El Madrid forz¨® otra ocasi¨®n ante el Barcelona
El Madrid no pudo jugar de otro modo. Quiz¨¢s pudo haber tenido la cabeza m¨¢s fria en alg¨²n momento, pero era dif¨ªcil hacerlo con el Barcelona besando la Liga. El Barcelona pudo haber jugado de otra manera, pero quiz¨¢s poca gente pensase que estaba tan dispuesto a sentenciarlo todo cuanto antes. El Madrid no se dio respiro a si mismo y el Barcelona no le dio respiro al Madrid. La conclusi¨®n fue un partido bello, dram¨¢tico, l¨ªcitamente violento y estrat¨¦gicamente rectil¨ªneo, en el que pudo asistirse, por fin, a la pelea de las dos bestias de la final: Fernando Mart¨ªn y Norris, con desigual resultado. Fue un partido que el Madrid gan¨® por pura desesperaci¨®n.El Madrid, desde el inicio, cont¨® con un factor l¨®gico: jugaba en casa y los colegiados le permitir¨ªan que su entrega defensiva no se viera truncada por un aluvi¨®n de personales. Esa ventaja inconsciente gener¨® luego en una permisividad en la lucha por el rebote, donde hubo de todo, permisividad de agredecer porque permiti¨® ver las escenas m¨¢s bellas, m¨¢s duras, m¨¢s violentas, m¨¢s feroces, de cuantas se han visto este a?o en la lucha por el rebote. Y en esa lucha tremenda, el partido termin¨® inclin¨¢ndose hacia la esplendorosa batalla de Norris contra los hombres grandes madridistas. Y, dentro de esa batalla, diversos paisajes de pelea entre Fernando Mart¨ªn y el feroz americano del Barcelona. Norris era capaz de apresar el bal¨®n con un brazo y enviar con el otro a Branson a la tribuna de preferencia, mientras Llorente saltaba rebotado de un codazo como si fuera metralla. Norris era capaz de burlar por su sola potencia f¨ªsica la presencia de una pareja de rivales como si fuera un par de naipes. Norris parec¨ªa capaz de levantar el Palacio. Y, por comparaci¨®n, Mart¨ªn pareci¨® el ¨²nico hombre blanco capaz de tumbarle al suelo alguna vez, de aguantarle al menos en un par de asaltos. Mart¨ªn ten¨ªa que correr, anticiparse, saltar, aterrizar en el suelo como una bailarina, para evitar que el poderoso Norris, el aparentemente pesado Norris, utilizara su superioridad en la corta distancia.
Pero el partido tuvo m¨¢s escenas que el mero combate f¨ªsico de las dos bestias. Al contrario que en los dos choques anteriores, y por razones evidentes, tuvo una lectura t¨¢ctica m¨¢s rectil¨ªnea. El Madrid jug¨® a toda presi¨®n, en un s¨®lo sentido, bajo un esfuerzo agotador. Pero el Barcelona renunci¨® a jugar con el tablero -Aito despreci¨® esta vez la zona 2-3- y se dispuso a golpear a su rival con toda la crueldad posible.
El Madrid quiso abusar de la ¨¦pica y el Barcelona de la pr¨¢ctica; el Madrid de los valores eternos y el Barcelona del imperio de la raz¨®n. Por ese motivo, el partido pareci¨® l¨®gicamente finiquitado cuando, en el minuto 32, el Barcelona adquir¨ªa su primera ventaja (68-69) porque parec¨ªa dif¨ªcil pensar que pudiese superar a base de mera entrega los dos golpes psicol¨®gicos efectuados por su rival, en condiciones de menor desgaste. En la primera parte, el Madrid afrontaba una carrera de 1.500 metros con una salida al sprint y, a pesar de llegar a tener hasta 13 tantos de ventaja, se ve¨ªa, al borde del descanso, abocado a sufrir un empate. Primer golpe. M¨¢s tarde, cuando su tozudez por volver a adquirir ventaja parec¨ªa ofrecerle cierto fruto (65-56 a falta de 12.50 minutos), el Barcelona met¨ªa el dedo en la llaga certeramente (68-69 a falta de 8.50). Segundo golpe.
Era el momento clave, la situaci¨®n en que toda defensa disciplinada da paso a la retirada desordenada. Sin embargo, un detalle cambi¨¦ la situaci¨®n siquiera temporalmente: Alexis empez¨® a jugar dentro de la zona, obtuvo repetidos ¨¦xitos y envi¨® al banquillo a Jim¨¦nez. No era una brecha en las l¨ªneas de Barcelona; s¨ª un respiro.
Minutos despu¨¦s, Branson provocaba una pelea con Epi mientras Soloz¨¢bal y Antonio Mart¨ªn parec¨ªan retozar en el parqu¨¦. Evidentemente, el Madrid segu¨ªa empe?ado en ganar por encima de lo razonable. Lo hac¨ªa desgast¨¢ndose hasta l¨ªmites extraordinarios y frente a un rival que estaba metido en la batalla, con m¨¢s recursos aparentes, y utilizando todo el arsenal posible.
Y as¨ª lleg¨® el que deb¨ªa ser tercero y definitivo golpe. Cuando faltaban tres minutos, con dos bases en cancha, el Barcelona se dispuso a presionar al Madrid. Era un acto que denunciaba que el Barcelona hab¨ªa venido a ganar y no a darle gusto al p¨²blico.
Pero, a pesar de todo, el Madrid gan¨®, resisti¨®. Quiz¨¢s porque, por un momento, dej¨® de tener que atacar para no perder para pasar a defender para ganar. Quiz¨¢s. Aunque, en realidad, el Madrid debi¨® ganar por pura desesperaci¨®n.
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