Presentada en Francia una versi¨®n l¨ªrica de la obra de Lorca 'Bodas de sangre'
Estrenada el pasado 15 de marzo en la ?pera de Montpellier, que la coproduce junto con el Gran Teatro de Burdeos, se ha presentado, en el marco del Festival de Francia, la nueva ¨®pera de Charles Chaynes Noces de sang (Bodas de sangre), basada en la obra que Garc¨ªa Lorca escribi¨® en 1933, traducida por Marcelle Aoclair y con un libreto del propio compositor.
Charles Chaynes (Toulouse, 1925), autor de varias obras vocales -entre ellas una ¨®pera anterior, Erzsedet, con la que gan¨® en 1984 el Premio de la Academia Charles Cros-, de obras sinf¨®nicas, para conjunto instrumental y de m¨²sica de c¨¢mara, ha decidido correr el riesgo, fascinado por el autor granadino, y, lo que es mejor todav¨ªa, lo ha hecho evitando cuidadosamente toda tendencia t¨®pica, a lo que la obra se presta, aunque al final de las escenas abuse un tanto de la percusi¨®n, muy presente a lo largo de la obra -hay cinco percusionistas con varios ¨ªnstrumentos- y generalmente bien utilizada.Entre los aciertos evidentes, la brevedad (un solo acto) y una combinaci¨®n justa de canto y recitativo, ambos generalmente muy breves, condicionados sin duda por la forma de la obra de Lorca. Adem¨¢s de esto, la estilizaci¨®n o transformaci¨®n de toda referencia musical, por ejemplo en esos ligeros de toques de cante, entre el lamento y el grito animal, sin excesos, y cuando se oye la guitarra (amplificada) -inevitable en obras de este tipo para todo extranjero- mezcl¨¢ndola con el clavec¨ªn, lo que le da un toque de lejan¨ªa, sin saberse muy bien de d¨®nde procede el sonido, o el empleo de las campanas, con una melod¨ªa atonal en la lejan¨ªa.
Tierra andaluza
El montaje y los decorados, fundamentalmente inspirados estos ¨²ltimos en la sequedad y aridez de la tierra andaluza -obra de Michael Lonsdale, conocido actor cinematogr¨¢fico y de J. D. Capeyron, respectivamente-, desgraciadamente escapan menos al t¨®pico, sobre todo considerando que la m¨²sica de Chaynes permite otro tipo de montaje, menos realista y localizado, por ejemplo m¨¢s temporal.Aunque haya algunos aciertos -la transformaci¨®n del color del cielo seg¨²n la intensidad de las escenas, hasta llegar, como era previsible, al rojo intenso-, hay tambi¨¦n fallos notables y m¨¢s de un lugar com¨²n. Entre los primeros, la sombra gigante del bailar¨ªn de flamenco, que parece m¨¢s bien contorsionarse como si algo le picara, o la poca densidad de los sucesivos personajes que Mart¨ªnez Biart interpreta, quien lamentablemente no puede demostrar su talento dada la inconsistencia de la direcci¨®n.
Entre los segundos, esos monjes siniestros que transportan los cad¨¢veres de los dos protagonistas. Son todos ¨¦stos elementos que quitan ritmo y agilidad al montaje y neutralizan ciertos logros, como el de esa menina velazque?a con vestido terroso y m¨¢scara daliniana que se pasea con un globo en la mano (suponemos que es la Luna) por el escenario, algo que aunque no viene a cuento y no hace m¨¢s que insistir innecesariamente sobre eso de la aridez, etc¨¦tera, pudiera haber sido, sin embargo, hermoso presentado de otra forma.
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