Nadie da la cara
RESPONDER DE los actos propios es, para cualquier ciudadano respetable, una exigencia de orden moral; para un gobernante es, adem¨¢s, una obligaci¨®n. La pat¨¦tica aparici¨®n en televisi¨®n de un mandado del Ministerio del Interior dando la cara por sus jefes ante la opini¨®n p¨²blica horas despu¨¦s del asalto realizado por la polic¨ªa a un pac¨ªfico domicilio de Legan¨¦s constituye una resplandeciente ilustraci¨®n de la irresponsabilidad de los miembros de este Gobierno, que, cambien o no en el inmediato futuro, se comportan ya a las claras como si estuvieran liquidados.Forma parte de la concepci¨®n democr¨¢tica el que, cuando se cometen errores, los responsables pol¨ªticos se adelanten a ofrecer explicaciones ante sus representados. Ello es doblemente necesario en un campo tan sensible como el de la lucha contra el terrorismo, para cuyo ¨¦xito es imprescindible la confianza de los ciudadanos en las fuerzas sobre las que ha delegado el derecho al uso de la violencia leg¨ªtima. Y m¨¢s grave que el fracaso de la operaci¨®n resulta la sensaci¨®n de que nuestros gobernantes no hacen sino tirar la piedra y querer esconder la mano, o escurrir el bulto.
Se querr¨¢ argumentar que Felipe Gonz¨¢lez, a miles de kil¨®metros de distancia, ha hecho ya las declaraciones que ten¨ªa que hacer. Pero es pobre el argumento. El presidente est¨¢ en viaje de Estado, y es l¨®gico que su atenci¨®n se vea reclamada por los motivos de ese viaje y no por los sucesos de la gobernaci¨®n diaria, para lo cual la ley prev¨¦ ha de ser sustituido en sus ausencias. 0 sea, que entre un presidente del Gobierno desplazado a lugares remotos que despacha el asunto con cajas destempladas y un jefe de prensa de la Secretar¨ªa de Estado para la Seguridad baIbuciendo excusas ante las pantallas de televisi¨®n, toda una sarta de vergonzosos silencios es lo ¨²nico que ha ofrecido el Gobierno hasta ahora. A estas alturas conviene interrogarse por la funci¨®n y el papel que verdaderamente desempe?a el vicepresidente del Gobierno. El habitual silencio del se?or Guerra sobre los grandes problemas de la gobernaci¨®n del pa¨ªs mientras sus compa?eros de Gabinete se abrasan en la lidia diaria resulta ya del todo impresentable cuando, en ausencia del presidente, asume la responsabilidad m¨¢xima del Ejecutivo. ?l es el presidente en funciones ahora. Su silencio es por eso tanto m¨¢s dram¨¢tico cuando su locuacidad ha sido tan grande en otras ocasiones.
De la misma manera habr¨ªa que preguntarse si la ¨²nica funci¨®n del portavoz del Gobierno, que el d¨ªa de autos tambi¨¦n se encontraba en Espa?a, es la de recitar cada semana la letan¨ªa de los acuerdos del Consejo de Ministros. Y, por supuesto, est¨¢ la responsabilidad del ministro del Interior, que en manera alguna puede delegar en un bur¨®crata de la casa la responsabilidad de dar la cara y responder con sus explicaciones a las inquietudes que lo sucedido el lunes ha sembrado en la opini¨®n p¨²blica. Explicaciones, por lo dem¨¢s, que habr¨¢n de extenderse a los tribunales de justicia si el fiscal general del Estado se muestra menos obediente al poder que lo que es habitual y atiende- a lo previsto en la Constituci¨®n. El art¨ªculo 55 de ¨¦sta establece, en efecto, a prop¨®sito de la suspensi¨®n por ley org¨¢nica de determinados derechos y libertades, que "la utilizaci¨®n injustificada o abusiva de las facultades reconocidas en dicha ley org¨¢nica producir¨¢ responsabilidad penal, como violaci¨®n de los derechos y libertades reconocidos por las leyes".
Cuando tres terroristas del Ej¨¦rcito Republicano Irland¨¦s (IRA) fueron tiroteados por la polic¨ªa de Gibraltar en condiciones dudosamente legales, el secretario del Foreign Office, sir Goffrey Howe, dio su versi¨®n oficial a la C¨¢mara de los Comunes apenas 24 horas despu¨¦s. A los efectos que hoy comentamos, no importa que esa versi¨®n fuera contestada m¨¢s tarde por otros testimonios y que la actuaci¨®n posterior del Ejecutivo brit¨¢nico respecto de los medios de informaci¨®n fuese censurable: lo cierto es que en cuesti¨®n de horas uno de sus m¨¢s destacados miembros compareci¨® en el Parlamento para dar la cara por algo de lo que su Gobierno era responsable. En Espa?a habr¨¢ de transcurrir todav¨ªa casi una semana antes de que el ministro del Interior acuda al Parlamento a explicar el desaguisado de Legan¨¦s. Dar la cara en estas situaciones es lo menos que se puede pedir a quienes se arrogan en determinadas circunstancias el poder de disponer de las vidas y las haciendas de los ciudadanos en aras de la defensa de intereses que se consideran superiores. Porque lo de Legan¨¦s fue un error, pero, por lo que se va sabiendo, no fue fortuito. Y no lo cometi¨® la polic¨ªa, sino sus dirigentes pol¨ªticos.
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