Hacia el Mediterr¨¢neo interior
S¨ª. Desde hace unos cuatro d¨ªas aparece un gorrioncillo sobre el filo del barandal del balc¨®n de mi casa. Siempre llega por el mismo lado: el izquierdo. Picotea locamente las plantas silvestres de unos macetones y luego se lanza fuertemente contra el cristal que separa mi sal¨®n, iluso de seguir picoteando en otras plantas que est¨¢n dentro de ¨¦l. Me inquieta ya mucho ese gorrioncillo, pardo y veloz, que est¨¢ a punto de matarse todos los d¨ªas contra ese gran cristal que para ¨¦l no exjiste. Ahora voy a dejar de verlo, ojal¨¢ que no sea para siempre.Me voy a marchar pronto por los campos de Extremadura, d¨¢ndome los ojos contra sus negras y potentes encinas, sus anchos alcornoques, los chopos y los eucaliptos, los grandes r¨ªos y sus puentes, y en medio de unas grandes columnatas de mordidos capiteles ver¨¦ la antigua luna y escuchar¨¦ la tremenda voz de Eur¨ªpides en Las troyanas, condenado ¨¦l, dramaturgo griego, la destrucci¨®n de la hermosa ciudad y el sacrificio de todos sus habitantes: "?Oh infeliz de m¨ª! ?Abandono mi patria y mi ciudad consumida por el fuego! ?Oh viejos pies m¨ªos!, daos prisa, aunque os cueste trabajo, para que yo salude a mi lamentable ciudad. ?Ser¨¢ muy glorioso para m¨ª morir abrasado con mi patria!".
De pronto se oir¨¢ la voz de una gran oce¨¢nida en el viento, la voz de las danaides, la tr¨¢gica y violenta de Salom¨¦, la de Armida y Safo, el grito suicida de Tosca y el heroico de Ermione, la voz mundial y ¨²nica de Montserrat Caball¨¦ en el gran teatro romano, el teatro m¨¢s mediterr¨¢neo en el oeste de la Pen¨ªnsula espa?ola.Y yo ser¨¦, vendr¨¦ a ser esa noche, Anacreonte, el viejo y jovenc¨ªsimo borracho, amante de los j¨®venes y de la paz y de la vida, lejos de la muerte. Porque yo no estoy viejo a mis 85 a?os, despu¨¦s de haber dado cerca de 400 recitales de poes¨ªa con Nuria Espert en casi todos los pueblos y ciudades m¨¢s conocidos del mundo. Yo escuchar¨¦ y ver¨¦ las alegr¨ªas de C¨¢diz en el cuerpo de Telethusa, Manuela Vargas, y en la voz de Nacho Mart¨ªnez, voz nueva, de ahora, como saludar¨¦ en la grande, en medio de todos los ¨¢mbitos esc¨¦nicos, voz de Francisco Rabal, sinti¨¦ndome iluminado y conducido por el h¨¢lito luminoso de Llu¨ªs Pascual, un joven prodigioso de las costas mediterr¨¢neas catalanas. Y todo esto se sentir¨¢ bajo elsusurro m¨¢gico de la guitarra de Manolo Sanl¨²car y la conductora mano de Jos¨¦ Monle¨®n.Cuando yo llegu¨¦ a C¨¢diz, despu¨¦s de m¨¢s de 39 a?os ausente de Espa?a, ven¨ªa de Roma, del brazo y los altos pechos de La lozana andaluza, una gran moza que quer¨ªa, con su cuerpo y su sal, conquistarse Venecia y luego toda Italia. ?Oh Dios m¨ªo!, indomable y popular maravilla que se hizo inmortal, saltando de la pluma del genio sifil¨ªtico el cura Francisco Delicado. Tantos y tantos a?os que no se hablaba de ello. Yo viv¨ª enRoma, al principio, en la calle Monserratto, en un barrio espa?ol, cerca de un callej¨®n que se llamaba Benvenuto Cellini, en la que se encontraba una bella casa de la que se dec¨ªa haber vivido en ella la Lozana Andaluza cuando ya a costa de su bello cucrpo hab¨ªa llegado a ser rica. Coincidencia. Yo, desde Buenos Aires, tra¨ªa ya escrita mi versi¨®n teatral... Pero cuando llegu¨¦ a Espa?a se estaba ya dando una pel¨ªcula basada en el tema de la novela de Francisco Delicado. Desgracia. Despu¨¦s, un poco tarde, aunque a continuaci¨®n, yo estren¨¦ mi adaptaci¨®n a la escena... Mala suerte, de la que no quiero hablar. Yo soy un autor de obras muy buenas y originales, pero poco conocidas, en tiempos muy jodidos.
Ahora vuelvo a pensar en ese gorrioncillo que a trav¨¦s de un cristal quiere picotear las macetas de mi sal¨®n. ?Qu¨¦ suceder¨ªa si se abriese la puerta? La dejar¨¦ toda una ma?ana abierta para ver qu¨¦ sucede.
No estoy, amor, para nadie. A¨²n no he partido para Extremadura, y ya estoy de regreso, habiendo o¨ªdo ya cantar a la Caball¨¦, representar a Nuria Espert, a Francisco Rabal, visto bailar a Manuela Vargas, y todo al son de la guitarra de Manolo Sanl¨²car, bajo los inspirados rel¨¢mpagos de Llu¨ªs Pascual y la voz escondida de Jos¨¦ Monle¨®n, director de los Festivales del Teatro Romano de M¨¦rida. Algunos se complacen en decirme:
est¨¢s viejo, te duermes, de pronto, en cualquier parte.
Llevas raras camisas, cabellos y chaquetas estent¨®reos...
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