El caso del 'caso el Nani'
Leo hoy, 9 de junio, el art¨ªculo del abogado Gonzalo Mart¨ªnez-Fresneda publicado el 12 de mayo en EL PAIS. No s¨¦ si en Espa?a el servicio postal funciona mejor que en Italia, pero en Italia, por cierto, no marcha bien. Es tal el desorden, que no todas las cartas llegan con retraso: algunas -pongamos de Roma a Palermo- llegan en el lapso de 24 horas; otras, en el lapso de un mes. La regularidad del servicio p¨²blico no existe; echar una carta al correo es como apostar a la loter¨ªa. Por tanto, no s¨¦ cu¨¢ndo este breve escrito llegar¨¢ a la Redacci¨®n de EL PA?s ni qu¨¦ habr¨¢ cambiado en el ¨ªnterin sobre el caso el Nani: si la verdad ha sido reconstruida o si al menos se entrev¨¦ alg¨²n fragmento de ella. Las informaciones que extraigo del art¨ªculo del abogado Mart¨ªnez-Fresneda no me proporcionan un cuadro completo del caso, pero bastan para hacerme comprender que se trata de uno de esos casos en los que una parte de la polic¨ªa -culpable de alg¨²n delito que, de ser cometido por cualquier ciudadano, ser¨ªa juzgado y condenado seg¨²n las leyeses, en cambio, defendida, como parte que representa el todo, no s¨®lo del conjunto de la polic¨ªa, sino tambi¨¦n de aquellos organismos del Estado que tienen la funci¨®n de penar toda transgresi¨®n de la ley, toda infracci¨®n, todo delito: cometido por quien fuere. Algo que, dir¨ªa, ocurre en todo pa¨ªs de no antigua ni s¨®lida democracia: pa¨ªses cat¨®licos y con memoria de la Inquisici¨®n, vale decir de aquel tr¨ªbunal privilegiado por el que los allegadas a la Inquisici¨®n escapaban a la justicia ordinaria y eran juzgados dentro del Santo Oficio del que eran parte. Gozando, se entiende, si no de la impunidad, de penas irrisorias, que purgaban c¨®modamente. En cambio, un sistema no nominalmente sino efectivamente democr¨¢tico no deber¨ªa tener memoria de tal privilegio ni menos a¨²n practicarlo. Pero se trata de un privilegio dif¨ªcil de erradicar dentro de aquellas corporaciones que tienen la funci¨®n de hacer observar la ley. Terrible contradicci¨®n que hace pensar en la Granja, de Orwell: "Todos los animales son iguales, pero hay algunos animales que son m¨¢s iguales que los otros". En este sentido, cualquier sistema que no logra suprimir concretamente, en los hechos, tal privilegio -aunque afirmando lo contrario en sus leyes-, termina por tener mucho de tiran¨ªa. Cuando se nace o se renace a la democracia, luego de haber pasado precisamente por un r¨¦gimen tir¨¢nico, los h¨¢bitos que un cuerpo de polic¨ªa haya adquirido en la tiran¨ªa no se pierden de un d¨ªa para otro: m¨¢s o menos ocultamente, m¨¢s o menos difusamente, perduran, y el Estado, el Gobierno del Estado, por esa continuidad demoniaca que tiene el poder, se considera forzado a protegerlos cuando la Prensa libre los denuncia, minimizando su magnitud, encontrando atenuantes y justificaciones o directamente ocultando. A este orden me parece que pertenece el caso que el abogado Mart¨ªnez-Fresneda denuncia en el art¨ªculo titulado Ped¨ªrselo a Sc¨ªascia, y debo decir que -a mi pesar- no es el ¨²nico en hacerme conocer casos como ese del Nani y en solicitar mi atenci¨®n. En Italia, algunos meses atr¨¢s, ha salido un libro que cuenta una cincuentena de casi dordinaria ingiustizia (as¨ª se titula: y es horrible la palabra ordinaria); los recopilaron dos periodistas, y el libro tiene dos prefacios: uno del abogado Giuliano Vassalli, actualmente ministro de Justicia, y uno m¨ªo. Que un profesor de derecho como Vassalli, y adem¨¢s ministro de Justicia, se muestre de acuerdo con un escritor en denunciar los peligros que, entre polic¨ªa y jueces, corre el derecho en Italia es ya un hecho particularmente alarmante; pero todav¨ªa m¨¢s alarmante es que tantos hechos de ordinaria ingiustizia se verifiquen ante la casi general indiferencia. La opini¨®n p¨²blica no se conmov¨ª¨®: se necesit¨® la muerte de Tortora, precedida de una dram¨¢tica transmisi¨®n televisiva, para que la gente tomase por un momento conciencia de la monstruosa injusticia de la que hab¨ªa sido v¨ªctima aquel hombre. Para la mayor parte de los italianos parece que los engranajes de la justicia, de la injusticia, se movieran en la esfera de la fatalidad, que no fueran movidos por voluntad humana, por errores humanos, por perversidad humana, y que la Constituci¨®n, la carta fundamental de los derechos de cada uno, estuviera all¨ª como una obra de fantas¨ªa literaria, sin ninguna trabaz¨®n con la realidad.No s¨¦ si en Espa?a ocurre algo similar. El caso el Nani me lo hace sospechar. Pero querr¨ªa saber m¨¢s.
Traducci¨®n: Jorge Onetti.
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