Fe de errores
Como profesor de Historia, nunca olvid¨¦ la famosa afirmaci¨®n atribuida a Voltaire: "La historia es un paquete de mentiras adjudicadas a los muertos". Yo dedicaba algunas clases ocasionales de cada curso a la rectificaci¨®n, necesaria a la luz de la nueva informaci¨®n, de las conclusiones que mis estudiantes hab¨ªan le¨ªdo o hab¨ªan escuchado de mis labios durante las clases anteriores. En este art¨ªculo quiero matizar algunos trabajos m¨ªos anteriores que se refer¨ªan a dos pol¨¦micos sucesos.El 1 de septiembre de 1983, la aviaci¨®n sovi¨¦tica derrib¨¦ un avi¨®n de pasajeros de Korean Air Lines que se hab¨ªa desviado de su ruta normal entre Alaska y Corea y hab¨ªa penetrado en el espacio a¨¦reo sovi¨¦tico por razones todav¨ªa desconocidas. El 4 de septiembre, el presidente Reagan declar¨® que EE UU "hab¨ªa probado terminantemente que ellos hab¨ªan derribado un avi¨®n civil desarmado en forma intencional". Los altos oficiales sovi¨¦ticos afirmaron que ellos hab¨ªan destruido un avi¨®n esp¨ªa que volaba sobre comprometidas zonas de frontera, y que por varias horas se hab¨ªa negado a contestar las preguntas as¨ª como a escuchar las advertencias sovi¨¦ticas.
Cuando, como muchos otros, escrib¨ª un art¨ªculo referente a ese incidente (EL PA?S, 9 de septiembre de 1983), se?al¨¦ que "la acci¨®n sovi¨¦tica ha sido considerada como una lecci¨®n a los pacifistas y ha dado lugar a un gran n¨²mero de diatribas... sobre la supuesta imposibilidad de negociar un acuerdo sobre armamento o, para el caso, cualquier tipo de acuerdo con los sovi¨¦ticos". Para m¨ª, por el contrario, el incidente fue un dram¨¢tico ejemplo "de la forma en la que podemos, de manera accidental, desembocar en una guerra nuclear".
Algunas de las preguntas que surgieron en mi mente por la informaci¨®n disponible eran las siguientes: "?Cu¨¢ndo y c¨®mo supo el piloto que se hab¨ªa adentrado en el espacio a¨¦reo sovi¨¦tico? ?Actu¨® con la inocencia de quien desconoc¨ªa los hechos o ten¨ªa una misi¨®n de espionaje? ?Pudieron equivocarse los cazas sovi¨¦ticos respecto al tipo de avi¨®n o a su ruta exacta? La orden de destruir el Boeing, ?fue motivada por una trama de sabotaje contra Andropov? ?Por un deseo de experimentar con armamento contra un objetivo claramente indefenso, aunque vivo (como en el caso del infame bombardeo de Guernica)?".
Mis preguntas, y mi interpretaci¨®n eventual, llevaban a la conclusi¨®n de que la decisi¨®n de destruir el avi¨®n fue consecuencia de un error de identificaci¨®n o de motivos internos del equipo militar sovi¨¦tico. Yo consideraba la posibilidad de que el avi¨®n de KAL hubiera tenido realmente una misi¨®n de espionaje, pero ni remotamente se me ocurr¨ªa que el espionaje militar americano hubiera llegado a la conclusi¨®n de que los soviets hab¨ªan cometido un error de identificaci¨®n y que el presidente hab¨ªa mentido deliberadamente. Una combinaci¨®n de la minuciosa informaci¨®n sobre la investigaci¨®n hecha por los periodistas americanos, y la reciente apertura de los informes del espionaje sobre ese incidente, muestra que el 2 de septiembre, dos d¨ªas antes de la declaraci¨®n del presidente, los servicios del espionaje llegaron a la conclusi¨®n, a trav¨¦s de un informe escrito, de que los sovi¨¦ticos no sab¨ªan que hab¨ªan perseguido a un avi¨®n civil. Dada mi ingenuidad personal en el tema, supongo que, a pesar de haber pasado el Watergate, yo continuaba compartiendo la confianza intuitiva que tienen la mayor¨ªa de los americanos en el hecho de que sus presidentes no mienten deliberadamente. Irangate, Contragate y las diversas investigaciones del procurador general Meese todav¨ªa eran futuro en el per¨ªodo del incidente KAL.
