Reagan, reacio a pedir al Congreso la ayuda militar solicitada por la 'contra'
Los l¨ªderes de la contra han vuelto a acudir a Washington para solicitar ayuda militar norteamericana, pero s¨®lo se han encontrado aqu¨ª con una condena formal de los sandinistas y una Administraci¨®n muy poco dispuesta a afrontar una nueva derrota en el Congreso sobre el tema de Nicaragua.
El secretario de Estado, George Shultz, ha denunciado al Gobierno de Managua por renegar de sus promesas de democratizar el sistema pero no ha prometido un nuevo esfuerzo de Reagan para armar a sus luchadores por la libertad.La Administraci¨®n, en los ¨²ltimos meses de su mandato y en plena campa?a electoral, se encuentra dividida y escaldada por el problema de Nicaragua. S¨®lo un grupo de ultraconservadores en el Departamento de Estado, encabezados por Elliot Abrams, principal responsable del fiasco Noriega, y en el Congreso, insisten en que EE UU debe rearmar a los rebeldes para que sobrevivan y mantengan la presi¨®n pol¨ªtica sobre los sandinistas mejorando su posici¨®n negociadora.
Pero el consejero de Seguridad Nacional, Colin Powell, y el jefe del Gabinete presidencial, Howard Baker, que acaba de anunciar su dimisi¨®n, son contrarios a que Reagan se arriesgue a dar una batalla, probablemente perdida, en el Congreso. El presidente de la C¨¢mara de Representantes, el dem¨®crata Jim Wright, advirti¨® ayer a la Administraci¨®n de que "no use el fracaso de las negociaciones de paz como un pretexto para solicitar la renovaci¨®n de la ayuda militar".
Wright quiere hablar primero con el presidente costarricense, Oscar Arias, y con el secretario general de la OEA, Joao Baena Soares, para saber cu¨¢l es su interpretaci¨®n de lo sucedido la semana pasada en Managua y cu¨¢les deben ser los pr¨®ximos pasos a dar. Muchos dem¨®cratas sospechan aqu¨ª que los hombres de Elliot Abrams, el secretario de Estado adjunto para Latinoam¨¦rica, dieron instrucciones de ¨²ltima hora a la delegaci¨®n de la contra para que elevaran la apuesta con propuestas que sab¨ªan inaceptables por los sandinistas. Fuentes parlamentarias estaban seguras -se lo hab¨ªa confirmado Alfredo C¨¦sar- que esta vez era posible un acuerdo definitivo.
Los dirigentes contras, que no mueven un dedo sin consultar con sus verdaderos jefes en Washington, se entrevistaron aqu¨ª el martes con Shultz y Colin Powell y han vuelto a peregrinar al Congreso. Pero su causa se ve ya como perdida. Incluso en la propia Administraci¨®n, ocupada con temas m¨¢s importantes como la relaci¨®n con Mosc¨², las repetidas visitas de los l¨ªderes contras, fuertemente divididos, a quienes desprecian como fuerza militar y pol¨ªtica, provocan una sensaci¨®n de hartazgo.
Daniel Ortega, al mantener abierta la tregua, no ofrece a Washington la justificaci¨®n para reabrir la guerra. Reagan ha enviado a Centroam¨¦rica a su gran negociador nuclear de Ginebra con los sovi¨¦ticos, Max Kampelman, te¨®ricamente para informar a los pa¨ªses de la regi¨®n de lo ocurrido en la cumbre de Mosc¨². Pero realmente para sondear, sobre todo con Oscar Arias, qu¨¦ hacer a partir de ahora. Es significativo que Reagan haya elegido a este h¨¢bil diplom¨¢tico, flexible, y muy alejado del fanatismo ideol¨®gico de los hombres que llevan la pol¨ªtica centroamericana en el Departamento de Estado.
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