Despu¨¦s de la revoluci¨®n
En un texto muy pocas veces citado, y escrito hace ya tres d¨¦cadas, Herbert Marcuse disertaba el cuadro de tensiones en que hab¨ªa de moverse la historia sovi¨¦tica posestalinista: ?c¨®mo lograr la compatibilidad de una econom¨ªa militarizada con un nivel de vida satisfactorio y, progresivo? El mantenimiento de una vasta organizaci¨®n militar (fuerzas armadas y polic¨ªa secreta) ser¨ªa el principal agente de autoritarismo y de freno a los cambios econ¨®micos. Tambi¨¦n la burocracia del partido-Estado interviene en el mismo sentido estabilizador, al tratarse de una clase interesada en la propia perpetuaci¨®n en el poder. El tema, resum¨ªa Marcuse, era saber si ese conjunto de factores limitativos resultaba compatible con el crecimiento necesario al Estado sovi¨¦tico.A 70 a?os de distancia de la Revoluci¨®n de Octubre, la respuesta de Gorbachov parece coincidir con la de Marcuse: existir¨ªa en la URSS una contradicci¨®n insalvable entre el crecimiento de la econom¨ªa y el anquilosamiento del sistema. El balance de los ¨²ltimos a?os de vida sovi¨¦tica ha sido inequ¨ªvoco: por espacio de dos largas d¨¦cadas, la estabilizaci¨®n de Breznev pareci¨® negar la historia. Seg¨²n el mon¨®tono discurso oficial, la ciencia socialista, el marxismo-leninismo, en cuanto pauta infalible de explicaci¨®n de los procesos hist¨®ricos, ven¨ªa a sancionar la superioridad del socialismo real sobre el mundo capitalista. La URSS parec¨ªa haber embocado una senda de trazado inmutable, expresi¨®n en el plano ideol¨®gico del poder no menos propenso a eternidad de la burocracia del Estado y del partido. El ¨²nico problema para los comunistas sovi¨¦ticos resid¨ªa en que una cosa era el ritual y otra la realidad. Anteriormente, Jruschov hab¨ªa apostado por el triunfo econ¨®mico del socialismo sobre el capitalismo, dado su car¨¢cter de sistema econ¨®mico basado en la asignaci¨®n racionalizada de los recursos: "Venceremos", lleg¨® a decir, "cuando la gente se refugie del Oeste en el Este para vivir mejor, y no al contrario". Desde este punto de vista, la derrota era inapelable. La inferioridad econ¨®mica respecto del capitalismo organizado fue haci¨¦ndose cada vez m¨¢s notoria y la pol¨ªtica de confrontaci¨®n de bloques, culminada en Afganist¨¢n y en la carrera de los misiles, increment¨® de modo insensato los riesgos de una conflagraci¨®n mundial. Y en la misma medida requiri¨® unos gastos militares que resultaban insoportables para una econom¨ªa poco eficaz. Fue la de Breznev, como alguien ha dicho, una era de "estancamiento y misiles" de la que s¨®lo cab¨ªa una escapatoria: dar marcha atr¨¢s y recuperar la, iniciativa a costa de que saltara en pedazos el discurso de autocomplacencia. "No hay otro camino", insistir¨¢ una y otra vez Gorbachov para destacar la inexorabilidad de su proyecto pol¨ªtico.
Hoy sabemos ya que desde sus primeros pasos la reestructuraci¨®n no ha tenido la vida f¨¢cil. La historia del comunismo ofrece una secuencia de intentos de transformaci¨®n fallidos, y basta evocar las reformas de Jruschov tras el 20? Congreso del Partido Comunista de la Uni¨®n Sovi¨¦tica o la primavera checoslovaca de 1968, antecedentes directos de lo que ahora ocurre. "Nuestra iniciativa", ha reconocido Gorbachov, "tropieza con un muro de indiferencia cuando no de evidentes resistencias". Ahora bien, dada la estructura habitual de comportamiento en los partidos comunistas, no cabe esperar una confrontaci¨®n abierta, sino una batalla de desgaste donde la aprobaci¨®n aparente sirva de apoyo al mantenimiento de posiciones tradicionales y al freno de los procesos de cambio. Ciertamente, Gorbachov ha sabido desbordar una primera barrera al llevar el debate m¨¢s all¨¢ de los l¨ªmites de siempre, buscar la participaci¨®n de las capas intelectuales y, en, definitiva, hacer entrar en juego a los ciudadanos. Los ¨¦xitos en la pol¨ªtica internacional hacen por el momento dif¨ªcil la labor de sus adversarios. Pero ¨¦stos cuentan a¨²n con importantes bazas, y no es- la menor esa cuadratura del c¨ªrculo que supone dar contenido a la democracia, por fin sin adjetivos, de que habla el l¨ªder sovi¨¦tico. Volver a Lenin no es suficiente, porque ya Lenin fracas¨® en su ensayo de forjar una democracia de masas a partir de la revoluci¨®n. El voto secreto y la pluralidad de candidaturas son primeros pasos v¨¢lidos. Pero ?con qu¨¦ objetivo y hasta qu¨¦ l¨ªmite?
