Puentes, instituciones y personas
En su carta a EL PA?S del martes 26 de abril de 1988, titulada Puentes filos¨®ficos, Luis Mart¨ªn Santos me pregunta si creo que una instituci¨®n (en este caso, el Instituto de Filosof¨ªa del CSIC) puede ser pol¨ªticamente inocente. Si lo fuera, a?ade, nadie le dar¨ªa un duro. Como director en funciones o provisional de ese instituto, cuyas finanzas no son lo que se dice excesivamente boyantes, me limito a recordar al se?or Mart¨ªn Santos que la inocencia de un organismo como el nuestro, dependiente del Ministerio de Educaci¨®n y Ciencia, plantea problemas an¨¢logos a los de una facultad universitaria o un instituto de bachillerato, centros sobre todos los cuales puede extenderse por igual la universal sospecha concerniente a la independencia pol¨ªtica de las instituciones p¨²blicas.Pero, por lo dem¨¢s, no creo que haya que declararse individualista metodol¨®gico para reconocer que el funcionamiento de dichas instituciones depende en ¨²ltima instancia de las personas que trabajan en ellas, y que su rendimiento pol¨ªtico tiene al menos algo que ver con la voluntad o falta de voluntad de secundar las hipot¨¦ticas directrices del poder de turno por parte de los interesados. Pues bien, si del plano institucional descendemos al plano personal, la inocencia en pol¨ªtica, y convengamos que en general, no es algo a demostrar. Lo que necesita demostraci¨®n es justamente lo contrario, y el peso de la prueba de cualquier acusaci¨®n de complicidad con el poder recae sobre quien la formula.
Por lo que a m¨ª respecta, y puesto que es de m¨ª de quien su carta habla, desafio al se?or Mart¨ªn Santos a escrutar mi trayectoria intelectual y profesional y a detectar en ella el menor asomo de semejante g¨¦nero de compl¨ªcidades. En cuanto al Instituto de Filosof¨ªa del CSIC, me hallo firmemente convencido de que su independencia pol¨ªtica es la mejor garant¨ªa de la posible eficacia y continuidad de su labor, y de ah¨ª que me muestre tan celoso de proclamarla cuando quiera que surja la ocasi¨®n (las oportunidades de hacerlo son, desde luego, m¨¢s abundantes en este pa¨ªs que en cualquier otro, y los colegas de centros similares del extranjero se sorprender¨ªan de la frecuencia con la que entre nosotros hay que andar recordando eso de la distinci¨®n entre la sociedad y el Estado). De cualquier modo, el destinatario de tales proclamaciones no ser¨ªa s¨®lo ni principalmente el ciudadano que se permita insinuar dudas acerca de aquella independencia, sino, ante todo, el propio Ministerio de Educaci¨®n y Ciencia, fuese cual fuese su color pol¨ªtico, en el improbable supuesto de que nadie quisiera extraer de un instituto como el nuestro alguna rentabilidad que no sea su contribuci¨®n (en la medida, todav¨ªa escasa, de sus posibilidades) a la promoci¨®n de la investigaci¨®n filos¨®fica.
Queda, por ¨²ltimo, el asunto de la met¨¢fora de los puentes con que se me ocurri¨® en carta anterior comparar a las instituciones. Mantengo la comparaci¨®n: las instituciones son como puentes, por encima de los cuales acostumbra a pasar la gente, que a veces aprovecha para hacer bajo ellos sus necesidades. El primero es un cometido honroso de los puentes, y la segunda, una enojosa zervidumbre que los puentes han de soportar con paciencia y, si cabe, con buen humor.-
Instituto de Filosof¨ªa del Consejo Superior de Investigaciones Cent¨ªficas.
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