Siete a?os m¨¢s
La victoria de Mitterrand en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas hace pensar en el doble prop¨®sito que anim¨® desde hace muchos a?os su larga y compleja andadura pol¨ªtica. Recuerdo haberle o¨ªdo explicar al entonces eterno perdedor, en una extensa entrevista celebrada en el domicilio de su hermano Robert, que su estrategia para alcanzar la presidencia de la V Rep¨²blica se apoyaba en dos l¨ªneas de acci¨®n diversas, pero, finalmente, convergentes en su resultado: reducir gradualmente el voto del partido comunista a una cifra inferior al 10%. Y lograr que la derecha, dominada por la herencia del gaullismo, se rompiera en varios trozos.Parec¨ªan entonces algo ut¨®picos ambos objetivos. El PCF sobrepasaba en cientos de miles de votos al socialismo, del que era Mitterrand, en aquellos a?os, secretario general. Y el conservatismo gaullista afirmaba su dominio pol¨ªtico, primero durante la presidencia de Pompidou. y, m¨¢s tarde, bajo el mandato de Giscard d'Estaing. Andr¨¦ MaIraux, tan aficionado a las frases hist¨®ricas, proclamaba que en la Francia pol¨ªtica no hab¨ªa sino dos fuerzas: el gaullismo y el comunismo. Y el resto del campo era terreno bald¨ªo. Pero, en las presidenciales de 1981, la paciencia tenaz de Mitterrand, el cauteloso y astuto perdedor antes de De Gaulle y sus continuadores, logr¨® el triunfo, encabezando el frente de izquierdas con una m¨ªnima victoria sobre el presidente saliente.
Su vaticinio se ha cumplido. En 1988, el PCF se ha desmoronado definitivamente y se sit¨²a bajo la l¨ªnea de m¨ªnimos prevista. Y la derecha se ha roto no en dos, sino en tres bloques de voto: el de Jacques Chirac, heredero te¨®rico del gaullismo; el de Raymond Barre, de signo centrista y liberal, y el de la derecha nacionalista, exaltada y xen¨®foba interior, que dirige Le Pen. A pesar de los gestos simb¨®licos, de las promesas de trasvase de votos y de ciertos o imaginarios pactos secretos poselectorales, el primer ministro, Chirac, no ha logrado reunir los votos que necesitaba.
Las posiciones que Mitterrand ambicionaba se han alcanzado, despu¨¦s de un largu¨ªsimo itinerario, una larga marcha que muchos de sus colaboradores contemplaban con escepticismo. Siete a?os m¨¢s de mandato le esperan a este gran pol¨ªtico de 72 a?os, cuya edad le reprochaban con dudoso gusto sus antagonistas en la campa?a. "Est¨¢ p¨¢lido". "Carece de mordiente". "Es un so?ador rom¨¢ntico". "Se apoya en argumentos ret¨®ricos". "No domina las estad¨ªsticas". ¨ªQu¨¦ cosas se dicen en las campa?as electorales! Y cu¨¢n escaso es el valor que conservan al d¨ªa siguiente del escrutinio.
La Constituci¨®n de la V Rep¨²blica no exige la dimisi¨®n del primer ministro despu¨¦s de la elecci¨®n presidencial. Pero es dudoso que la cohabitaci¨®n siga adelante, al menos en sus actuales t¨¦rminos. La evoluci¨®n de Mitterrand desde 1981 ac¨¢ ha sido notoria y nada evasiva. Cambi¨¦ el rumbo de la pol¨ªtica econ¨®mico-social de su partido hacia los horizontes de una socialdemocracia moderada. Afirm¨® su atlantismo en materia de defensa y su europe¨ªsmo comprometido y activo, sin las salvedades gaullistas, sordamente resistentes a la integraci¨®n total en la causa unificadora de Europa. Acentu¨® hasta el l¨ªmite la colaboraci¨®n franco-alemana, eslab¨®n decisivo de la construcci¨®n continental. Y no tuvo dudas en mantener la condici¨®n de potencia nuclear de Francia, como s¨ªmbolo y realidad, a la vez, de independencia frente al duopolio de los superpotentes. ?Cu¨¢l ser¨¢ la f¨®rmula que le permita no disolver, de momento, la Asamblea legislativa y tratar de romper la mayor¨ªa parlamentaria de la derecha incorporando algunos esca?os liberales o centristas al grupo socialista para obtener as¨ª una mayor¨ªa temporal? ?Ser¨¢ cierto que piensa en Michel Rocard como titular de ese hipot¨¦tico Gabinete con varios ministros no socialistas? Soluci¨®n ins¨®lita, pero no sorprendente. "On aura tout vu".
