Maravall
La Historia no tiene leyes, pero tiene nombres propios. Un grande y largo proceso hist¨®rico, glorioso o miserable, se coagula de pronto en un nombre propio, cristaliza en un personaje que no es sino el final de la serie. As¨ª, la larga decadencia de nuestro imperio se coagula de pronto en un hombre del XVII, el de Olivares (por la poderosa incriminaci¨®n de Quevedo). As¨ª, el afrancesamiento (europeizaci¨®n) de Espa?a cristaliza en Carlos III, para bien, y en Esquilache, para mal, por culpa de un mot¨ªn. Y en este plan.Maravall. El problema de las primeras (y segundas) letras viene en Espa?a desde el D¨®mine Cabra, cuando menos, pasa por Orovio e Isabel II, hasta coagularse en Maravall. Uno lo tiene muy escrito: el Poder siempre atiende m¨¢s a la Cultura, ritualizada y may¨²scula, hinduizada, que a la Educaci¨®n, porque la cultura estatal se convierte mec¨¢nicamente en propaganda, en tanto que la educaci¨®n es una larga tarea sin lucimiento inmediato para ning¨²n pol¨ªtico. Formar a un ni?o pel¨®n o melenosito, desde los palotes al kair¨®s de P¨¢niker, ese indio griego y fascinante, cuesta mucho dinero y mucho tiempo, como cuesta hacer una autopista: por eso, Franco las empezaba y las dejaba a los cinco kil¨®metros. Ram¨®n Tamames tiene echada la cuenta a l¨¢piz de lo que cost¨® a Espa?a cada bala disparada en la guerra civil. Pero no sabemos lo que nos cuesta cada ni?o alfabetizado.
Por otra parte, las cuestiones nacionales no resueltas a trav¨¦s de los siglos pasan de querellas a leyendas, y ah¨ª est¨¢ la leyenda del "maestroescuela" ("m¨¢s hambre que un maestroescuela"), arquetipo casi cervantino de la indigencia educacional espa?ola. Maravall, a quien admiro desde el magisterio de su padre y desde su propia sagacidad, no ha advertido, ni ahora ni cuando las huelgas estudiantiles del otro invierno, que, m¨¢s que a una reivindicaci¨®n salarial, se est¨¢ enfrentando a una ancha y multisecular franja de la picaresca espa?ola: el maestroescuela y su burla. Maravall se est¨¢ enfrentando a un g¨¦nero literario que fue poderoso en Europa y a otra leyenda espa?ola, quiz¨¢ m¨¢s ominosa que la negra: la leyenda gris de la mediocridad cultural. Uno tiene muy escrito, repito, incluso en este papel, que lo que se hace por la Gran Cultura (Fuentes, Octavio Paz, la ostia) es pol¨ªtica inmediata, recuperaci¨®n del enemigo, entrada de cad¨¢veres galvanizados por Cartagena Largo Caballero, rojos con chistera y todo eso. Pero lo que se hace por la educaci¨®n min¨²scula (ense?anzas primera y segunda) no da rendimiento hasta dos generaciones m¨¢s tarde. Y ning¨²n proyecto pol¨ªtico, ni siquiera el del PSOE, trabaja a tan largo plazo: "A lo mejor ese beneficio lo recogen otros". Maravall, heredero de la recamada y grandiosa cultura de su padre (ya s¨¦ que no hay que meter a los padres en esto, pero uno es un heterodoxo del columnismo), no ha entendido que se enfrentaba a la leyenda gris, leyenda de doble filo, porque va del maestro que a m¨ª me retorc¨ªa las orejas, don Gonzalo, que se peinaba como Jos¨¦ Antonio, a don Antonio Machado y Torrente Ballester, pasando por Gerardo Diego.
?Es que una ense?anza libre, estatal, que ha tenido en su n¨®mina a tal gente, no merece otra atenci¨®n? Maravall, como casi todo el equipo gubernamental del PSOE, est¨¢ haciendo una pol¨ªtica generacional y halconera (la generaci¨®n de Felipe), altiva, que viene a regenerar Espa?a y se manifiesta incapaz de suprimir el viejo arquetipo negativo del maestroescuela hambreado. Maravall, amor, os falta sensibilidad hist¨®rica en general, pero esto es menos perdonable en ti, que vienes de grandes maestros de la Historia. I'm sorry.
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