El rearme cualitativo
Durante la celebraci¨®n de la cumbre de Washington, la mayor¨ªa de los medios de comunicaci¨®n transmiti¨® la sensaci¨®n de que a partir de ahora va a iniciarse por primera vez un aut¨¦ntico proceso de desarme, una reducci¨®n de los gastos militares y, en definitiva, el fin de la segunda guerra fr¨ªa.Esta sensaci¨®n optimista se estrella, sin embargo, con el an¨¢lisis de la din¨¢mica del rearme, y especialmente con la estructura del aparato militar de Estados Unidos, del que se conocen bastantes m¨¢s datos que del de la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
En Washington se ha logrado un acuerdo para eliminar una parte de un tipo de armas (los misiles de alcance medio), pero no se ha abordado- lo que es fundamental para ser optimistas ante el futuro: el cese o la disminuci¨®n de la investigaci¨®n militar. Mientras no se eche mano a este primer eslab¨®n del rearme no hay motivos para pensar que en los pr¨®ximos a?os no se ir¨¢n desarrollando nuevos armamentos y quiz¨¢ m¨¢s destructivos que los eliminados por la cumbre de Washington, a tenor del intento norteamericano de crear una tercera generaci¨®n de armas ?nucleares ex¨®ticas, tales como el l¨¢ser de rayos X impulsado por explosiones nucleares, haces de part¨ªculas, etc¨¦tera, destinadas a militarizar el espacio exterior. Limitar un tipo de armamentos es necesario, cierto, pero el verdadero desarme no llegar¨¢ hasta que se decida frenar la carrera cualitativa de las armas y con ello la l¨®gica de la tecnolog¨ªa militar.
La historia de las ¨²ltimas d¨¦cadas nos ha ense?ado adem¨¢s que las pol¨ªticas de defensa basadas en un permanente rearme nuclear y convencional, lejos de producir mayor seguridad generan temor, hostilidad, desconfianza e inseguridad global. Las pol¨ªticas de seguridad se han militarizado en detrimento del componente pol¨ªtico de este concepto, que en definitiva es el que puede proporcionar mayor segur¨ªdad. La confianza es incompatible, sin embargo, con el mantenimiento de estrategias como las de la defensa avanzada, que por su naturaleza ofensiva inspiran desconfianza y militarizan el espacio fronterizo entre los dos bloques militares. Esta estrategia se basa igualmente en el desarrollo de las tecnolog¨ªas emergentes en el campo militar, insertadas en la din¨¢mica se?alada ¨¢nteriormente. Nada hace sospechar que despu¨¦s de Washington esta forma de concebir la defensa vaya a alterarse. Por el contrario, son numerosas las voces que piden una compensaci¨®n en el campo de los armamentos convencionales e insisten en que los presupuestos militares aumenten en un m¨ªnimo de un 3% anual en t¨¦rminos reales, cosa que s¨®lo cumplen pocos pa¨ªses de la OTAN.
M¨¦rito psicol¨®gico
El m¨¦rito de esta cumbre es m¨¢s de car¨¢cter pol¨ªtico y psicol¨®gico que militar. Cualquier encuentro de l¨ªderes pol¨ªticos (y de sus influyentes esposas) es positivo en la medida que ayuda a desdemonizar al adversario y entorpece el mecanismo de creaci¨®n de im¨¢genes de enemigo. El encuentro puede servir tambi¨¦n para traducir sobre hechos concretos los deseos de ambos l¨ªderes de ganarse a la opini¨®n p¨²blica y pasar a la historia como l¨ªderes de paz.
La cuesti¨®n estriba en saber si tanto la URSS como EE UU ser¨¢n capaces de traspasar est¨¦ nivel simb¨®lico y adentrarse en un tipo de actuaciones m¨¢s efectivas, superando las importantes interferencias de sus respectivos grupos de presi¨®n. Varios son los retos.
El primero de ellos, detener la espiral armamentista derivada de la investigaci¨®n militar. En este sentido, y dado el car¨¢cter nuclear de los acuerdos de Washington, el principal objetivo de futuras negociaciones deber¨ªa residir en la congelaci¨®n de las pruebas nucleares. Sin pruebas no hay desarrollo, y ¨¦sta es condici¨®n indispensable para avanzar en un proceso de desarme. Este aspecto es el que podr¨¢ dar credibilidad futura a la postura de EE UU.
El segundo reto que se presenta a EE UU y al conjunto de la OTAN es el de cambiar su estrategia nuclear y los planes armamentistas relacionados con esta estrategia. El 2451. del presupuesto de defensa norteamericano -73.000 millones de d¨®lares para 1988- est¨¢ dedicado a la fuerza nuclear. Una parte considerable de este presupuesto (14.000 millones de d¨®lares) no es para la defensa nuclear, sino para desarrollar la fuerza que posibilite luchar y ganar una guerra nuclear. Mientras se mantengan programas como los de los misiles MX y Trident, el bombardero invisible (Stealth) y numerosos programas de la Iniciativa de Defensa Estrat¨¦gica (SDI), entre otros, la actitud hacia el exterior de estar a favor del desarme nuclear no podr¨¢ ser convincente.
Existe adem¨¢s otro factor de sospecha que no puede ser olvidado. El rearme, incluido el nuclear, tiende a ser m¨¢s din¨¢mico en las fuerzas navales que en las terrestres. Puede suceder, y hay razones para pensarlo, que la retirada de armamento nuclear en suelo europeo vaya acompa?ada de un incremento de los misiles de crucero mar¨ªtimos y de un mayor n¨²mero de submarinos cargados con armas nucleares.
Es de celebrar, ciertamente, que se haya decidido eliminar una serie de armas nucleares. Esta decisi¨®n puede incrementar la seguridad europea y, de rebote, la del conjunto del planeta. Pero ello ser¨¢ as¨ª s¨®lo en la medida en que la opini¨®n p¨²blica no deje enga?arse por este peque?o logro y exija a sus respectivos pa¨ªses y aliados una coherencia a la hora de establecer sus pol¨ªticas de defensa y seguridad. No vaya a ser que al cabo del tiempo nos demos cuenta de que aquel triunfo de diciembre de 1987 sirvi¨® simplemente para reconducir el rearme e intensificar la militarizaci¨®n por otros medios.
Vicen? Fisas Armergol es investigador sobre temas de paz y defensa.
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