Nacido para perder
La figura del perdedor, reiterada por el cine cl¨¢sico americano en el g¨¦nero negro, es el tema central de Sinatra, sobre la que se instala la personalidad del cineasta Francesc Betriu.Este Sinatra f¨ªlmico -opuesto en swing, ¨¦xito y fama a La Voz- corresponde a la adaptaci¨®n f¨ªlmica de la novela del escritor argentino afincado en Barcelona, Ra¨²l N¨²?ez, Sinatra, un extra?o en la noche.
Las fotonovelas y el follet¨ªn como subg¨¦neros literarios inspiradores, y el melodrama grotesco y esperp¨¦ntico, con la presencia de cierto casticismo, siempre gozaron de la atenci¨®n del cineasta leridano, tal como demostr¨® en su primer largometraje, Coraz¨®n solitario, realizado en 1972, cuando todav¨ªa era llamado Paco Betriu, y con la que guarda relaci¨®n el presente estreno.
Sinatra
Direcci¨®n: Francesc Betriu. Gui¨®n: Francesc Betriu y Ra¨²l N¨²?ez. Fotograf¨ªa: Carlos Su¨¢rez. M¨²sica: Joaqu¨ªn Sabina. Producci¨®n: Enrique Viciano. Espa?a 1997. Int¨¦rpretes: Alfredo Landa, Ana Obreg¨®n. Estreno en Madrid: Gran V¨ªa, Vaguada M-2.
La constataci¨®n de amargas situaciones vitales sin salida, emboscada en la esperanza, o en la enso?aci¨®n o la muerte, est¨¢n presentes en Sinatra, donde la b¨²squeda del patetismo deja un espacio para la sonrisa te?ida de tristeza. Al igual que en Coraz¨®n solitario, el protagonista realizar¨¢ aproximaciones afectivas frustradas, utilizando un club de amistad por correspondencia que le pondr¨¢ en contacto con seres tan marginados como ¨¦l mismo.
El desaf¨ªo de la omnipresencia del protagonista -cuya existencia es m¨¢s propia de un tango que de un bolero o un blues, a los que hace referencia Joaqu¨ªn Sabina, baladista narrador del fracaso vital de la historia- est¨¢ resuelto por Alfredo Landa con profesionalidad e irregular fortuna, e incide en el empleo sistem¨¢tico de una mirada desilusionada, vencida y acuosa.
Reiteraci¨®n
El principal problema del filme reside en la reiteraci¨®n situacional, que, en lugar de conseguir la intensidad por acumulaci¨®n, logra el desinter¨¦s y causa aburrimiento. El inter¨¦s que despierta alguna secuencia se desperdicia al no poseer la intensidad tonal necesaria para sublimar la vulgaridad de los personajes.Esta galer¨ªa de seres, juguetes rotos pr¨®ximos al cabar¨¦ imitativo y cercanos al lumpen urbano pr¨®ximo al paralelo barcelon¨¦s, ha buscado identificar su sordidez existencial con una est¨¦tica cercana al fe¨ªsmo, en un submundo donde est¨¢ prohibido correr sin permiso, y donde la noche es su escenario m¨¢s adecuado.
A pesar de constatarse el universo propio de Ra¨²l N¨²?ez y las obsesiones de Betriu, la tensi¨®n entre ambas influencias -en principio combinables-, m¨¢s que hacer avanzar la obra crean un conflicto que impide el brote a la superficie del potencial dram¨¢tico que encierra el argumento. Tal vez ello sea el motivo de que quede en apunte reiterativo y fallido lo que promet¨ªa ser definitivo y, desde luego, sin que la presencia de las canciones de Sabina en la banda sonora enriquezcan el discurso f¨ªlmico.
Babelia
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