Signos de un cambio
La mayor parte de los comentaristas que la siguieron d¨ªa a d¨ªa considera que la selecci¨®n oficial del reci¨¦n terminado festival de Cannes ha sido mala. Unos pocos, por el contrario, pensamos de otra manera.Hubo, es cierto, muchas pel¨ªculas mediocres, a las que hay que a?adir algunas bien hechas, pero de tan poca entidad que no se entendi¨® qu¨¦ hac¨ªan en el m¨¢s importante acontecimiento cinematogr¨¢fico mundial, mientas otras quedaban incomprensiblemente fuera de ¨¦l.
En primer lugar, no hay mucho donde elegir en un cine como el actual, que, considerado en bloque, lleva mucho tiempo estancado, ante una encrucijada de caminos, sin saber cu¨¢l de ellos tomar. Esto es lo peor que puede ocurrirle a un arte que, por llevar a cuestas el fardo de una industria que maneja cifras muy importantes y que inevitablemente condiciona sus orientaciones, requiere agilidad, movilidad imaginativa, y que, debido a ello, necesita creadores capaces de tomar los caminos dif¨ªciles y las opciones formales arriesgadas.
No abunda ya este tipo de cineastas. Baste decir que las noticias m¨¢s gratificantes del aluvi¨®n informativo que produce Cannes han sido los anuncios del retorno detr¨¢s de las c¨¢maras de dos ancianos: Antonioni y Kurosawa, maestros que saltaron a la fama desde Cannes con filmes de insuperable audacia y sentido del riesgo. Junto a ellos, o m¨¢s tarde a su sombra, en el Cannes de los a?os cincuenta y sesenta, el cine se movi¨®, se hizo emprendedor. Pero, poco a poco, en a?os posteriores, su capacidad para abrir nuevas rutas a la imaginaci¨®n fue debilit¨¢ndose y en ocasiones lleg¨® a asomar la amenaza de extinci¨®n.
No ha sido ¨¦ste el caso de lo ocurrido este a?o. Ha habido pocas pel¨ªculas rompedoras, de las que abren caminos, pero han existido, y esto hoy no es poco.
Hubo cinco obras conscientes de la necesidad que el cine tiene de salir del atolladero en que lleva metido desde hace muchos a?os y de recuperar sus hilos perdidos con las cuestiones mayores de la vida contempor¨¢nea, que son las mismas cuestiones de siempre, seg¨²n aquello de que s¨®lo es actual lo eterno.
Cinco precedentes
Estos filmes son No matar¨¢s, del polaco Kieslowski; Un mundo aparte, del brit¨¢nico Menges; Distant voices, still lives, del tambi¨¦n brit¨¢nico Davies; El rey de los ni?os, del chino Kaige; y, curiosamente, Bird, la superproducci¨®n de la Warner dirigida por Clint Eastwood. Cada una a su manera, son cinco obras llenas de riesgo, novedad e inteligencia emprendedora.
El jurado de Cannes, al otorgar la Palma de Oro, a la bella pero inocua y nada arriesgada pel¨ªcula danesa Pelle el conquistador, de Bille August, eligi¨® el confortable camino de la seguridad, en lugar de arriesgarse, como lo hicieron esos pocos filmes que tuvieron a mano y no se atrevieron a sacar al primer rango.
Los dos filmes brit¨¢nicos, sin excesos formales, con elegancia, son otras tantas entregas de la punta de lanza de una cinematograf¨ªa como la brit¨¢nica, que desde la inexistencia ha remontado en los ¨²ltimos a?os una escalada hacia las primeras l¨ªneas de cine mundial. El filme chino es un alarde de estilo invisible, pero poderoso y diferenciado, que recuerda, para entendernos, la intensidad l¨ªrica de El esp¨ªritu de la colmena, de V¨ªctor Erice. La pel¨ªcula polaca es una genuina obra subversiva, y nada hay m¨¢s ins¨®lito, en medio de una epidemia de conservadurismo, que una llamada al esc¨¢ndalo tan precisa como ¨¦sta, que lleva dentro un rechazo de todos los modelos de sociedades existentes y recupera para el cine la llama sagrada de la utop¨ªa y del rechazo, desde la poes¨ªa negra, a la negrura de la historia.
Y, finalmente, Bird. Una superproducci¨®n estadounidense abiertamente minoritaria, e incluso -junto a sus excesos de duraci¨®n, que pueden en parte remediarse en una moviola con cortes que le den las s¨ªntesis que le faltan- con aut¨¦nticas exquisiteces, que contrastan con el dominio de lo burdo en las actuales pel¨ªculas norteamericanas de gran presupuesto, que viven del cine sin aportar nada al cine.
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