Locura contagiosa

Loquillo, El Loco para los amigos, contagia su enajenaci¨®n con pasmosa facilidad. La gente que acudi¨® al pabell¨®n del Real Madrid, ocupando las tres cuartas partes de su aforo, se rindi¨® de inmediato ante el rocker catal¨¢n, aplaudiendo a rabiar todos y cada uno de los temas por ¨¦l interpretados. Su locura, locura por el rock and roll, atrap¨® al p¨²blico madrile?o.Apoy¨¢ndose en un sonido poderoso y n¨ªtido, casi perfecto, dio un repaso a los mejores temas de su carrera, atrevi¨¦ndose incluso con una versi¨®n de La mala reputaci¨®n, la canci¨®n de Brassens popularizada por Paco Ib¨¢?ez. Loquillo no tiene una gran voz, pero compensa este defecto con grandes dosis de fuerza.

Los Trogloditas, su banda de los ¨²ltimos seis a?os, han alcanzado una envidiable madurez instrumental y esc¨¦nica que se aprecia en cada nota, en cada acorde; son una m¨¢quina perfecta, sin fisuras, con dos engranajes que destacar: la guitarra de Sabino M¨¦ndez y unos polivalentes teclados.

Ante tal despliegue energ¨¦tico, las actuaciones previas se convirtieron en meras an¨¦cdotas. H¨¦roes del Silencio y Germ¨¢n Coppini, con estilos musicales dif¨ªcilmente compatibles con Loquillo, sonaron dignamente y fueron respetados por un p¨²blico que no era el suyo, un p¨²blico que recordaba al de los mejores conciertos de bandas internacionales de primera fila.

El Loco s¨®lo ten¨ªa necesidad de ofrecerles su micr¨®fono para que fuesen ellos quienes, con estremecedora sencillez, coreasen sus springsteenianos textos: "El amanecer me sorprender¨¢ / dormido, borracho / en un viejo Cadillac de segunda mano".