Volver a empezar
EL GOBIERNO y la Uni¨®n General de Trabajadores han reanudado una conversaci¨®n que llevaba casi un a?o interrumpida. A¨²n es pronto para' saber si ese di¨¢logo ser¨¢ la antesala del acuerdo social. Factores diversos han prolongado la incomunicaci¨®n durante demasiado tiempo, en perjuicio de las dos partes: del Gobierno, por la deslegitimaci¨®n que para su proyecto reformista implicaba el divorcio con la tradici¨®n encarnada por la central que dirige Nicol¨¢s Redondo, y del sindicato, porque se hab¨ªa visto arrastrado a una din¨¢mica de enfrentamiento frontal que favorec¨ªa el protagonismo de su rival, Comisiones Obreras, y su estrategia de desgaste del poder socialista a cualquier precio. Esa incomunicaci¨®n afectaba tambi¨¦n negativamente a las expectativas de modernizaci¨®n de la sociedad espa?ola en un momento en el que la favorable coyuntura y el contexto internacional permiten albergar razonables esperanzas de progreso.El desbloqueo de las relaciones producido el jueves en la Moncloa fue precedido por las declaraciones de Gonz¨¢lez en la conferencia de la Organizaci¨®n Internacional del Trabajo (OIT) celebrada d¨ªas atr¨¢s en Ginebra. Y despu¨¦s se han producido las declaraciones del presidente avalando la permanencia del actual gobernador del Banco de Espa?a, Mariano Rubio, y no descartando la del ministro de Econom¨ªa, Carlos Solchaga. En Ginebra, Gonz¨¢lez vino a decir que la buena situaci¨®n econ¨®mica permit¨ªa una pol¨ªtica presupuestaria m¨¢s expansiva: en una palabra, que iban a atenderse las demandas sindicales en favor de un mayor contenido social de los presupuestos. En realidad, tales palabras no eran sino la repetici¨®n de lo expresado por ¨¦l mismo en su discurso de clausura del 31? Congreso del PSOE, en enero pasado. Pero ya entonces advirti¨® el presidente que una de las condiciones para que esa pol¨ªtica tuviera ¨¦xito era su asociaci¨®n al m¨¦todo de la concertaci¨®n, al compromiso por parte de los sindicatos de establecer una jerarquizaci¨®n de las demandas sociales de acuerdo con un proyecto general que no ponga en peligro el crecimiento econ¨®mico. En ese compromiso podr¨ªa entenderse el mantenimiento del equipo econ¨®mico o al menos el del gobernador del banco emisor, que ha realizado una meritoria tarea durante su primer mandato.
Por otra parte, experiencias recientes, como las de la banca, el sector naval o la ense?anza, han ense?ado que, sin un compromiso de ese tipo, la din¨¢mica de corporativismos y agravios comparativos desatada no s¨®lo desborda al Gobierno, sino tambi¨¦n a las centrales sindicales. La situaci¨®n de ¨¦stas no es, adem¨¢s, tan boyante como para arriesgar su futuro en aras de demostrar su capacidad para poner al Gobierno en aprietos. Y en una batalla abierta entre la UGT y el Gobierno, ¨¦ste cuenta con la ventaja de carecer de alternativa pol¨ªtica solvente a corto plazo, lo que no es el caso del sindicato.
Nicol¨¢s Redondo puede considerar que las posiciones adelantadas ahora por Gonz¨¢lez suponen darle retrospectivamente la raz¨®n. S¨®lo en parte: el Ejecutivo dir¨¢ que dif¨ªcilmente se hubiera llegado a la situaci¨®n econ¨®mica actual, especialmente en materia de creaci¨®n de empleo, si el Gobierno no hubiera mantenido, a despecho de las presiones sindicales, las prioridades marcadas en su programa (reconversi¨®n de sectores en crisis, contenci¨®n de la inflaci¨®n, control del gasto p¨²blico). Pero sin la firmeza de los sindicatos, los tecn¨®cratas del Gobierno podr¨ªan haber seguido aplazando el giro social que ahora se anuncia.
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