Alternativos
Hasta hace bien poco, la cr¨ªtica a las propuestas conservadoras ten¨ªa una dimensi¨®n global y sustitutoria que constitu¨ªa el fundamento del cambio. Las transformaciones no se entend¨ªan sin una filosof¨ªa general que postulaba el asalto a algunos de los principios b¨¢sicos que constituyen la esencia del orden: la propiedad, la familia, la estructura de clases, el Estado... El paso del tiempo, que ha ido restando fuerza iluminadora a los grandes principios, y el equilibrio ideol¨®gico que se ha ido produciendo forman el trasfondo de desaliento y de confusi¨®n que han vuelto al hombre hacia preguntas incontestadas de su existencia inmediata.Cuando la naturaleza se destruye por igual en nombre del socialismo, o del capitalismo m¨¢s depredador, dependiendo la intensidad del desastre no de la diferencia de contenido de los idearios, sino del grado de desarrollo material de quienes lo producen; cuando la guerra se convierte en instrumento de dominio generalizado y el ciudadano descubre un mal d¨ªa que las armas de los unos matan tan eficazmente como las de los otros; cuando las mujeres se dan cuenta de que hay un problema de sexos que rebasa el planteamiento estructural en que el pensamiento revolucionario hab¨ªa cifrado la soluci¨®n definitiva del contencioso entre ellas y los hombres, es cuando surgen grupos que se definen por su relaci¨®n con aspectos concretos de la vida social.
La ra¨ªz de los movimientos alternativos se encuentra en el foco com¨²n del pensamiento heterodoxo que ha inspirado tradicionalmente a la izquierda, pero la forma de interpretar este legado var¨ªa sustancialmente, sobre todo si se tiene en cuenta que una buena parte de ellos -especialmente los pacifistas y los ecologistas- manifiestan un cierto rechazo por los excesos de la civilizaci¨®n material y una a?oranza de un mundo m¨¢s idealizado y menos presionado por las leyes de la competencia. Por eso conservan las grandes l¨ªneas de un pensamiento compartido, pero matizan algunos de sus aspectos. No defienden la desigualdad ni impulsan el atesoramiento de bienes, sino que plantean la batalla en el mismo terreno, pero con otras armas: las feministas ponen en duda el concepto de igualdad que hemos, impuesto los hombres; los ecologistas denuncian los males que la idea de progreso provoca en el entorno; los pacifistas claman contra la guerra sin distinci¨®n de colores.
Sin embargo, la propia esencia de los cimientos que dan sentido y atractivo a estos inconformistas los hace d¨¦biles. Hu¨¦rfanos de una ideolog¨ªa propia y perfectamente diferenciada, no proponen cambios revolucionarios, sino transformaciones puntuales que no afectan a la integridad del sistema. Declaradamente antiviolentos, chocan con la coraza de una sociedad, en extremo agresiva, en la que la pol¨ªtica se entiende como un acto de conquista, y quienes administran el poder, y no pocos de los que lo combaten, se vanaglorian de los atributos violentos que les confieren sus instituciones u organizaciones. Pero, sobre todo, la causa que los hace m¨¢s vulnerables, a la vez que les otorga un sentido de relativa marginalidad, es que, por lo com¨²n, no entienden, o no aprecian, la importancia de la disposici¨®n del poder, ni se deleitan ante su contemplaci¨®n. Porque una de sus caracter¨ªsticas es el rechazo de la veneraci¨®n al poder, que, sin embargo, 'constituye la sustancia psicol¨®gica de quienes aspiran a gobernar. Este despegue de la jerarquizaci¨®n constrictiva y de la ambici¨®n de mandar ofrece no poco del atractivo de estos movimientos, pero es, al mismo tiempo, una prueba de su ingenuidad, que contribuye a diluir sus fuerzas.
