Lecciones bien aprendidas
Recientemente, en las p¨¢ginas de este peri¨®dico, Enrique Gil Calvo, profesor de la universidad Complutense, examinaba a los maestros y profesores de ense?anza media, en relaci¨®n con el conflicto que nos enfrenta a las autoridades educativas desde finales del pasado mes de febrero, y nos suspend¨ªa colectivamente.Su paso al vuelo sobre el conflicto sindical de la ense?anza le sirve de pretexto para justificar las siguientes tesis: el asamblearismo, la participaci¨®n democr¨¢tica de los trabajadores en las decisiones que las afectan, es, cuando menos, una irracionalidad. La conflictividad laboral, la utilizaci¨®n de la huelga en el sector p¨²blico, es un abuso, una coacci¨®n a todos los ciudadanos, y se presenta en mayor medida que en el sector privado, porque los empleados p¨²blicos o los trabajadores de las empresas p¨²blicas "no arriesgan nada haciendo huelga"; ¨¦sta "no tiene costes" para ellos. Por ¨²ltimo, en la actual situaci¨®n social espa?ola, pedir aumentos salariales "no es progresista, sino insolidario". Progresistas son los Gobiernos que, como el nuestro, se oponen al "fundamentalismo asalariado".
En el art¨ªculo, que transpira anti sindicalismo y pura justificaci¨®n de comportamientos gubernamentales, destaca un furibundo y poco fundado ataque a la democracia sindical.
Antes de centrarme en esta cuesti¨®n, quisiera hacer una breve referencia a las otras l¨ªneas argumentales. Hablar de coacci¨®n y chantaje a la sociedad por el ejercicio de la huelga en los servicios p¨²blicos lleva impl¨ªcita una propuesta de prohibici¨®n o, cuando menos, de limitaci¨®n de este derecho para sus trabajadores. Decir que la huelga no tiene costes para sus trabajadores que no arriesgan nada con ella, es algo m¨¢s que un sarcasmo. ?Claro que tiene costes!, econ¨®micos y psicol¨®gicos. El que no se nos eche por ejercitarla no es ning¨²n privilegio. Si ocurre en el sector privado, se?or Gil, es vulnerando la Constituci¨®n.
En realidad, lo ileg¨ªtimo es reivindicar mejoras salariales. Para ¨¦l, no s¨®lo no es progresista, sino insolidario, dado que hay tres millones de parados. Lo progresista es "repercutir todo el crecirniento de la masa salarial en incrementar el m¨¢ximo posible el n¨²mero de empleos".
Ni Boyer
Cuando parece que ha ca¨ªdo algo en desuso la teor¨ªa de culpabilizar a los asalariados que reivindican aumentos salariales del paro existente, el se?or Gil Calvo la resucita en¨¦rgicamente. ?Crecimiento salarial cero para los que no tienen empleo! Ni Boyer en 1984 se atrevi¨® a tanto. Hay que recordarle que la ca¨ªda de la capacidad adquisitiva de los salarios en dicho a?o produjo una contracci¨®n de la demanda interna culpable de la mayor p¨¦rdida de empleo conocida en el bienio 1984-1985. Hay algunos que opinamos que la misma pol¨ªtica econ¨®mica que ha generado la mayor tasa de paro de la CE y la OCDE, los mayores ¨ªndices de empleo precario y una tremenda desigualdad social es la que ha jugado a fondo por la p¨¦rdida o congelaci¨®n de la capacidad adquisitiva de los trabajadores.
En la parte del art¨ªculo dedicado a desacreditar asambleas o referendos, su autor bebe en las fuentes de la filosoria pol¨ªtica partidaria de una democracia no participativa: los ciudadanos, los trabajadores, deben limitarse a votar cada cuatro a?os a sus representantes pol¨ªticos y sindicales.
Esta filosoria es la que, a mi juicio, est¨¢ erosionando grave mente el sistema democr¨¢tico espa?ol, fomentando paralelamente el incremento del autoritaris mo pol¨ªtico y el abstencionismo y el desinter¨¦s popular por la pol¨ªtica. Lamentablemente, el PSOE gobernante la ha fomentado hasta l¨ªmites francamente preocupantes.
