La incapacidad de la derecha
ALGUNOS DE los problemas internos de Alianza Popular, puestos de manifiesto hace un par de meses -con motivo de una conferencia de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar y otros episodios-, quedaron aplazados por la c¨²pula del partido a fin de no perjudicar las expectativas aliancistas para las elecciones catalanas. Celebradas ¨¦stas, y cosechado un nuevo fracaso por el principal partido de la derecha, las cosas est¨¢n m¨¢s o menos como estaban. Hern¨¢ndez Mancha ha achacado el fracaso a la imagen de indisciplina y desuni¨®n que proyecta el partido. Para demostrar que no est¨¢ dispuesto a seguir toler¨¢ndolo, ha aceptado la dimisi¨®n de sus cargos presentada por el ex vicepresidente del partido, Alfonso Osorio, que hab¨ªa expresado ciertas dudas sobre la capacidad de liderazgo del propio Mancha y propugnado un giro estrat¨¦gico orientado a centrar la imagen del partido. Simult¨¢neamente, algunos voluntariosos estrategas vocacionales han vuelto a echar cuentas, con el resultado consabido: lo de Catalu?a demuestra que si se unieran todas las fuerzas opuestas al socialismo, incluyendo a regionalistas conservadores y nacionalistas moderados, los d¨ªas de Felipe Gonz¨¢lez en la Moncloa estar¨ªan contados.La crisis de AP no es la crisis de un partido, sino la de la derecha espa?ola. Y viene de lejos. Desde los tiempos de C¨¢novas, la derecha se ha mostrado incapaz de articular un proyecto pol¨ªtico nacional coherente e inequ¨ªvocamente democr¨¢tico. Cuando ha gobernado, lo ha hecho con el auxilio combinado del caciquismo y la corrupci¨®n, o bajo la tutela de un r¨¦gimen militar. En ausencia de tradici¨®n democr¨¢tica y de un proyecto pol¨ªtico claro, la derecha -agrupada en torno a la figura emblem¨¢tica de Manuel Fraga- ha funcionado m¨¢s bien como una federaci¨®n de notables, representantes de intereses bastante localizados y con frecuencia espec¨ªficamente localistas.
Ese liderazgo, en la medida en que produc¨ªa cierta impresi¨®n de unidad, supli¨® durante algunos a?os la real ausencia de proyecto. La retirada del fundador -o al menos su anuncio- a sus lares de Galicia ha disipado esa apariencia, y la derecha vuelve apresentarse dividida, incluso regionalizada. Ya en 1987, sectores conservadores implantados en determinadas provincias se emanciparon de l¨¢disciplina ahancista para presentarse a las elecciones auton¨®micas como alternativas regionales -y regionalistas- al socialismo. A la vista de que ni con Fraga ni sin ¨¦l cuajaba una alternativa nacional a la socialdemocracia gobernante, el repliegue hacia los gobiernos regionales era una forma de intentar tocar poder.
De ah¨ª se ha pasado a la idea de una recomposici¨®n de la derecha en base a la alianza entre los diversos regionalismos de nuevo cu?o y los potentes nacionalismos de Catalu?a y Euskadi. ?No es acaso Pujol un pol¨ªtico conservador? ?Y no ha proclamado, en v¨ªsperas de las elecciones del 29 de mayo, la necesidad de una alternativa al PSOE -aunque precisando que ¨¦l no era esa alternativa-? Quienes de tal guisa cavilan olvidan, como lo olvidaron antes a prop¨®sito del centrismo suarista, que las leyes de la pol¨ªtica no son reducibles al orden pitag¨®rico: si los nacionalistas de Pujol son capaces de obtener el 45% de los votos, y ello en sectores sociales muy heterog¨¦neos, es porque su opci¨®n se presenta de manera diferenciada tanto respecto al socialismo gobernante en Madrid como a la derecha aliancista. Es decir, que una parte de ese electorado emigrar¨ªa a otras opciones si fuera advertido de que su voto ser¨ªa utilizado para reforzar una opci¨®n encabezada a escala nacional por AP. Y, a la inversa, una parte de los cuatro o cinco millones de votantes que conserva AP cambiar¨ªa de canal ante la expectativa de una utilizaci¨®n nacionalista de su voto.
Dicho de otra manera: la alternativa de la derecha s¨®lo puede construirse resolviendo su propia crisis de liderazgo y de proyecto pol¨ªtico. En la medida en que AP sea capaz de definir ese proyecto, podr¨¢ plantearse la posibilidad de articular en torno al mismo a otras fuerzas conservadoras. Pero resulta ingenuo pensar que ser¨¢ la pura agregaci¨®n f¨ªsica de todos los no socialistas lo que producir¨¢ ese proyecto.
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