Pudo ser una fiesta

Sergio Makaroff deber¨ªa, a estas alturas de su carrera, ser un nombre importante dentro del pop espa?ol. Desde que grabara en 1980 un magn¨ªfico elep¨¦ titulado Tengo una idea, no ha logrado un solo ¨¦xito importante, vi¨¦ndose obligado a cerrar sus conciertos actuales con el tema estrella de ese viejo ¨¢lbum: Explorador celeste. Es, por tanto, m¨¢s popular por su labor como compositor a sueldo, para otros int¨¦rpretes, que por sus apariciones como cantante.Prueba de ello es que, pese a que el concierto del pasado jueves serv¨ªa para presentar La buena vida, su nuevo trabajo discogr¨¢fico, el p¨²blico no respondi¨®. La sala Universal registr¨® una desoladora entrada, y lo que pudo ser una fiesta qued¨® reducido a un fr¨ªo suceder de canciones, interpretadas, eso s¨ª, de forma tremendamente profesional. La culpa de este escaso poder de convocatoria hay que buscarla, posiblemente, en una compa?¨ªa discogr¨¢fica que no ha sabido promocionar esta ¨²ltima grabaci¨®n del cantante y compositor argentino.

Durante la actuaci¨®n, de casi hora y media de duraci¨®n, el sonido sufri¨® una mejora constante. Gracias a ello qued¨® claro que los m¨²sicos cumpl¨ªan su papel a la perfecci¨®n y que Sergio Makaroff brilla m¨¢s cuando juega con el pop que cuando lo hace con el funk.

Con este ¨²ltimo g¨¦nero resulta rampl¨®n y repetitivo, pero cuando se decide por el pop todo cambia y aparece un cantante muy personal y creativo.