Y Reagan fue a Mosc¨²
El cuarto encuentro entre Ronald Reagan y Mijail Gorbachov, realizado el mes pasado en Mosc¨², sigue suscitando animados comentarios en todo el mundo, pese a que la atenci¨®n se centre ahora en la XIX Conferencia del Partido Comunista de la Uni¨®n Sovi¨¦tica (PCUS) y la sociedad norteamericana tenga la mirada puesta en las pr¨®ximas elecciones presidenciales. Esto da origen a nuevos comentarios: ?c¨®mo afectar¨¢ la reciente cumbre al liderazgo de Gorbachov? ?Tendr¨¢n Gorbachov y Reagan tiempo para celebrar otra cumbre, para firmar otro tratado de reducci¨®n de armamentos? ?C¨®mo influir¨¢n las nuevas relaciones entre nuestros pa¨ªses en la campa?a y en el resultado de las elecciones presidenciales en Estados Unidos?Todos los comentaristas consideran un¨¢nimemente que el encuentro de Mosc¨² ha sido un ¨¦xito, aunque valoren de manera distinta su magnitud y alcance. "En Mosc¨² se han firmado no pocos acuerdos", me dijo un observador occidental, "que perfectamente habr¨ªan podido firmar los ministros y no los jefes de Estado". No comparto esa opini¨®n.
Los contactos pol¨ªticos entre sovi¨¦ticos y norteamericanos han alcanzado una intensidad inusitada: el encuentro de Reagan y Gorbachov era el cuarto en menos de tres a?os. En ese mismo per¨ªodo, Shultz y Shevardnadze se reunieron no menos de 25 veces. Por primera vez en la historia de nuestras relaciones se produjeron encuentros entre los ministros de Defensa; oficiales sovi¨¦ticos obtuvieron acceso a objetivos militares secretos, mientras los norteamericanos visitaron centros militares de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Esta intensidad en nuestros contactos, sobre todo, contrasta con el acusado deterioro de las relaciones sovi¨¦tico-norteamericanas entre los a?os 1979 y 1985, cuando el Senado de Estados Unidos no quiso ratificar los acuerdos SALT II y la URSS rompi¨® poco despu¨¦s todas las conversaciones en marcha entre nuestros pa¨ªses.
'El imperio del mal'
Reagan visitaba por primera vez el pa¨ªs que a comienzos de los a?os ochenta denomin¨® el imperio del mal. Ahora, el presidente de Estados Unidos renunci¨® p¨²blicamente a ese calificativo Reagan, cuando expone las razones que le hicieron cambiar de opini¨®n sobre la URSS, suele se?alar la aparici¨®n de un nuevo l¨ªder sovi¨¦tico. El presidente norteamericano no escatima elogios a Gorbachov, al que en m¨¢s de una ocasi¨®n llam¨® amigo, y se?ala muchos de los importantes cambios acaecidos en la pol¨ªtica exterior e interior de la URSS. No cabe duda de que en los tiempos de Breznev, de Chernenko o de Andropov habr¨ªan sido impensables unos cambios tan r¨¢pidos y sustanciales de signo positivo entre nuestro pa¨ªs y EE UU y Occidente en general. Mas, con el nuevo l¨ªder sovi¨¦tico, la URSS, el PCUS y el pueblo sovi¨¦tico no renuncian a sus objetivos, misiones e intereses b¨¢sicos, sino, por el contrario, los persiguen con mayor ah¨ªnco y eficacia.
El nuevo lema m¨¢s democracia, que equivale a m¨¢s transparencia, m¨¢s libertades individuales, significa para Mijail Gorbachov m¨¢s socialismo. No tiene por qu¨¦ asombrar que algunos pol¨ªticos y comentaristas norteamericanos de derechas vean en el avance de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y en su creciente influencia internacional un mayor peligro para los intereses y valores de la Am¨¦rica capitalista que el que pod¨ªa provenir del gigante socialista en lenta degradaci¨®n. Por suerte, la mayor¨ªa de los norteamericanos no comparte tales temores.
En la cumbre de Mosc¨², la URSS y Estados Unidos han firmado un contado n¨²mero de acuerdos. Pero las conversaciones entre Reagan y Gorbachov y entre ambas delegaciones fueron en conjunto un ¨¦xito, y, a juzgar por el comunicado final, significaron un avance sustancial en la soluci¨®n de muchos e importantes problemas que afectan al desarme, a asuntos regionales y a cuestiones espec¨ªficas en las relaciones entre las dos superpotencias. Incluso la propia cumbre de Mosc¨², con un programa muy saturado y variado, supuso un hito importante en el desarrollo de las relaciones sovi¨¦tico-norteamericanas. En diciembre de 1987 constatamos que la estancia de Mijail Gorbachov en Washington aument¨® la confianza de los norteamericanos en Gorbachov y en la Uni¨®n Sovi¨¦tica en general. Ahora, la estancia en Mosc¨² de Reagan sirvi¨® para dar un claro sesgo positivo a muchas de las ideas de los sovi¨¦ticos sobre EE UU y su presidente.
Reagan mantuvo tantas entrevistas que a veces cab¨ªa la pregunta de si le quedaba tiempo para conversar con Gorbachov. Evidentemente, el tiempo sumario de estos encuentros y conversaciones en Mosc¨² y Washington fue mucho m¨¢s corto que el de las anteriores cumbres de Ginebra y Reikiavik, pero m¨¢s productivo. Ello es muestra de la excelente organizaci¨®n de las ¨²ltimas cumbres.
