El trap¨ªo del toro que exige Madrid
El toro de trap¨ªo es como cualquiera de los Hern¨¢ndez Pla lidiados ayer en Las Ventas, y no necesita llegar a la apabullante envergadura de los dos ¨²ltimos, sino que basta y sobra con la que tuvo el primero, un toro hecho y derecho, aunque estuviese al l¨ªmite del peso reglamentario. Este es el toro que exige la afici¨®n de Madrid, no otro, por mucho que los taurinos insistan, para su conveniencia, en que Las Ventas es plaza imposible, circo romano, donde el p¨²blico s¨®lo admite endriagos.A la afici¨®n de Madrid, muy al contrario, le admir¨® el trap¨ªo de ese primer toro -y de todos los dem¨¢s, por supuesto-, que era la imagen paradigm¨¢tica del toro de lidia, por la seriedad que llevaba en su rizada cara y en la bien puesta y astifina cornamenta, por su proporcionada estampa, fruto de una selecci¨®n y cr¨ªanza en pureza, que denotaban el prominente morrilo, la musculatura vareada, la finura de cabos, y si s¨®lo pesaba 470 kilitos, a nadie le import¨®. Y admir¨® tambi¨¦n a la afici¨®n la embestida encastada de ese toro, que infund¨ªa un respeto imponente.
H
Pla / Espl¨¢, Mendes, SoroToros de Hern¨¢ndez Pla, con trapio, de juego desigual. Luis Francisco Espl¨¢: estocada corta atravesada y dos descabellos (palmas); estocada corta (silencio); en la suerte de recibir, pinchazo y estocada perdiendo la muleta (oreja). V¨ªctor Mendes: estocada atravesada y dos descabellos (aplausos); ocho pinchazos, metisaca y dos descabellos (algunos pitos). El Soro: tres pinchazos baj¨ªsimos, otro hondo bajo y descabello (pitos); sufri¨® herida que secciona tend¨®n extensor de un dedo de la mano izquierda -pron¨®stico menos grave-, que le impidi¨® continuar la lidia. Plaza de Las Ventas, 2 de mayo. Corrida del D¨ªa de la Comunidad.
El torero era, a la saz¨®n, Luis Francisco Espl¨¢, que no le perdi¨® nunca la cara, que mand¨® en los derechazos, y cuando alguna vez destempl¨® el pase, el toro, le derrotaba con una agilidad y una furia impresionantes. El cuarto fue bravo en varas pero lleg¨® a la muleta reserv¨®n, escondiendo la cara entre las manos, y Espl¨¢ lo ahorm¨® dobl¨¢ndose por bajo con buen oficio. El sexto, un c¨¢rdeno cornal¨®n de gran presencia, manse¨® mucho y pues lleg¨® claro a la muleta por el pit¨®n derecho, Luis Francisco Espl¨¢ lo tore¨® en redondo, empleando la s¨®lida t¨¦cnica y la sequedad art¨ªstica que son habituales en este diestro. La faena fue de menos a m¨¢s, floreada con la frescura del repertorio que Espl¨¢ aplica a los remates de las tandas, y tuvo su culminaci¨®n en la especitacular muerte del toro, que ejecut¨® el diestro citando por dos veces, desde mucha distancia, en la suerte de recibir.
La bravura del segundo, que derrib¨® en la primera vara y tom¨® otras dos arranc¨¢ndose de largo y metiendo los ri?ones a plena potencia, fue aclamada por el p¨²blico. En el ¨²ltimo tercio se fue agotando paulatinamente el toro, pero tuvo muchas embestidas pastue?as que V¨ªctor Mendes no supo embarcar. La gente le dec¨ªa que al desaprovechar ese toro hab¨ªa perdido un cortijo. Quiz¨¢ exageraba. Ahora bien, si era cierto, El Soro perdi¨® en el siguiente la Penib¨¦tica entera, pues ah¨ª s¨ª hubo toro para recrear el toreo. El problema consisti¨® en que embest¨ªa con codicia, seg¨²n fue propio del toro de lidia en todos los tiempos hist¨®ricos de la tauromaquia, hasta que la alquimia ganadera invent¨® el borrego. Tanta codicia, inusual en la borreguer¨ªa que a la fiesta invade, preocupaba a El Soro, y se puso nervios¨ªsimo. Atolondrado, se le desarmaban los artilugios toricidas; precavido, descuadraba el tipo, y lo mismo que si le achuchara un barrab¨¢s, al estricote le tra¨ªa el toro bravo, que le lesion¨® una mano.
El quinto era bravuc¨®n, al estilo de los que se arrancan de largo pero, al escozor del hierro, huyen despavoridos. Manso de libro -valga el decir-, se trataba de toro de lidia aut¨¦ntico, pues esta raza, cuyo exponente m¨¢ximo es la bravura, se caracteriza tambi¨¦n por un comportamiento peculiar cuando la aqueja mansedumbre. A la muleta embisti¨® corto, desarroll¨® sentido, y Mendes, que le perd¨ªa terreno, lo mat¨® a la ¨²ltima.
Banderillearon los espadas con mucho m¨¦rito y emoci¨®n, pues aunque los toros se les arrancaban como trenes expresos, les prend¨ªan pares (o medios pares). Mendes reuniendo, Espl¨¢ sin reunir pero convirtiendo en espect¨¢culo su repertorio y conocimiento del ganado, El Soro a cabeza pasada; Mendes y El Soro necesitando subalternos que les aparcaran los toros, Espl¨¢ poni¨¦ndoselos en suerte sin ayuda del ch¨®fer, y los tres, a la velocidad del rayo. Lo habitual, pues, en la que llaman "corrida de los banderilleros".
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