Muchos acentos deja el viaje
Francisco Ayala vive en una casa tan grande, tan grande, que tiene eco. Cuesta imaginar c¨®mo se cuelgan las l¨¢mparas del techo y es f¨¢cil en cambio figurarse a ni?os recorriendo los salones en bicicleta. Ayuda a la impresi¨®n de espacio la ausencia de alfombras, las ventanas abiertas sobre el centro de Madrid (el quiosco de la esquina es el de la Cibeles) y los cuadros de un abstracto atormentado que cuelgan de las paredes; muchos llevan dedicatoria.Desde la entrada, en la traves¨ªa hasta el sal¨®n, se puede obervar la mezcla de estilos que suelen revelar al viajero. Ayala lo ha sido y lo es: viaja a menudo en busca de sus viejos amigos, y especialmente a Nueva York, donde viven su hija, profesora, y su nieta; ahora las espera con ansiedad, se le nota. Adentrada ya la charla, el escritor revela que el premio supone para ¨¦l un golpe de ¨¢nimo para aliviar una circunstancia dif¨ªcil que vive desde hace cierto tiempo.
Decir que los 82 a?os no se le notan al escritor no es ret¨®rica: no se le notan. Ayer vest¨ªa una camisa-chaqueta americana de color lila, no hace un mes que public¨® una nueva edici¨®n de un t¨ªtulo que ha tenido mucho ¨¦xito, Introducci¨®n a las ciencias sociales, y acaba de salir su voluminosa autobiograf¨ªa, Recuerdos y olvidos (Alianza Editorial). Se compone de tres grandes partes: Del para¨ªso al destierro, El exilio, Retornos.
Francisco Ayala es uno de los poqu¨ªsimos indianos a los que se les peg¨® el acento, aunque a ¨¦l no le guste el comentario y aunque para otros sea en realidad acento andaluz pasado por Am¨¦rica. ?l tiene un alto concepto de su propio o¨ªdo, y asegura que se le pega lo que oye. Si es as¨ª, el acento de Ayala ha de ser una mezcla de granadino, madrile?o, porte?o (de Buenos Aires), brasile?o (carioca), puertorique?o y neoyorquino. Pues ¨¦sa ha sido m¨¢s o menos su trayectoria.
Ida y vuelta
De Francia, tras la guerra, Ayala march¨® a Argentina, donde se volvi¨® a hacer un nombre con el derecho y la literatura; public¨® libros de sociolog¨ªa y ensayo pol¨ªtico, e imparti¨® clases en la universidad. La llegada del peronismo le oblig¨® de nuevo a hacer las maletas. Casado con la chilena Etelvina Vargas Silva, a la que conoci¨® en Berl¨ªn cuando sus tiempos de universidad, se lleva a su familia a Puerto Rico, donde ense?a en la universidad de R¨ªo Piedras desde 1950 a 1956. A continuaci¨®n, y hasta 1976, a?o de su jubilaci¨®n, ense?ar¨¢ literatura en varias universidades de Estados Unidos, y particularmente en Nueva York.
El regreso ya se hab¨ªa hecho con cautela desde que en 1960 el escritor decidi¨® acercarse a su pa¨ªs para ver c¨®mo marchaban las cosas. ?Por qu¨¦ con cautela?, se le pregunta, y ¨¦l no responde, sino que comenta qu¨¦ joven es quien se lo pregunta.
En 1971, Ayala recibi¨® el premio de la Cr¨ªtica por El jard¨ªn de las delicias. Su segundo volumen de memorias, El exilio, obtuvo el Nacional de Literatura en 1983, a?o en que fue elegido miembro de la Real Academia Espa?ola. Es miembro de la comisi¨®n de humanidades y es uno de los miembros m¨¢s asiduos de la casa. Es adem¨¢s doctor honoris causa por varias universidades. Sus libros, como sucede a veces a los escritores, le aburren y no los lee. Tampoco prefiere a ninguno porque no los public¨® hasta no estar seguro de que no se arrepentir¨ªa. Su obra, escrita en un castellano puro y claro, es extensa. Y sin embargo ha tachado mucho.
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