarrollar una actividad empresarial sin por ello dejar de ser elegido como representante de la. voluntad popular.
Sin embargo, con informaciones como las que vienen al caso, se transmite al ciudadano la impresi¨®n de que los parlamentarios, y por extensi¨®n los pol¨ªticos, son los seres m¨¢s corruptos del pa¨ªs. No pretendo insinuar que exista una mano inspiradora de las mismas, pero en todo caso afirmo rotundamente que con ellas no se consigue sino incrementar lo que se ha venido en calificar, tal vez en un exceso verbal, como vendaval antidemocr¨¢tico.
Si los diputados y senadores agricultores, directos o no, no pueden preguntar o interpelar al Gobierno sobre agricultura, ?qui¨¦n lo tiene que hacer?
Si los diputados periodistas no pueden intervenir en una ley sobre cl¨¢usula de conciencia, pongamos por caso, ?qui¨¦n lo tiene que hacer? Si los juristas no pueden preguntar por la administraci¨®n de la justicia, ?qui¨¦n lo tiene que hacer? Si los diputados empresarios no pueden interpelar o legislar sobre normas del mundo econ¨®mico, ?qui¨¦n lo tiene que hacer? Si los inspectores de trabajo no pueden opinar sobre normas laborales, ?qui¨¦n lo tiene que hacer?
Los ejemplos pueden ser m¨²ltiples, tantos como profesiones se sienten en los esca?os del Parlamento: sindicalistas, ingenieros, m¨¦dicos, ense?antes... ?O es que defender determinados intereses generales, sean de los sectores que sean, significa de entrada beneficiarse de la condici¨®n de diputado o senador?
Sospecha
?Se est¨¢ intentando poner bajo sospecha a todos los diputados y senadores? ?O se est¨¢ oficiando una gran ceremonia de la confusi¨®n sobre lo que. es y debe ser una democracia representativa en un pa¨ªs como el nuestro, falto, por razones obvias, aunque tan frecuentemente olvidadas, de una cultura democr¨¢tica?
La din¨¢mica iniciada, no s¨¦ si podr¨¢ beneficiar a alguien a corto o medio plazo. Pero, a la larga, no hace sino desvirtuar el concepto mismo de democracia, distanciar al ciudadano de sus representantes libremente elegidos y atacar frontalmente el principio supremo de la soberan¨ªa que reside en el Parlamento. Este principio debe ser inquebrantable si no queremos erosionar un r¨¦gimen democr¨¢tico que disfrutan los espa?oles y por el que tantos han dado lo mejor de s¨ª. Diputados y senadores son elegidos por los ciudadanos de acuerdo con sus afinidades y con los intereses generales que defienden. Todo espa?ol es libre, de acuerdo con la ley, para elegir y ser elegido en condiciones de igualdad, sin que la actividad profesional que cada uno ejerce tenga que hacer recaer sospecha alguna sobre el elector o sobre el elegido. Eso es la normalidad democr¨¢tica. No puede instaurarse el criterio de la sospecha generalizada. Si se cometen irregularidades, que se esclarezcan; si hay p¨ªcaros, que se les denuncie; si se abusa del poder que el pueblo ha conferido, que se desenmascare a quien as¨ª act¨²e. Pero no se ponga a todo un Parlamento bajo la sospecha de corrupci¨®n.
La din¨¢mica que se est¨¢ originando es grave y siembra desconfianza entre el pueblo y sus representados. Adem¨¢s, acaba siempre igual: distorsionando el r¨¦gimen democr¨¢tico y volvi¨¦ndose contra el poder legalmente constituido. Es leg¨ªtimo defender intereses generales o de grupos, es leg¨ªtimo defenderse de los infundios o de las calumnias, siempre que se utilicen las v¨ªas democr¨¢ticas existentes y dentro del respeto a la ley. Tan leg¨ªtimo como que los distintos colectivos sociales recurran a quienes crean que mejor puedan representarles para defender sus intereses.
La soberan¨ªa es sagrada y ning¨²n dem¨®crata que se precie debe constribuir a su descr¨¦dito; ese es un mal ejercicio que en este pa¨ªs siempre ha tenido tr¨¢gicos resultados. El ciudadano debe poder confiar en los representantes que ha elegido. Los casos aislados, si los hay, deben detectarse y denunciarse. Para ello, hay medios que nuestro sistema democr¨¢tico tiene a disposici¨®n de quienes se vean en la necesidad u obligaci¨®n de utilizarlos. De otro modo, la paranoia y la esquizofrenia pueden apoderarse de nuestra todav¨ªa joven democracia. Y arrojando una sombra de duda sobre los representantes de la soberan¨ªa popular quiz¨¢ pueda alcanzarse el poder o permanecer en ¨¦l, desde luego, pero las consecuencias tal vez sean luego irreversibles.
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