La ¨²ltima lecci¨®n de Harvard
Las universidades norteamericanas concluyen el a?o acad¨¦mico con varios d¨ªas de festividades de diverso orden que cierran las ceremonias finales de entrega de los diplomas a los graduandos y de los doctorados honorarios a una media docena de figuras destacadas de varios pa¨ªses en campos de trabajo y creaci¨®n muy dispares. Uno de los doctores honorarios pronuncia en la tarde del llamado commencement (comienzo) -as¨ª llamado porque sol¨ªa celebrarse (en su parte festiva) al comienzo del curso- un discurso que en ciertas universidades alcanza considerable resonancia. Baste recordar el del general Marshall, en Harvard, anunciando la creaci¨®n del Plan Marshall de ayuda a Europa. Recordemos tambi¨¦n el del rey Juan Carlos, igualmente en Harvard, que no tuvo, por supuesto, car¨¢cter pol¨ªtico, pero que fue escuchado por muchos miles de oyentes deseosos de comprobar la singularidad de la nueva Espa?a democr¨¢tica. En otros casos los aludidos discursos son piezas oratorias convencionales que no expresan convicciones profundas pero que siempre aspiran a ofrecer a los graduandos alg¨²n g¨¦nero de orientaci¨®n para su nueva vida en el mundo real. La ceremonia reci¨¦n celebrada en la universidad de Harvard, en un d¨ªa lluvioso que no rest¨®, sin embargo, p¨²blico al acontecimiento, tuvo una excepcional significaci¨®n por el car¨¢cter de los dos discursos principales: el del propio presidente de la universidad, Derek Bok, y el del presidente de Costa Rica, ?scar Arias S¨¢nchez, premio Nobel de la Paz.Hubo, por supuesto, un marcado contraste estil¨ªstico entre los dos oradores, el que pod¨ªa esperarse de una voz latinoamericana y otra norteamericana. El presidente Arias expres¨®, sin las ampulosidades barrocas frecuentes en los latinos, su acendrada fe en la paz como un ideal realizable, particularmente en el ¨¢mbito sangriento de Am¨¦rica Central. Con manifiesto orgullo, aunque en tono modesto, mencion¨® que en su pa¨ªs hay m¨¢s escuelas que soldados, y se?al¨® que en los ¨²ltimos 40 a?os no ha habido exiliados pol¨ªticos constarricenses ni tampoco se han visto en su patria los modos de opresi¨®n tan desgraciadamente caracter¨ªsticos de otros pa¨ªses latinoamericanos. Costa Rica es en suma -mantuvo el presidente Arias- una tierra donde la paz ciudadana es una realidad diaria, el sustento mismo de la naci¨®n. Y Arias ped¨ªa a los graduandos de 1988, de Harvard y de otras universidades, que dedicaran sus esfuerzos mayores, en verdad sus vidas, al establecimiento de la paz en el mundo entero, creando as¨ª un mundo verdaderamente nuevo. En suma, el presidente Arias apel¨® al idealismo de los graduandos el idealismo que a ¨¦l mismo lo ha guiado en su vida p¨²blica y que ha sido reconocido con el Premio Nobel de la Paz. Y para los miles de asistentes a la que se llama asamblea de antiguos alumnos, el presidente Arias representaba una nueva Am¨¦rica Latina, no la de las espada sangrientas de las dictaduras sino la de los hombres de buena voluntad sin armas en la mano.