Y la derecha, ?ser¨¢ capaz de recomponer su voto y, lo que es m¨¢s importante, de buscar con mayor realismo el voto de la sociedad cambiante? El gaullismo se acab¨®. Y es in¨²til tratar de acogerse a su repertorio lit¨²rgico para lograr efectos electorales. De Gaulle es un gigante de la historia de Francia. Pero su pol¨ªtica es hoy irrepetible. Las fuerzas no socialistas del hex¨¢gono presente han de emprender una tarea de b¨²squeda en los sedimentos sociales de la gran naci¨®n vecina para definir un nuevo tipo de formaci¨®n pol¨ªtica capaz de servir de alternativa veros¨ªmil en el marco institucional vigente. De Gaulle no pens¨® que fueran probables, en el futuro, 14 a?os de mandato socialista en el El¨ªseo dentro de la V Rep¨²blica. Pero el hecho pol¨ªtico se ha producido y demuestra que el texto constitucional funciona correctamente, sin bandazos ni accidentes.
La V Rep¨²blica del segundo mandato Mitterrand, ?seguir¨¢ el rumbo presidencialista concebido por De Gaulle o tomar¨¢ un camino m¨¢s proclive hacia Gobiernos de coalici¨®n de intereses diversos, pero coincidentes en el objetivo final? Fran?ois Mitterrand fue durante a?os el m¨¢s astuto y eficaz componedor de esa clase de Gobiernos, t¨ªpicos de la IV Rep¨²blica. Pero la guerra de Indochina, primero, y la de Argelia, despu¨¦s, dieron al traste con el sistema y con la filosof¨ªa que le inspiraba. Personalmente no creo veros¨ªmil que esa marcha atr¨¢s sea una tentaci¨®n efectiva para un presidente que ha probado ya las ventajas del presidencialismo de la V Rep¨²blica.
Nadie duda del talento de Mitterrand. De su recia formaci¨®n cultural. De su dominio eminente del franc¨¦s hablado y de la prosa recia, elegante y exquisita que maneja. Un comentarista americano ha expresado hace poco un juicio rotundo sobre su persona, consider¨¢ndolo el pol¨ªtico mejor dotado de cuantos funcionan hoy en Occidente. Su Carta a los franceses, que sirvi¨® de documento oficial al programa electoral, fue en realidad una larga y expresiva reflexi¨®n sobre los grandes principios que deben guiar la trayectoria de la naci¨®n. Algo que est¨¢ por encima de la pelea transitoria de los partidos en una nueva versi¨®n del centrismo sociol¨®gico.
Me aventuro a decir que Mitterrand intentar¨¢ llenar su mandato con realizaciones de alto sabor hist¨®rico. Por ejemplo: dar los pasos irreversibles hacia la unificaci¨®n europea en torno al Acta ?nica. Reforzar el papel de los aliados occidentales en el esquema defensivo del continente. Ayudar al clima del desarme nuclear de las superpotencias. Coordinar las investigaciones europeas tecnol¨®gicas de vanguardia. Buscar la cooperaci¨®n de las pol¨ªticas monetarias occidentales. Materias todas de inter¨¦s general en que la cohabitaci¨®n, de facto, siga siendo posible. Tampoco ser¨ªa una sorpresa verle intentar una reforma constitucional que acortase su propio mandato de los siete a?os.
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