Cosmopolita

Como buen cosmpolita que es, Francisco Ayala no abandona el c¨ªrculo central de su ciudad y camina por ella a pie, con los ojos azules y granadinos llenos de curiosidad y de iron¨ªa. Cruza las esquinas sabi¨¦ndoselas todas y acude a los mismos restaurantes para o¨ªr sonidos parecidos, los sonidos que parecen el fondo musical de una sinfon¨ªa difusa que junto a ¨¦l cobra sentido porque la suya es una conversaci¨®n que pasa de un tema a otro con la velocidad del verbo de un adolescente. Por eso el ruido del ambiente termina desapareciendo a medida que ¨¦l se embala relatando qu¨¦ pasa por el mundo o qu¨¦ ocurre en su imaginaci¨®n.Es un conversador esencial, lleno de historias que cuenta con la sabidur¨ªa de un anarquista: lo organiza todo para desmontarlo luego y mostrar que al fin los humanos son fatuos como fuegos de artificio. Se dir¨ªa que no tiene edad alguna cuando avanza con la mano extendida y se moja con la lengua fin¨ªsima la parte central del bigote, un capricho blanco colocado all¨ª por un tiempo que en el resto de su espacio personal se encuentra detenido. Es exacto en la cita, que dice con el acento andaluz que el cosmopolita, como es natural, no ha perdido, y es tambi¨¦n pulcro en la memoria, que lanza sobre la mesa como si fuera un caballo contenido. Cuando se acaba la charla con ¨¦l parece que el mediod¨ªa ha sido un libro abierto por la palabra ahora.