El otro tema que quiero analizar en este art¨ªculo es el papel jugado por Espa?a en el salvamento de algunas decenas de miles de jud¨ªos del holocausto realizado por los nazis durante la II Guerra Mundial. En un libro llamado Aproximaci¨®n a la Espa?a contempor¨¢nea (Grijalbo, 1981) escrib¨ª lo siguiente: "Fuera o no consciente Franco de su propio linaje de converso a trav¨¦s de sus antepasados maternos, los Bahamonde, expres¨® directamente a Hitler su deseo de salvar a los jud¨ªos sefard¨ªes de los Balcanes, a la vez que su polic¨ªa de fronteras permit¨ªa que los jud¨ªos que hu¨ªan de Francia cruzaran Espa?a para llegar a Portugal" (p¨¢gina 132). Las fuentes de esa afirmaci¨®n eran los eruditos estudios publicados en 1970 por Haim Avni y Federico Ysart, y las diversas expresiones de gratitud del Congreso Mundial Jud¨ªo al Gobierno espa?ol en 1944.
Yo hubiera analizado las cosas en forma algo diferente despu¨¦s de leer el exhaustivo trabajo de Antonio Marquina y Gloria In¨¦s Ospina Espa?a y los jud¨ªos en el siglo XX (Espasa Calpe, 1987). Por su parte, est¨¢ claro que hasta mediados de 1943 el Ministerio espa?ol de Asuntos Exteriores s¨®lo estaba interesado en unos pocos cientos de acaudalados jud¨ªos sefard¨ªes, respecto a los cuales no hab¨ªa sospechas de contactos con marxistas o masones. Adem¨¢s, numerosos mensajes de Madrid a los diplom¨¢ticos en el extranjero indicaban que la pol¨ªtica espa?ola no era resistir la aplicaci¨®n de las leyes raciales alemanas a los jud¨ªos sefard¨ªes que buscaban la protecci¨®n espa?ola.
Como resultado de la Conferencia de Bermudas de abril de 1943 entre Winston Churchill y Franklin Roosevelt, los aliados comenzaron a ejercer presi¨®n sobre Espa?a para que permitiera que un n¨²mero no especificado, pero seguramente grande, de refugiados (independientemente de su religi¨®n), cruzara Espa?a en su camino hacia alg¨²n otro destino. En estas circunstancias Espa?a estaba dispuesta a extender visas de tr¨¢nsito, y en toda la correspondencia con los alemanes y con las autoridades francesas de Vichy inclu¨ªa su esperanza de poder administrar la propiedad de los cuidadosamente identificados refugiados sefard¨ªes. Muchos diplom¨¢ticos espa?oles ubicados en la Europa ocupada trataron de suavizar las normas y ayudar a m¨¢s gente, pero el ministerio de Madrid les recordaba constantemente que hab¨ªa muchas restricciones t¨¦cnicas que aplicar.
Sin embargo, durante el verano y oto?o de 1944, cuando era muy evidente que los alemanes perder¨ªan la guerra, y cuando los rusos se acercaban a Budapest, la embajada espa?ola se uni¨® al nuncio vaticano, a los representantes diplom¨¢ticos de Suiza y Suecia y a la Cruz Roja Internacional para ayudar a miles de jud¨ªos (sefard¨ªes o no) a escapar de Hungr¨ªa. Esta actitud provoc¨® la gratitud, no s¨®lo de los jud¨ªos, sino de todo el mundo civilizado. Despu¨¦s de la guerra, el general Franco estaba muy satisfecho de crear la impresi¨®n de que la pol¨ªtica diplom¨¢tica espa?ola siempre se hab¨ªa esforzado en facilitar la evacuaci¨®n, por razones humanitarias, del mayor n¨²mero posible de jud¨ªos de la Europa ocupada.
El general Franco no era un antisemita biol¨®gico, como lo eran Hitler y algunos miembros del Gabinete espa?ol. ?l estaba obsesionado por un presunto poder financiero jud¨ªo, un bolchevismo jud¨ªo y una masoner¨ªa jud¨ªa, obsesiones que eran rec¨ªprocamente contradictorias. En el tema de los jud¨ªos sefard¨ªes, como en muchas otras cuestiones, ¨¦l defend¨ªa los intereses econ¨®micos y legales de Espa?a en sus relaciones con los alemanes. Por lo que estaba dispuesto a insistir en los derechos espa?oles sobre la administraci¨®n o disposici¨®n de las propiedades pertenecientes a los jud¨ªos sefard¨ªes.
No hubo nada humanitario en su pol¨ªtica gubernamental hasta que las actividades humanitarias de ese tipo coincidieron con la certeza de la victoria aliada y con su percepci¨®n de la necesidad de conciliar con los poderes democr¨¢ticos victoriosos. Lo cierto es que hubo un fuerte componente humanitario que permiti¨® que miles de v¨ªctimas potenciales de Hitler escaparan a trav¨¦s de Espa?a. Est¨¢ sint¨¦ticamente expresado en la dedicatoria del libro de Marquina-In¨¦s Ospina: "A la memoria de los diplom¨¢ticos espa?oles que fueron sensibles ante la tragedia del pueblo jud¨ªo durante la II Guerra Mundial".
Traducci¨®n: Rosa Premat.
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