Occidente, bien, gracias
Concluye la 'cumbre' de la autocomplacencia
FRANCISCO G. BASTERRA ENVIADO ESPECIAL Los siete grandes de Occidente concluyeron ayer en Toronto la cumbre de la autocomplacencia, d¨¢ndose palmadas en la espalda por lo bien que marchan sus econom¨ªas y por el deshielo de la guerra fr¨ªa. Tres d¨ªas en la ciudad m¨¢s segura de Am¨¦rica del Norte -un ciudadano tiene aqu¨ª siete veces menos riesgo de ser asesinado que en Nueva York- han servido para montar una lujosa fiesta de despedida (20 millones de d¨®lares) de la escena internacional a Ronald Reagan. Perfecto para la graduaci¨®n del viejo cruzado del anticomunismo convertido a la distensi¨®n.
El presidente norteamericano con un pie ya en su rancho de California, es el triunfador de esta cumbre, que ha preferido aparcar los problemas de fondo: deuda del Tercer Mundo, subvenciones agr¨ªcolas y desequilibrios entre los pa¨ªses industrializados. Los graves d¨¦ficit fiscal y comercial de EE UU est¨¢n a¨²n ah¨ª, pero mejoran algo y el d¨®lar parece estabilizado por unos meses. No es el momento de mover nada cuando se est¨¢ decidiendo la sucesi¨®n en la Casa Blanca.Un apoyo gen¨¦rico a la iniciativa de Washington, m¨¢s electoral que otra cosa, de crear una comisi¨®n internacional para luchar contra la droga, que incidir¨ªa en reprimir el lavado del dinero negro procedente del narcotr¨¢fico, es otro de los objetivos conseguidos por Reagan en Toronto. Los siete, que hablaron de la necesidad de coordinarse para proteger de ataques terroristas los Juegos Ol¨ªmpicos de Se¨²l, reafirmaron su condena del terrorismo y apoyaron la inmovilizaci¨®n en tierra de cualquier avi¨®n secuestrado.
La primera cena de la banda de los siete tuvo un ambiente de graduaci¨®n escolar, con Reagan como orador principal contando su incre¨ªble viaje a Mosc¨², explic¨® un portavoz brit¨¢nico. "No me pod¨ªa creer que estaba all¨ª", explic¨® el presidente a sus colegas, que ten¨ªan un ojo puesto en Mijail Gorbachov y el pensamiento en qui¨¦n se sentar¨¢ con ellos a la mesa, en julio del a?o que viene, en Par¨ªs: George Bush o Michael Dukak¨ªs.
Margaret Thatcher, designada por Ronnie albacea testamentaria del reaganismo, inici¨® inmediatamente la salva de aplausos. El festival de Toronto ha sido una apoteosis de estapareja, que, en contra de los pron¨®sticos, ha dominado la escena pol¨ªtica y econ¨®mica mundial en los ¨²ltimos a?os.Como ocurriera el a?o pasado en Venecia y antes en Tokio, Ron y Maggie -en este exclusivo club, los l¨ªderes se tuteanhan llevado la voz cantante. Thatcher, por deferencia del primer ministro canadiense, Brian Mulroney, fue la encargada de abrir la cumbre con una lecci¨®n magistral sobre la "niagia del libre mercado" y la necesidad de seguir adelante por la v¨ªa de la desregulaci¨®n, la disminuci¨®n del papel del Estado y de las cargas fiscales.Francois Mitterrand no ha planteado aqu¨ª batalla al d¨²o anglosaj¨®n. Los problemas pol¨ªticos internos le restan peso internacional al presidente franc¨¦s, que le revent¨® a Washington la cumbre de Bonn neg¨¢ndose a apoyar la guerra de las galaxias y establecer una fecha para iniciar una nueva ronda del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) sin reformas monetarias. Aun as¨ª, aqu¨ª ha luchado porque no faltara el detalle franc¨¦s, con su plan para condonar la deuda a los pa¨ªses m¨¢s pobres del ?frica subsahariana; curiosamente, todos del ¨¢rea econ¨®mica y cultural franc¨®fona.
El ¨²ltimo mutis internacional de Reagan -los grandes han concluido que es muy improbable una nueva cumbre con Gorbachov, y Reagan les ha asegurado que no se sentir¨¢ presionado por el tiempo para firmar un mal tratado sobre armas estrat¨¦gicas (START)oscurece, sin embargo, una realidad inaplazable: la emergencia de Jap¨®n como superpotencia econ¨®mica mundial.
Es posible que Washington designe a Thatcher como la capitana de Occidente, pero el Reino Unido es s¨®lo una poten cia de grado medio, y Jap¨®n que el a?o que viene recibir¨¢ mensualmente 1.000 milione de d¨®lares s¨®lo de sus inversio nes en el extranjero, superar¨¢ antes de de fin de siglo la econom¨ªa de EE UU. Esta fortale za contrasta con la timidez de sus l¨ªderes, que pasan casi inadvertidos en lis cumh-,Takeshita, in¨¦ditoTambi¨¦n, como le ocurre a la Rep¨²blica Federal de Alemania, Jap¨®n reh¨²ye un papel pol¨ª tico y militar mayor en la alianza occidental. Para su actual l¨ªder, Noboru Takeshita, ¨¦sta era su presentaci¨®n internacional, y vuelve a Tokio in¨¦dito como di
rigente mundial.
Mulroney, ayudado por la estrella de la cumbre, su espectacular esposa yugoslava, Mila, que parec¨ªa "la hija adolescente de Nancy Reagan", seg¨²n la Prensa local, ha conseguido un empuj¨®n para sus perspectivas electorales y, chupando c¨¢mara, mejorar su debilitada imagen. Y algo muy importante para Canad¨¢: estimular la candidatura de Toronto como ciudad sede de los Juegos Ol¨ªmpicos de 1996, despu¨¦s de Barcelona.
Los siete han sancionado lo que un portavoz brit¨¢nico calific¨® como una pol¨ªtica de "doble vigilancia" hacia la URSS. Esperar y ver prudentemente para protegerse de una eventual contrarreforma en Mosc¨² y limitarse a un apoyo verbal, a la espera de que la perestroika cuaje en leyes y en un nuevo comportamiento dom¨¦stico e internacional. Los dirigentes occidentales han admitido que Gorbachov va en serio, y le alientan a seguir adelante, pero condicionan su apoyo econ¨®mico a la triple agenda de mejor¨ªa en los derechos humanos, resoluci¨®n de conflictos regionales y progreso en el desarme.
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