Hait¨ª, un destino tr¨¢gico
EL GOLPE del general Henri Namphy pone fin al breve intento de restablecer en Hait¨ª un sistema constitucional de gobierno. S¨®lo cinco meses llevaba en el poder el presidente que acaba de ser depuesto, Leslie Manigat. Su elecci¨®n fue favorecida por los militares, y, en la pr¨¢ctica, ¨¦stos hab¨ªan conservado palancas fundamentales del poder. Llama la atenci¨®n que entre los promotores del golpe aparezca un militar que ocup¨® un cargo de confianza con el dictador Duvalier. La sublevaci¨®n ha estallado cuando Manigat quiso cambiar algunos mandos del Ej¨¦rcito con la esperanza -que ha resultado vana- de consolidar el poder civil. El pueblo haitiano, cuyo nivel de vida es el m¨¢s bajo del continente americano, ha sufrido un nuevo retroceso hist¨®rico. Se ha quebrado la t¨ªmida evoluci¨®n hacia un sistema pol¨ªtico civilizado. Ahora mandan de nuevo abiertamente los militares, y con elementos duvalieristas entre ellos.Hait¨ª, que a finales del siglo XVIII fue el teatro de la primera rebeli¨®n liberadora de un pueblo negro, cuyo jefe, Toussaint-Louverture, ha sido uno de los s¨ªmbolos de la lucha por acabar con la esclavitud, ha conocido un destino tr¨¢gico. En la ¨¦poca contempor¨¢nea, la dictadura de los Duvalier, padre e hijo, prolongada durante 30 a?os, ha sido una de las m¨¢s sangrientas que registra la historia. El pa¨ªs fue esquilmado por los Duvalier y por un c¨ªrculo de fieles, particularmente algunos militares y los tonton macoutes, una polic¨ªa paralela culpable de torturas y cr¨ªmenes sin fin. Cuando en febrero de 1986 la descomposici¨®n interna y la movilizaci¨®n popular, estimulada sobre todo por un sector de la Iglesia, obligaron al dictador a abandonar el pa¨ªs, hubo jornadas de esperanza. Pero una triste realidad las defraud¨® r¨¢pidamente.
El Ej¨¦rcito se hizo cargo de la transici¨®n. El general Namphy encabez¨® el Consejo de Gobierno y puso todas las trabas imaginables a la reorganizaci¨®n de las fuerzas democr¨¢ticas. ?stas, muy d¨¦biles por razones hist¨®ricas, empezaron a levantar cabeza en la campa?a para las elecciones que, en noviembre de 1987, deb¨ªan designar al nuevo presidente y al Parlamento. Pero grupos de tonton macoutes y de militares, con la complicidad del poder, ametrallaron locales de voto y sembraron el caos. Namphy anul¨® las elecciones. Fue el primer paso hacia el fracaso del intento de establecer un r¨¦gimen democr¨¢tico.
Ante la manipulaci¨®n que precedi¨® a las elecciones de enero de 1988, los partidos no presentaron candidatos. Fue elegido Manigat, el preferido por los militares. ?ste intent¨® luego sustraerse a esa tutela: adopt¨® actitudes aperturistas, form¨® un Gobierno de t¨¦cnicos y present¨® la recuperaci¨®n econ¨®mica como una tarea a la que deb¨ªan asociarse todos los haitianos. Se esforz¨® por convencer a Estados Unidos de que restableciera la ayuda econ¨®mica y militar, suprimida despu¨¦s de la anulaci¨®n de las elecciones de 1987. El choque con los militares se produjo por su deseo de asegurar la primac¨ªa del poder civil. La c¨²pula militar, que protege extensas redes de contrabando, fuente de enormes ganancias, se sinti¨® amenazada en sus privilegios.
A pesar de las reacciones y condenas del golpe militar por parte de diversos Gobiernos latinoamericanos y de amplios medios democr¨¢ticos, no parece probable que se adopten medidas efectivas para sostener la causa de la democracia en Hait¨ª. Sobre todo por la actitud adoptada en EE UU. El gobernador de Puerto Rico ha pedido sanciones econ¨®micas, pero su opini¨®n no pesa en Washington, que se orienta en un sentido opuesto. Seg¨²n el portavoz del Departamento de Estado, se mantendr¨¢n las relaciones diplom¨¢ticas y seguir¨¢ la ayuda econ¨®mica "humanitaria", que no hab¨ªa sido cortada el a?o pasado. Los argumentos que hoy invoca EE UU -las relaciones son con Estados, no con Gobiernos- son exactamente contrarios a los empleados al cortar las relaciones con el Gobierno de Panam¨¢ cuando el presidente civil fue destituido por el general Noriega.
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