Finalmente entran en juego los problemas exteriores. La intervenci¨®n en Afganist¨¢n ha supuesto un costoso rev¨¦s para la URSS y constituye un cap¨ªtulo a¨²n no cerrado. Y est¨¢ la crisis casi general de las democracias populares (Yugoslavia incluida a estos efectos). Con las ¨²nicas excepciones de Checoslovaquia y de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana, el malestar econ¨®mico y la insatisfacci¨®n pol¨ªtica son un denominador com¨²n que alcanza sus expresiones m¨¢s cr¨ªticas en Polonia y Ruman¨ªa, pero que ni siquiera excluye a Hungr¨ªa. En el caso de surgir un estallido, est¨¢ por ver si sigue o no vigente la m¨¢xima del 68: "la defensa del socialismo es el deber internacionalista supremo", cuya aplicaci¨®n significar¨ªa el fin inmediato de la perestroika. Gorbachov tiene que enfrentarse aqu¨ª con problemas cuya trama escapa a su radio de acci¨®n pol¨ªtico. Sin olvidar la resurrecci¨®n en la propia URSS de las reivindicaciones nacionales.En todo caso, y aun con las dificultades rese?adas, la historia se mueve en la Europa del Este gracias a la pol¨ªtica de reformas de Gorbachov, y lo hace en la direcci¨®n de la paz y de la libertad. No es poca cosa. De cara a los eurooccidentales ha desaparecido lo que ya era un contramodelo para la perspectiva socialista. Cobra sentido de nuevo hablar de iniciativa hist¨®rica de ese sujeto pol¨ªtico en v¨ªas de extinci¨®n que era hasta hace poco la izquierda. Tampoco es corto balance de ese ¨²ltimo viraje en la evoluci¨®n hist¨®rica de la URSS, aunque resulte igualmente claro que la Rusia de los soviets no puede ya tener el papel de referente positivo para las expectativas de transformaci¨®n social. Un humorista italiano del diario La Repubblica evocaba recientemente esa desnudez ideol¨®gica dirigi¨¦ndose al secretario del Partido Comunista Italiano: "Ma dove vai, se la meta non ce l'hai?"-, ("Pero ?ad¨®nde vas, si careces de meta?"). Claro, que la objeci¨®n s¨®lo es v¨¢lida si contemplamos la raz¨®n de ser del socialismo como en los a?os treinta o cuarenta, en la reproducci¨®n de un modelo ya puesto a prueba. Hasta cierto punto hemos regresado a la situaci¨®n anterior a 1917 en cuanto que son las contradicciones y los estrangulamientos provocados por la l¨®gica del capitalismo lo que sigue fundamentando a escala mundial la existencia de fuerzas sociales y pol¨ªticas que proponen la reforma o la revoluci¨®n. La propuesta conformista viene invalidada por la miseria creciente en la periferia del mundo capitalista, por el imperialismo encamado en la pol¨ªtica de presi¨®n agresiva de Estados Unidos en Centroam¨¦rica, por el incremento de la desigualdad y de la marginaci¨®n dentro de nuestra propia sociedad. Si algo se ha desvanecido no es el espectro de Marx, referencia te¨®rica a¨²n ¨²til, especialmente si introducimos la l¨ªnea de an¨¢lisis apuntada en los escritos sobre Irlanda, sino aquel pensamiento ut¨®pico de los sesenta que so?aba un despliegue inmediato del socialismo a partir del capitalismo desarrollado. No es extra?o que muchos de sus portavoces entonces sean los conformistas de ahora. La exigencia de una pol¨ªtica alternativa, reformadora aqu¨ª, revolucionaria en otras ¨¢reas del mundo, sigue en pie. Conviene no olvidar que el socialismo consisti¨® desde sus or¨ªgenes, no en la b¨²squeda de un para¨ªso, sino en un intento de conseguir que la mayor¨ªa de los hombres escapase de infiernos entonces y hoy nada imaginarios.
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