En estos tres a?os, nuestros pa¨ªses y nuestros l¨ªderes han acumulado una enorme experiencia que ayud¨® a la marcha de las conversaciones y al hallazgo de f¨®rmulas conciliatorias tambi¨¦n a niveles inferiores.
Logros personales
La cumbre de Mosc¨² en su conjunto ha dado un sustancial impulso a nuestras relaciones, lo cual ha significado un logro personal del presidente de Estados Unidos y del secretario general del PCUS, algo muy importante para ambos. Gorbachov se halla al comienzo de su carrera pol¨ªtica, con una reci¨¦n iniciada profunda perestroika llamada a transformar, seg¨²n su concepci¨®n, muchos aspectos en las instituciones y en el car¨¢cter de la URSS. El ¨¦xito alcanzado en la pol¨ªtica exterior le allana el camino de la pol¨ªtica interior, dificil y lleno de obst¨¢culos imprevisaos. Ronald Reagan, por el contrario, se dispone a abandonar el escenario pol¨ªtico, y la cumbre de Mosc¨² probablemente haya sido su ¨²ltimo gran acto exterior. Es posible que la cumbre de Mosc¨² no repercuta sustancialmente en el resultado de las elecciones, pero dejar¨¢ en la conciencia de los norteamericanos la imagen de Reagan como uno de los presidentes m¨¢s populares y afortunados en la historia de EE UU.
Inesperadamente, fui uno de los 40 "representantes de la intelectualidad sovi¨¦tica" -escritores, poetas, pintores, directores de cine y arquitectos- que desayunaron con Reagan en la Casa de los Literatos. Todos, una vez m¨¢s, s¨¢limos convencidos de que vale m¨¢s verlo una vez que o¨ªrlo cien.
All¨ª, Reagan dirigi¨® a lors representantes de la intelectualidad sovi¨¦tica un discurso bireve pero rico en contenido. En ¨¦ll, explic¨® c¨®mo su pasado de actor le ayudaba a cumplir su misi¨®n de presidente, a comprender mejor las necesidades y las aspiraciones de los distintos estratos del pueblo norteamericano. Tanto el discurso como la sencillez de Reagan produjeron una fuerte impresi¨®n.
Reagan no neg¨® que la pol¨ªtica, adem¨¢s de un deber social, es un escenario, y el que sube a ¨¦l tiene que comportarse como persona, como estadista y como actor. No he visto ninguna pel¨ªcula con Reagan actor. Pero observ¨¦ de cerca su forma de comportarse con la gente sencilla y con los estadistas, escuch¨¦ sus palabras, y doy fe de que interpret¨® muy bien este quiz¨¢ su ¨²ltimo papel de protagonista en la escena mundial.
Todas las personas, de posici¨®n y opiniones distintas, con las que habl¨¦ de la cumbre me dijeron que en general ahora ten¨ªan una mejor impresi¨®n de Reagan y de Norteam¨¦rica. Estas mejores relaciones humanas deben de constituir una parte sustancial y ponderable en las relaciones sov?¨¦tico-norteamericanas en su conjunto.
Cambios en la c¨²spide
Hace cinco o seis a?os habr¨ªa sido dif¨ªcil imaginar a un Reagan sonriente en la plaza Roja, cerca del mausoleo de Lenin o en el Kremlin, en la sala de San Jorge, en la C¨¢mara de las Aristas o arite el ca?¨®n. Zar. Sin duda, ello se debe principalmente al cambio en la c¨²spide sovi¨¦tica y en la pol¨ªtica sovi¨¦tica. Pero tambi¨¦n han canibiado Reagan y su equipo.
A comienzos de los a?os ochenta, fuera y dentro de Estados Unidos, la escasa competencia de la nueva Administraci¨®n norteamericana era moneda corriente. En los ocho a?os transcurridos, la experiencia de Estados Unidos y su manera de enfocar los complejos problemas interliacionales han cambiado muclio. Ser¨ªa muy lamentable que de la experiencia acumulada con tantas dificultades no se beneficiara la nueva Administraci¨®n norteamericana.
Nuestras relaciones con Estados Unidos son ahora m¨¢s realistas, m¨¢s eficaces e incluso m¨¢s amistosas. Pero a¨²n no se ha logrado un nuevo modelo de distensi¨®n o d¨¦tente. La nueva distensi¨®n en los pr¨®ximos a?os depender¨¢ no tanto de Reagan como del nuevo presidente y del nuevo equipo en la Casa Blanca.
En Mosc¨², Reagan confirm¨® una vez m¨¢s su afici¨®n por los proverbios rusos. En el primer encuentro en el Kremlin el presidente de Estados Unidos trajo a colaci¨®n el refr¨¢n "Al nacer no me di prisa" para referirse al nuevo tratado sobre misiles de corto alcance y a las nuevas relaciones entre Estados Unidos y la URSS. Pero el refr¨¢n entero suena as¨ª: "Si al nacer no me di prisa, por qu¨¦ iba ahora a apresurar¨ªne". Para el o¨ªdo ruso esto suier¨ªa m¨¢s bien a censura del perezoso para hacer las cosas. Pero la rica lengua rusa tiene este otro refr¨¢n: "Si has comenzado a parir, no te detengas". Es decir, con el parto en marcha ser¨ªa peligroso para el ni?o y la madre retardar el alumbramiento.
Las relaciones de la URSS con Norteam¨¦rica son una criatura a punto de nacer. Con Jruschov, la distensi¨®n no lleg¨® a producirse. Con Breznev, el resultado del parto fue un ni?o d¨¦bil y enfermizo que dur¨® muy poco. Ahora hay que poner mucho empe?o para que nazca un ni?o sano y robusto, con una larga vida por delante.
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