Las consideraciones, tan t¨®picas como verdaderas, acerca de la debilidad de la sociedad civil espa?ola, del escaso tejido social existente en nuestro pa¨ªs, son un ejercicio de hipocres¨ªa si quienes las realizan son tan firmes adversarios de las formas de democracia directa, esenciales en una democracia avanzada. Cuarenta a?os de franquismo no se superan impidiendo o desacreditando la participaci¨®n activa de todos los ciudadanos en las esferas pol¨ªtica, social, sindical, etc¨¦tera. Y participar es, en muchas ocasiones, votar, decidir.
En su radical defensa de una democracia no participativa en el terreno laboral, nuestro profesor de conflicto social llega a decir, a prop¨®sito del refer¨¦ndum sobre el preacuerdo: "Es irracional someter a las bases los acuerdos tomados por los delegados: implica una contradicci¨®n entre la l¨®gica de la representaci¨®n y la l¨®gica de la decisi¨®n, que son distintas y siempre deben estar separadas. Las bases s¨®lo deben votar representantes, nunca votar decisiones". Tendr¨ªa que saber el se?or Gil Calvo que tal irracionalidad es la que habitualmente se practica en los pa¨ªses democr¨¢ticos desarrollados, con sindicatos mucho m¨¢s implantados que en el Estado espa?ol, en conflictos similares -por intensidad y duraci¨®n- al que han vivido los profesores de la ense?anza p¨²blica en nuestro pa¨ªs. Por referirme a casos recientes de duras huelgas de profesores europeos, los escoceses (1986) e italianos (1988) terminaron sus conflictos -positivamente para ellos, por cierto- votando los acuerdos suscritos por los sindicatos.
Enfrentar la l¨®gica de la representaci¨®n con la l¨®gica de la decisi¨®n hasta el extremo que lo hace Gil Calvo, es vaciar de contenido la democracia en el campo sindical. Quienes participan, siempre con gran esfuerzo, en una larga huelga tienen todo el derecho del mundo a decidir con sus votos sobre la aceptaci¨®n o no de las ofertas patronales. La pr¨¢ctica colectiva y solidaria de la lucha sindical no puede hurtar a sus protagonistas la capacidad de decisi¨®n en este momento clave. Lo contrario es apostar por un sindicalismo burocratizado, que puede convencer a algunos, desde luego no a los trabajadores.
Sin precedentes
El denostado asamblearismo de la huelga de los profesores no s¨®lo ha sido un ejemplo de democracia laboral, sino una condici¨®n indispensable para organizar una movilizaci¨®n sin precedentes en un sector en el que todav¨ªa la mayor¨ªa de sus trabajadores no est¨¢ sindicada, existen 22.000 centros de trabajo y las elecciones sindicales otorgaron el car¨¢cter de representativos a seis sindicatos. La huelga se mantuvo durante muchas semanas en una cota pr¨®xima al 95%, gracias a una amplia red de asambleas de centro, zona, comarca o provincia que fragu¨® una s¨®lida unidad sindical por la base. Esta componente asamblearia ftincion¨®, arm¨®nicamente como complemento de la acci¨®n de los sindicatos hasta la firma del preacuerdo. Los problemas surgieron, y era l¨®gico, a partir de ese momento, pero no impidie-. ron una retirada ordenada de la huelga una vez recompuesta la unidad sindical, lo que favorece la continuidad de la movilizaci¨®n en el pr¨®ximo curso.
Existe un sustrato com¨²n en las luchas mantenidas por los profesores europeos -escoceses, ingleses y galeses, italianos, griegos y espa?oles-, que fuera de nuestro pa¨ªs han tenido, o tienen, como m¨ªnimo un a?o de duraci¨®n.
La sociedad, los Gobiernos, como consecuencia de los cambios cient¨ªficos, tecnol¨®gicos y culturales, plantean nuevas exigencias al sistema educativo que se traducen inmediatamente en un incremento de la carga de trabajo de los docentes. Estas demandas chocan con las malas condiciones salariales y de trabajo que en muchos pa¨ªses sufren los profesores. Conscientes de la escasa valoraci¨®n social de nuestro trabajo, hemos decidido actuar. ?Fundamentalismo?, ?corporativismo?
Ser¨ªa muy interesante que en una asignatura de Conflicto Social se investigara sobre estas cuestiones. Mucho m¨¢s que utilizar la huelga de la ense?anza como pretexto para recitar de memoria unas lecciones muy bien aprendidas.
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