Vicios de la feria
La Feria del Libro se ha ido. Un apret¨®n de agua y calores, de rutina y confusi¨®n la ha barrido hasta el a?o que viene. Ahora es tiempo de evitarlo. Repasemos uno de sus ¨²ltimos d¨ªas: encuadrados por columnas de garitas militarizadas -415 casetas-, los voluntarios desfilan en bloques compactos por la avenida del Plomo; las novedades son las mismas en todos y todos ofrecen los mismos t¨ªtulos de antes. Hay mucho de OTAN y PV en este fluir de masas sin direcci¨®n alguna.. La gente patea desconcertada y mon¨®tona. Imposible acceder al interior de los habit¨¢culos sin desalojar al preso (el sudoroso o congelado vendedor). Resignado, el gran p¨²blico se limita a mirar las filas impresas como si fueran cementerios de coches. En medio del cerco, los altavoces avisan una ruptura: un autor c¨¦lebre firma. Los aut¨®matas evantan desorientados la cabeza -"?Han dicho la 266 o la 376?"- y prosiguen su r¨ªtmica andadura de supermercado. Me estremece este peregrinar sin Santiago conocido, y cuando veo a lo lejos perderse masa, gritos y casetas en un todo, me parece leer sobre sus vidas un anuncio pos-Auschwitz: "La lectura libera". ?Qu¨¦ fue de aquellas ferias del Prado (no las de ocasi¨®n, que est¨¢n, bien planteadas), acaso tan perdidas como las de Medina en la Espa?a del medievo? No hay especializaci¨®n, y el objetivo natural, acercar el libro a todos, queda en revelaci¨®n inaprensible. S¨®lo los plazistas, rocas eruptivas de vendedores a plazos, se muestran encantados, pues es mucho mejor convencer a don Fulano Aturdido en este sombr¨ªo caos que recibir un portazo seguro en la visita a domicilio. Habr¨¢ que repetir: no es esto, no es esto. Es inadmisible que "una acci¨®n aglutinadora de la cultura" y subvencionada por la C¨¢mara del Libro, el Ayuntamiento, las cajas y la comunidad (s¨®lo falta la UEO) desemboque en esta artr¨®sica zafiedad, indigna del pueblo de Madrid (de cualquiera) y desde luego opuesta a toda cultura, por muy estatalizada que est¨¦. En el paseo de Coches del Retiro hay espacio; estudi¨¦moslo inteligentemente: situemos las casetas como valor de arquitectura en el paisaje, no como metralla (premios para j¨®venes arquitectos o decoradores); hag¨¢moslas m¨¢s grandes (es b¨¢sico que el visitante pueda entrar), mejor iluminadas (supresi¨®n del concepto de celda) y desde luego diferentes (espacio com¨²n, pero libertad absoluta en el dise?o). Luz, armon¨ªa, profesionalidad. ?Queremos una feria o un zoco de gul¨¢gs? Y ahora, despu¨¦s de la batalla, enterremos los cad¨¢veres y hagamos prop¨®sito de enmienda. Recemos.- Juan Pando Despierto.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.