Los temores estrat¨¦gicos de Europa
Desde el final de la Il Guerra Mundial, la Europa democr¨¢tica ha vivido acomplejada, con la mirada siempre puesta en la otra orilla del Atl¨¢ntico, temiendo que cualquier intento europeo de actuar por cuenta propia provocara en Estados Unidos una malhumorada reacci¨®n de cansancio aislacionista. Aceptaba as¨ª la noci¨®n ?impuesta desde Washington (igual que los sat¨¦lites del Este asum¨ªan a la fuerza la que les ven¨ªa de Mosc¨²) de que el mundo estaba dividido en grandes esferas de influencia condenadas necesariamente a enfrentarse. Cualquier apartamiento de la l¨ªnea impuesta era una traici¨®n peligros¨ªsima al conjunto de los aliados. Esta perspectiva simplista y maniquea, de buenos y malos, ¨²til para tiempos de guerra caliente o Ha y, al parecer, para la visi¨®n estrat¨¦gica de EE UU, resulta tremendamente est¨¦ril a la hora de proyectar la paz y ha rebajado innecesariamente los baremos por los que se gu¨ªa Europa.Ser¨ªa injusto ignorar cu¨¢nto debemos a la generosidad militar y econ¨®mica de EE UU; entre otras cosas, probablemente, le somos deudores de nuestra existencia misma como naciones libres. Pero es rid¨ªculo que ese agradecimiento nos acompleje y nos haga temer por nuestra suerte futura si se van los americanos.
La incertidumbre de c¨®mo EE UU puede desentenderse de Europa da lugar a una curiosa esquizofrenia. Muchos gobernantes europeos tienen miedo al desenganche (decoupling) americano de los problemas estrat¨¦gicos de Europa y est¨¢n dispuestos a ver el peligro en todos lados. Si EE UU acuerda con la URSS la reducci¨®n del arsenal nuclear, quiere decir que se retiran y abandonan a Europa a su suerte, es decir, a las intenciones imperialistas de los sovi¨¦ticos.
Si, por el contrario, el arsenal at¨®mico es dejado intacto en Europa, ello quiere decir que EE UU se desentiende de este continente y le abandona a su suerte de ser escenario de una espantosa guerra nuclear que americanos y sovi¨¦ticos pelear¨¢n desde lejos. Recu¨¦rdese la histeria europea cuando en la cumbre de Reikiavik circul¨® el rumor de que Reagan hab¨ªa aceptado la proposici¨®n de Gorbachov de eliminar todo armamento nuclear, o la acusaci¨®n de belicista que se dirige contra el Senado estadounidense ahora que pone dificultades al desmantelamiento de los INF. Cualquier soluci¨®n es mala para estos timoratos de la estrategia.
Con ello olvidan que EE UU tambi¨¦n intervino en la guerra para defenderse. Los americanos no se van a marchar, no van a retirar a sus 300.000 soldados, sencillamente porque ¨¦stos no s¨®lo defienden a Europa, sino que est¨¢n en ella sobre todo para defender a EE UU. Hace unos d¨ªas, el secretario de Defensa estadounidense critic¨® a quienes en su pa¨ªs piden que se reduzca la presencia estrat¨¦gica de EE UU en Europa, argumentando que la contribuci¨®n norteamericana a la OTAN sirve para pagar gastos de defensa ajenos. "Los or¨ªgenes de nuestras alianzas son estrat¨¦gicos y no filantr¨®picos", dijo Carlucci. "No establecemos alianzas para hacer favores a nuestros aliados, sino porque beneficia a nuestros intereses".
Rigidez estadounidense
Dicho lo cual, Washington se resiste a que cualquiera de sus aliados act¨²e con autonom¨ªa, porque, pensando en la guerra fr¨ªa, cree que, al monolitismo del bloque de Varsovia, la Alianza debe oponer una rigidez proporcional. Pero ocurre que la situaci¨®n internacional ha mejorado en los ¨²ltimos a?os, aunque s¨®lo sea porque Gorbachov ha introducido fisuras democratizantes en su propio granito. Pese a ello, Washington (aunque, como es razonable, no duda en aplicar el nuevo clima a sus relaciones con Mosc¨²) sigue exigiendo de sus aliados la adopci¨®n sin excepciones de una ideolog¨ªa estrat¨¦gica que se basa en la probabilidad de la guerra. Esta actitud de Estados Unidos est¨¢ propiciando el aislamiento moral de Europa, o dicho con m¨¢s propiedad, su independencia en materia de defensa colectiva.
De todo ello debe deducirse, a su vez, una conclusi¨®n obvia: autonom¨ªa y solidaridad no son mutuamente excluyentes (como lo demuestran las recientes elecciones en Dinamarca: los daneses no se quieren marchar de la Alianza Atl¨¢ntico, pero tampoco quieren su nuclearidad). La solidez de la OTAN en una situaci¨®n internacional ahora mucho m¨¢s pac¨ªfica, depende de que sus miembros operen en ella con la conciencia de su propia soberan¨ªa y le apliquen los cambios y matizaciones que les dicta su redescubierta capacidad de pensar por separado. En este sentido, la cooperaci¨®n pol¨ªtica europea adquiere grave responsabilidad, porque s¨®lo puede resultar cre¨ªble en el futuro (y, con ella, propuestas tan espectaculares como las recientes iniciativas italianas para el Oriente Pr¨®ximo) si se apoya seriamente en una actitud independiente en materia de defensa. Lo que no quiere decir que, buscando redefiniciones europeas de la defensa continental, se deba ignorar al bloque libre y democr¨¢tico al que se pertenece o despreciar las realidades de la era at¨®mica.
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