Una sesi¨®n de espiritismo
La voz de Manuel Aza?a fue la m¨¢s clara, la m¨¢s ajustada al ideario de la II Rep¨²blica Espa?ola, que presidi¨®. Sufri¨® la doble agon¨ªa cl¨¢sica: sus enemigos -la derecha- le dedicaron los m¨¢s tremendos insultos, las amenazas m¨¢s directas; su bando le acus¨® de cobard¨ªa, indecisi¨®n, frialdad, idealismo. Condici¨®n por la que ha de pasar un hombre culto que se dedica a la pol¨ªtica, un escritor de los que ajustan el lenguaje -y por eso es bello- a la exactitud del pensamiento. Siempre ha existido esa separaci¨®n de castas, por la que los pol¨ªticos pr¨¢cticos desprecian -o envidian o rechazan- a quienes examinan algo m¨¢s all¨¢ de la pr¨¢ctica de? momento, a los que analizan historia y circunstancias para construir algo. Sigue siendo as¨ª.La Rep¨²blica, para Aza?a, fue un modo de relaci¨®n del ciudadano con el Estado, un aroma de educaci¨®n y conocimiento de conciencia, un intento de resta de las instituciones -clero y Ej¨¦rcito- que por seculares situaciones esquilmaban el pa¨ªs. Se dice que la Rep¨²blica fue imposible, y el resultado hist¨®rico parece probarlo. Sin embargo, no era una imposibilidad en s¨ª misma o en su elaboraci¨®n intelectual, sino solamente en relaci¨®n con la fuerza de sus adversarios y con un clima europeo que oscilaba entre el fascismo y el conservadurismo pactante con ¨¦l.
Aza?a, una pasi¨®n espa?ola
Textos de Manuel Aza?a, seleccionados por Jos¨¦ Mar¨ªa Marco. M¨²sica de Alejandro Mass¨®. Espacio esc¨¦nico de Mario Bernedo. Interpretaci¨®n, dramaturgia y direcci¨®n de Jos¨¦ Luis G¨®mez.Teatro Nacional Mar¨ªa Guerrero. Madrid, 29 de junio.
Mon¨®logo
Algo de este pensamiento de Aza?a est¨¢ presente en el mon¨®logo que representa Jos¨¦ Luis G¨®mez. G¨®mez entr¨® en contacto con Aza?a a partir de su memorable, extraordinaria direcci¨®n de escena de La velada en Benicarl¨®. No es hombre que se conforme con una sola dimensi¨®n del teatro: investiga y estudia todo su entorno, y desde entonces el personaje de Aza?a le zumba en el o¨ªdo.Jos¨¦ Mar¨ªa Marco ha recogido algunos textos de Aza?a, los ha organizado y fragmentado, los ha adaptado para esta representaci¨®n. Cualquier selecci¨®n es discutible cuando se trata de reducir a una hora de representaci¨®n un pensamiento largo y abundante y una vida intelectual y pol¨ªtica intensa. Esta selecci¨®n es tambi¨¦n discutible, probablemente porque cada uno de nosotros tiene sus frases de Aza?a, sus recuerdos, sus perfiles. Aceptemos que ¨¦sta es una selecci¨®n personal, que parece hurtar algunos de sus p¨¢rrafos m¨¢s pol¨¦micos o de sus grandes fragmentos m¨¢s dolorosos.
La dramaturgia de Jos¨¦ Luis G¨®mez marca un simpl¨ªsimo escenario con muy pocos movimientos -estorbar¨ªan si hubiese m¨¢s-, una luz muy tenue, unas espirales de humo que surgen de los ceniceros de gran fumador, una voz muchas veces delgada, m¨¢s claras otras. Se debe buscar la sensaci¨®n de la nostalgia, del pensamiento post mortem, de la busca del ectoplasma, de la sesi¨®n de espiritimo.
Resulta, supongo que deliberadamente, una sensaci¨®n de pensamiento muerto, de algo que no volver¨¢ a ser. Probablemente tiene raz¨®n. Sin embargo, desde un punto de vista pr¨¢ctico, la oscuridad del escenario -precedida por la penumbra de la sala- es excesiva, sobre todo si se une a lo imperceptible, incomprensible, que resulta muchas veces la palabra. Parece el resultado de que el micr¨®fono est¨¢ mal situado y mal ecualizado.
La diferencia de tipo f¨ªsico entre el que fue don Manuel Aza?a y el de Jos¨¦ Luis G¨®mez no perturba. Es la demostraci¨®n -una vez m¨¢s- de que un gran actor puede llegar a interpretar fielmente a lo que es m¨¢s distante f¨ªsicamente de ¨¦l. Se gan¨® con ello buenas ovaciones y bravos, muchos de los cuales, sin duda, iban a la memoria y a la idea de Manuel Aza?a, as¨ª invocado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.