Los alternativos son, tambi¨¦n, un trasunto de las contradicciones de nuestra ¨¦poca, que ha creado un modelo social capaz de integrar hasta la misma marginalidad que segrega. Por eso, cuando se enjuicia el alcance de los hombres y mujeres que hacen de las ideas pacifistas una militancia pol¨ªtica, o que consiguen transmitir el eco de los atentados contra la naturaleza y hacerlos resonar como un aldabonazo cotidiano contra el sentido de la vida, tenemos que preguntarnos, al mismo tiempo, ?qu¨¦ es lo que pone en peligro hoy la estabilidad del sistema? ?D¨®nde est¨¢ el l¨ªmite de la resistencia de la sociedad contempor¨¢nea? Hace a?os era la izquierda la que se?alaba ese l¨ªmite. Hoy, la izquierda forma parte del engranaje. La sociedad de consumo ha integrado los conflictos seculares, y est¨¢ dise?ada para asimilar muchos m¨¢s de lo que algunos incr¨¦dulos se imaginan. Lleva casi medio siglo evitando los conflictos armados ampar¨¢ndose en la creaci¨®n de un complejo militar-industrial endemoniado y exportando los enfrentamientos b¨¦licos lejos de sus fronteras. Y hasta ha sabido integrar los aspectos m¨¢s punzantes d¨¦ un problema que parec¨ªa tan insoluble como el de las diferencias sociales.
En este mundo viven los alternativos, y de ¨¦l son, tambi¨¦n, fruto, como todos nosotros. Recuerdo hace casi 10 a?os que fui con unos amigos a Washington a una manifestaci¨®n en contra de la conscripci¨®n militar obligatoria, y cuando bajamos del autob¨²s ante la explanada del Capitolio, entre una multitud de pacifistas que hab¨ªan ido all¨ª desde todos los rincones de la naci¨®n, nos quedamos petrificados al darnos de bruces con una enorme Pancarta sostenida por un grupo de feministas que ped¨ªan no la supresi¨®n de la conscripci¨®n, sino la reforma de la ley para que las mujeres fueran tambi¨¦n incluidas en el reclutamiento obligatorio.
El a?o pasado volv¨ª a estar otra larga temporada en aquel pa¨ªs y ech¨¦ en falta incluso disonancias como aqu¨¦lla. El reaganismo hab¨ªa devorado absolutamente todos los movimientos de protesta y los hab¨ªa integrado con el se?uelo del bienestar, con la horterez del patrioterismo, con el fantasma de los enemigos exteriores, con las promesas de hacer millonarios a los j¨®venes aplicados antes de cumplir los 30 a?os, con el cansancio generacional, con toda la ret¨®rica elaborad¨ªsima que caracteriza a un gobernante tan sutil e inteligente como el presidente que les ha ca¨ªdo en suerte a los americanos durante los ¨²ltimos ocho a?os.
En la tierra donde nacieron todos estos movimientos, que llegaron a tener una fuerza inmensa y a desequilibrar el poder¨ªo militar norteamericano en la guerra de Vietnam, se hab¨ªa conseguido que ya nadie protestara. Y en situaciones as¨ª es cuando se echa en falta la voz disidente, cuando se comprende al loco que se deja segar las piernas por un tren en protesta contra la guerra de las galaxias, o cuando uno se agarra espiritualmente, con un grupo de ecologistas, al tronco de un ¨¢rbol para impedir que lo corten. Porque, con todas sus contradicciones, con toda su fragilidad ideol¨®gica, con toda su liviandad para resistir las atracciones vampirizadoras de la tentaci¨®n social, los alternativos forman parte esencial de lo que queda de la conciencia cr¨ªtica de nuestro tiempo.
Pero pueden estar tranquilos los gobernantes y quienes aspiran a sucederlos. Que no se preocupen en nuestro pa¨ªs ni los se?ores del PSOE ni quienes les disputan el poder en los muy variados recovecos de la gran finca pol¨ªtica. Los alternativos no son alternativa. Aunque, si dejaran de existir, nos quedar¨ªamos m¨¢s solos todav¨ªa.
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