El llamado commencement concluye con un informe del presidente de Harvard, tras los anuncios por parte de los antiguos alumnos, sobre los millones de d¨®lares donados a la universidad para sus fondos generales. Algunas de las promociones que celebran alg¨²n aniversario de su graduaci¨®n se esfuerzan en superar a las equivalentes de los a?os inmediatamente anteriores; en particular la que cumple 25 a?os se suele proponer a s¨ª misma una meta sumamente alta. Todo esto muestra la lealtad de los ex alumnos a su alma mater, y sobre todo la relaci¨®n de la universidad con las clases pudientes de Estados Unidos, aunque, por supuesto, entre los antiguos alumnos de Harvard hay muchos miles que no son precisamente millonarios. Y hay tambi¨¦n millonarios que hacen cuantiosas donaciones a Harvard (y a otras universidades) sin ser antiguos alumnos. As¨ª, un matrimonio interesado en la pol¨ªtica municipal y regional ha donado 15 millones de d¨®lares para crear un centro de estudios en la facultad Kennedy de Ciencias Pol¨ªticas. En esa atm¨®sfera de autosatisfacci¨®n y orgullo de los antiguos alumnos y en esa hora de aplausos al desprendimiento de los que no lo son, el presidente Bok, de Harvard, agradeci¨® la generosidad tan continua de unos y la muy excepcional de otros, mas pas¨® r¨¢pidamente a se?alar con cifras precisas un triste contraste entre las finalidades profesionales de las facultades y los destinos escogidos por los graduandos. Por ejemplo, la facultad de Ciencias Pol¨ªticas (o Escuela Kennedy de gobierno) tiene como finalidad preparar funcionarios que desempe?en cargos en Washington o en las capitales estatales y en el servicio diplom¨¢tico. Mas apenas un tercio de los graduandos escogi¨® tales destinos, porque m¨¢s de la mitad buscaron y encontraron empleos (con sustanciosos sueldos) en empresas privadas Esto es, Bok puso en duda la sinceridad y la seriedad de las intenciones originarias de los graduandos al manifestar que aspiraban a contribuir a resolver los numerosos y graves problemas de la sociedad norteamericana y de todo el planeta.
Este desalentador contraste se observa a¨²n m¨¢s en la facultad de Derecho. Cuando Bok era decano de dicha facultad, en los a?os sesenta, la generalidad de los estudiantes de derecho ten¨ªan como meta profesional una dedicaci¨®n al servicio p¨²blico en Washington (sin descartar la actividad pol¨ªtica). En cambio, solamente el 2% de los graduados actuales tiene metas an¨¢logas a los de hace 20 a?os, y la mayor¨ªa ingresa en bufetes muy lucrativos. El quijotesco abogado de la tradici¨®n liberal norteamericana ha sido sustituido por j¨®venes profesionales (de ambos sexos y razas) cuya motivaci¨®n casi obsesiva es el dinero. Esto me hace recordar a un compa?ero de la universidad Nacional de M¨¦xico, que a mi pregunta sobre la autenticidad de su vocaci¨®n para el estudio de la medicina me contest¨®: "A los seis meses de recibirme tendr¨¦ carro" (autom¨®vil). ?No se podr¨ªa ver hoy en aquel estudiante de medicina un paradigma de miles de graduados de las universidades norteamericanas, incluso en las de mayor solera espiritual? El presidente Bok, tras recordar que su universidad (o m¨¢s precisamente el Colegio de Artes y Ciencias Harvard College) hab¨ªa sido fundada en 1936 con el ¨²nico prop¨®sito de suministrar a la regi¨®n de Boston ministros evang¨¦licos para la vida religiosa del nuevo pa¨ªs, lament¨® que ni siquiera un solo graduando del colegio citado hubiera mostrado inter¨¦s en proseguir sus estudios en la facultad de Teolog¨ªa de Harvard (de importancia internacional) ni en otra instituci¨®n an¨¢loga. Otra carencia muy reveladora del temple de los graduandos de 1988: un exiguo 2% manifest¨® que pensaba dedicarse a la ense?anza en las escuelas p¨²blicas. ?Qu¨¦ conclusi¨®n se desprende de la acusaci¨®n indirecta del presidente Bok? Quiz¨¢ sencillamente que la generaci¨®n universitaria de 1988 (empleando el t¨¦rmino mexicano) es un fiel espejo de la juventud norteamericana, para la cual la llamada educaci¨®n liberal es sobre todo un remunerativo instrumento de trabajo y un vac¨ªo ornamento. El discurso del presidente: Arias cay¨® as¨ª en saco roto, y el del dolorido presidente Bok confirm¨® con hechos concretos la insensibilidad ¨¦tica de la nueva generaci¨®n intelectual norteamericana.
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