La clase obrera ya no va al para¨ªso
Da por doquier la sensaci¨®n de que la clase obrera ha desaparecido. Al parecer se ha convencido de que es Espa?a el pa¨ªs donde se puede hacer m¨¢s dinero, mejor y en menor tiempo, y con el tes¨®n y el sacrificio que la caracterizan ha trocado la lucha en la empresa por su escalada. Tanto es as¨ª, que la escalera y el computer han sustituido a la prehist¨®rica hoz y al ordinario martillo. ?Ya todos son ricos! Juegan y se diverten en la bolsa, sufren con el crash e intiman con los robots. Y si a cualquiera de ellos le preguntamos, por ejemplo, qu¨¦ significa PC, dir¨¢n, sin duda, personal computer.Ya no hay obreros o los que quedan son muy pocos y est¨¢n en el paro. Pero no se preocupen que saldr¨¢n pronto. Porque los sindicatos, con un, esfuerzo y una dedicaci¨®n que merecen todos nuestros elogios, han estudiado con atenci¨®n, y aprendido, las 400 p¨¢ginas de verdad revelada elaboradas por el Ministerio de Econom¨ªa, de las que se deduce, despu¨¦s de analizar los convenios de los ¨²ltimos 10 a?os, que la culpa del paro la tienen los sindicatos, ellos mismos, claro que s¨ª, porque son muy r¨ªgidos y estrechos. Y tiene toda la raz¨®n el se?or Ministerio. Lo mismo escrib¨ª yo hace a?os en EL PA?S y en media p¨¢gina. Se llamaba aquello La culpa del paro la tiene el parado. Y esto es obvio: ya me contar¨¢n ustedes qu¨¦ paro habr¨ªa sin parados o qu¨¦ problemas tendr¨ªa el Ministerio de Sanidad si no hubiera enfermos.
Pero a lo que ¨ªbamos: en nuestra sociedad los obreros no existen. Hay estilistas y financieros de asalto, operadores culturales, toreros e intelectuales inorg¨¢nicos, gentes de jet y de far¨¢ndula y a lo m¨¢s, a lo m¨¢s, empleados de banca, funcionarios y ense?antes. Pero obreros-obreros, no; ¨¦sos ya no.
Y en ¨¦sas y tan felices est¨¢bamos cuando me acaeci¨® la desgracia de leer un estudio sobre los obreros de la Fiat, y quebr¨® en m¨ª la imagen de la sociedad posindustrial. feliz que hab¨ªa abolido la cadena de montaje y era capaz de fabricar coches sin que la mano del hombre interviniera.
Pues no, resulta que no, que los coches los siguen haciendo, en verdad, los de antes: esos se?ores que tienen 50 a?os y aparentan 60, atacados -por el despertador a las cinco de la madrugada, transportados del extrarradio a la gran madre f¨¢brica para realizar las mismas est¨²pidas funciones de siempre y ganar menos de 100.000 pesetas a fin de mes. As¨ª, durante 25, 30, 35 a?os, disfrutando de las diversiones que la sociedad posindustrial concede. Obreros, en suma.
La misma impresi¨®n me produjo, tiempo atr¨¢s, un reportaje sobre esos obreros de la construcci¨®n que, recogidos en distintos pueblos de Toledo, Ciudad Real, Guadalajara, etc¨¦tera, eran descargados en los mercados centrales de Madrid para ser expedidos desde all¨ª al tajo que les correspondiera. La mitad del d¨ªa, en el andamio; la otra mitad, en el autob¨²s. Esto s¨ª que es ser, como dir¨ªa Rimbaud, "verdaderamente modemos".
0 sea, que siguen, que est¨¢n pero no se ven. M¨¢s de tres mie Rones de personas, entre nosotros, engrosan la anta?o m¨ªtica clase obrera, centralizadora de cultura pol¨ªtica y objeto de culto.
M¨¢s de tres millones de obreros siguen produciendo las cosas casi igual que siempre; pero, sin embargo, social, pol¨ªtica y culturalmente han desaparecido: existe una falta total de comunicaci¨®n entre esta isla obrera y el conjunto del archipi¨¦lago de la sociedad opulenta.
El universo obrero se ha separado del cuerpo social, ha sido excluido, cancelado. Por mal comportamiento y escaso rendimiento ha sido expulsado de clase. Pero hasta hace poco tiempo.... ?qu¨¦ verde era mi valle! ?Cu¨¢ntas pel¨ªculas y canciones, cu¨¢nta fraternidad, cu¨¢nto amor! Los-hijos-del-obrero-ala-Uni-versidad... Estudiantes y obreros, obreros e intelectuales, obreros y cineastas, y pintores, y saltimbanquis... Todos unidos en la nueva santa alianza entre las fuerzas del trabajo y la cultura.
La moneda de la izquierda
La clase obrera era entonces la identidad; a ella le correspond¨ªa acu?ar la moneda de la izquierda. S¨ª, amigos m¨ªos, entonces, la clase obrera iba al para¨ªso. Y cualquier intelectual m¨ªnimamente progresista hubiera enrojecido de verg¨²enza si hubiese olvidado ese universo particular, si no hubiese estudiado, si no se sintiese part¨ªcipe, aliado, hermano... Pero hoy, ?qui¨¦n se sentir¨ªa culpable?
Tiene raz¨®n Gad Lerner: "Hoy ya nadie se ocupa de los obreros. La investigaci¨®n en torno a la condici¨®n obrera no s¨®lo ha dejado de apasionar a los mass media, sino que literalmente ha desaparecido de toda sede editorial y universitaria...". Ni un solo estudio, ni una sola encuesta sobre qui¨¦nes son y c¨®mo viven estos ciudadanos que contin¨²an siendo obreros".
Otras son las emociones que hoy d¨ªa nos conmueven. Otra es hoy la cultura dominante. La hegemon¨ªa corresponde ahora a la empresa, pero, ?ay de m¨ª!, temo que a la empresa equivocada. El famoso ocaso de la clase obrera ha oscurecido tambi¨¦n la figura del capit¨¢n de industria. Y la no del todo clara luz del nuevo d¨ªa ilumina a¨²n con cierta imprecisi¨®n la silueta del. nuevo h¨¦roe social- el prestidigitador financiero, el mago que milagrosamente crea del. dinero dinero. El tibur¨®n de la bolsa, el raider. El triunfador, que es un fen¨®meno y que hace dinero r¨¢pido y a lo grande. Pues ya les dec¨ªa antes que en Espa?a el dinero se hace que da gusto... Qu¨¦ pena ser casi de otra ¨¦poca y pensar que lo importante es hacer cosas, no dinero.
Si no, qui¨¦n sabe, quiz¨¢ liasta los m¨¢s torpes de nosotros podr¨ªamos tambi¨¦n hacer dinero, y aprender con el tiempo a bailar sevillanas.
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