Borrachuzos
T¨®mense los novillos de Ord¨®?ez lidiados ayer en Las Ventas, red¨²zcanse proporcionalmente a la mitad (los cuernos, a la cuarta parte) y obtendremos los toros que se lidian en la mayor parte de las ferias de por ah¨ª. Es decir que en cuanto a trap¨ªo, los novillos de Ord¨®?ez (versi¨®n Antonio o versi¨®n Carmen, da lo mismo) estaban sobrados de presencia y su consiguiente respeto. En cuanto a fuerza, en cambio, perm¨ªtame que le cuente. La fortaleza de los novillos-toros de Ord¨®?ez se manifestaba de forma contradictoria: ten¨ªan poder, pues recargaban en varas y empujaban violentamente a los caballos hasta estamparlos contra las tablas, lo cual no imped¨ªa que -antes y despues de aquellas agresiones- dieran la nota mediante claudicantes hocicamientos, corvetas, descoordinado pezu?eo, trastabilleo lateral y pataleta en dec¨²bito, como si estuvieran borrachuzos.Lo m¨¢s probable era que estuvieran borrachuzos, porque un toro de casta, sobre todo si tiene potencia muscular suficiente para estampar caballos contra las tablas, no hocica claudicante, ni corvetea, ni pezu?ea descoordinado, ni trastabilla lateral, ni se tira en dec¨²bito, ni le entra la pataleta. Un toro de casta -y los de Ord¨®?ez lo eran-, embiste codicioso por derecho, y si es por torcido, va al bulto, busca ingle, tira cornada, maldades en las que no incurri¨® ninguno de los de ayer.
Ord¨®?ez / Luguillano, Ramos , Cu¨¦llar
Cuatro toros de Antonio Ord¨®?ez sobrero) y 1? y 3? de Carmen Ord¨®?ez, con trap¨ªo de toros, serios y cornalones, manejables, inv¨¢lidos.David Luguiliano: seis pinchazos pescueceros, media delantera perdiendo la muleta, rueda de peones -aviso con retraso- y siete descabellos (silencio y, pinchazo, otro hondo ca¨ªdo, rueda de peones y descabello (silencio). Jos¨¦ Luis Ramos: pinchazo y media ladeada (silencio); estocada ca¨ªda (ovaci¨®n con pitos y salida al tercio). Juan Cu¨¦llar: tres pinchazos -aviso con retraso-, pinchazo, otro hondo y descabello (silencio); pinchazo, estocada ca¨ªda, rueda de peones -aviso con mucho retraso- y descabello (silencio). Se guard¨® un minuto de silencio en memoria de Domingo Ortega, recientemente fallecido. Plaza de Las Ventas, 13 de mayo. Primera corrida de feria.
El primero, al que pegaron un puyazo que habr¨ªa horrorizado a los m¨¢s insensibles habitantes de la Berber¨ªa ancestral, protest¨® de la agresi¨®n -y qui¨¦n no protesta, cuando le pegan un puyazo- pero pasado el disgusto embisti¨® a la muleta con una casta creciente y una nobleza sostenida, que enorgullecer¨¢n a la vaca brava que lo pari¨® cuando le llegue la noticia al cortijo andaluz donde se refocila y pasta.
Esa embestida encastada reclamaba toreo bueno y no lo hubo, pese a que David Luguillano -una pincelada de Cagancho, tan moreno, tan brillante el repeinado pelo, tan de durse el vestido de torear- se esforzaba en aflamencar la postura cada vez que ejecutaba un pase, o su conato, no cabe duda que en ¨¢vida demanda del arte. Porque al toreo lo puede embellecer la flamenquer¨ªa pero la flamenquer¨ªa sin toreo es pavesa al viento, en el redondel, frente al toro.
A David Luguillano le sobraban posturas gitanas y le faltaban temple, reposo, ligaz¨®n. Ya puede un torero encender hasta la incandescencia sus capacidades pintureras, que el resultado habr¨¢ de ser tibio si le embiste un toro de casta noble y no lo torea en lo profundo, desde el canon, ligando las suertes tal cual ese mismo canon reclama.
Luguillano estuvo lejos de interpretar el toreo, pues esa inclinaci¨®n de cadera que imprim¨ªa al dar cada pase no era consecuencia de la cargaz¨®n, sino al contrario -la daba al lado contrario de donde pasaba el toro-, y al rematar los muletazos rectificaba terrenos, o hu¨ªa francamente de ellos, seg¨²n es moda, por otra parte, impuesta precisamente por las figuras.
Ese novillo-toro que abri¨® plaza dio sensaci¨®n de sobriedad, mientras el resto, lejos de seguir su edificante ejemplo, se pas¨® la tarde de farra. Mala cosa. Con toros borrachuzos metidos en juerga es imposible torear. El propio Luguillano y con mejor t¨¦cnica Jos¨¦ Luis Ramos y Juan Cu¨¦llar, lo intentaron, no obstante, que la c¨¢tedra les estaba juzgando y llevan tiempo luchando meritoriamente por alcanzar el doctorado en tauromaquia.
Luguillano tuvo el acierto de ser breve con el cuarto, que ese la hab¨ªa cogido de an¨ªs, ve¨ªa dos Luguillanos, y entre sus hocicamientos, corvetas, trastabilleos laterales, dec¨²bitos y pataletas, s¨®lo le falt¨® agarrarse a una farola y cantar Los de Arag¨®n. Ramos y Cu¨¦llar tuvieron el desacierto de ponerse pesad¨ªsimos. Igual que si les hubieran dado cuerda, no paraban de pegar derechazos.
Ramos los pegaba con excesiva frialdad aunque con indudable valor, y al aguantar uno de los muchos parones del quinto, sufri¨® una aparatosa voltereta. Para su fortuna, el asta entr¨® por entrambas piernas y lo encun¨® sin afrentar delicadas partes. A Cu¨¦llar le ped¨ªan por caridad que detuviera el derechacismo galopante con que coci¨® al tercero -ya de suyo harto cocido- y si al sexto le instrument¨® un emocionante cambio en el platillo, par de tandas en redondo bien construidas y otra de naturales soberanos, todo lo difumin¨® la abundosa, especiosa y procelosa avalancha de pases que despu¨¦s estuvo dando, hasta las tantas. En esta ocasi¨®n, la gente no le ped¨ªa por caridad nada. En esta ocasi¨®n la gente cogi¨® el petate y se fue de all¨ª, bien lejos.
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