Soportar la belleza

Antonio Gamoneda ha si do, para muchos, un descubrimiento reciente. La aparici¨®n del volumen Edad (1987), unas reoganizadas y sabiamente retocadas obras completas, nos obligaron a fijarnos en este viejo nuevo poeta que parece llamado a influir poderosamente en la topograf¨ªa de un espacio po¨¦tico, el nuestro, que necesitaba, a todas luces, en la autoridad de originales modos de expresi¨®n, de referencias no gastadas por el uso y abuso de los aficionados o el resabio de los profesionales. Aqu¨ª hay verdadera investigaci¨®n, y su producto es un campo sem¨¢ntico y tem¨¢tico propio y ¨²nico; pero Gamoneda no nos ha influido s¨®lo desde su obra: quienes conocieron su labor al frente de la colecci¨®n Provincias saben que, en buena medida, las tendencias y alturas de toda una ¨¦poca fueron insinu¨¢ndose en aquellos austeros vol¨²menes de versos: por all¨ª pasaron ?lvarez Ortega, Carlos Sahag¨²n, Vicente Gaos, Eugenio de Nora, Antonio Colinas, Juan Luis Panero, Gabriel y Gal¨¢n...El hecho de que el libro galardonado haya sido este a?o un volumen de obras (de momento completas) es, en este caso, un privilegio. Ello permitir¨¢ a los nuevos lectores recorrer completa tina aventura po¨¦tica que, sin abandonar en ning¨²n momento su compromiso humano, su intencionalidad seducida por la vida, se va elevando hacia ese momento de madurez, fortaleza, en que el poeta se toma puro intermediario, ese momento en que el poeta ha aprendido ya todas las t¨¦cnicas que le permitir¨¢n, finalmente, servir mejor a esos ancianos invisibles cuyas canciones pasan por su lengua.

La decisi¨®n, seguramente, no ha sorprendido a nadie. Y es que hace tiempo que el nombre de este poeta impuro, conocedor de la majestad de la pobreza y de la furia del pastor, ven¨ªa sonando en boca de la necesidad.