El prestidigitador
ENVIADO ESPECIAL Sal¨ªan los toros tal cual deben salir los de su especie, veloces retadores, corneando tablas, buscando torero, y tres minutos despu¨¦s -segundo arriba o abajo- eran lentos y claudicantes. Cambiaban tan en lo absoluto corno si un predistigitador -nada por aqu¨ª, nada por all¨¢- los hubiera dado el cambiazo, escamoteando toros de lidia en el vaiv¨¦n dek1 pa?uelo de seda para metamorfosearlos en borregos.
Tiene su m¨¦rito. No es peque?a empresa transforman un toro de lidia, de furia medio asilvestrada, en vacuno pastoril.
Interesa conocer ahora quien es el predisgitador, como lo hace. Si se trata de mago profesional o un ciudadano cualquiera de singular ingenio; si la f¨®rmula se aplica en el mismo ruedo o en el chiquero, momentos antes de saltar a la arena la fiera, o cuando la traen del campo en el cami¨®n.
Camacho / Ortega, Oliva, Joselito
Toros de Mar¨ªa del Carmen Camacho, bien presentados y astifinos, flojos, aborregados. Ortega Cano: estocada tendida traser¨ªsima baja (silencio); estocada (aplausos y tambi¨¦n pitos cuando sale a los medios). Emilio Oliva: pinchazo baj¨ªsimo, bajonazo descarado y descabello (silencio); pinchazo y estocada atravesada delantera baja (vuelta al ruedo). Joselito: estocada baja y rueda de peones -la presidencia le perdon¨® un aviso (silencio); estocada delantera (silencio). Plaza de Ponplona, 9 de julio. Cuarta corrida de feria.
En el propio ruedo no parece, se ver¨ªa, a no ser que lo hagan mediante hipnotismo. Quiz¨¢ llevan los toreros en sus cuadrillas un hipnotizador. Sin embargo tampoco es probable porque ninguno de los banderilleros de ayer ten¨ªa cara de sospechoso, ni siquiera Corbelle, aunque hable mucho. Hablar tanto e hipnotizar al mismo tiempo no puede ser.
Taurinos opinan que la metamorfosis del toro est¨¢ en origen, no en la parici¨®n, tampoco en la cubrici¨®n, sino en las previas carnestolendas del toro y la vaca, cuando se refocilan bien a su sabor por la espesura de las jaras. Taurinos a?aden que el toro gratificador y la vaca gratificada no son lo que debieran pues llevan el pecado en sus genes.
Quien alguna vez fue a campo de toros pone en tela de juicio estas consideraciones cient¨ªficas, y quien adem¨¢s de ir tuvo la infeliz ocurrencia de cruzar a pie enjuto la dehesa, las niega en redondo, pues sus experiencias son otras.
Todo toro nacido que ve cruzar la dehesa un ciudadano, principalmente si va a coger esp¨¢rragos, en cuento lo recele invasor de sus pastos, se le arranca furioso, y por mucho que el ciudadano regatee, quiebre, corra, trompique pe?ascos, remonte altozanos, ruede vaguadas, suba y baje ¨¢rboles, el toro nacido no se cansa nunca de embestirlo y no se metamorfosea en borrego jam¨¢s. Y cuando el ciudadano es de los que cogen esp¨¢rragos, le pega una cornada en la ingle, de propina. Los toros les tienen una man¨ªa especial a los esparragueros, misterios del mundo animal.
De manera que la causa de la metamorfosis hay que buscarla en el transporte, en el chiquero o en el ruedo. Ya se estudiar¨¢ este capital asunto. De momento, s¨¦pase que la corrida de Mar¨ªa del Carmen Camacho ayer en Pamplona estaba metamorfoseada, igual que la de Torrestrella hace par de d¨ªas en esta misma plaza. Ambas estaban metamorfoseadas de manera que parec¨ªan hijas del mismo semental y la misma vaca refocilantes, lo que, trat¨¢ndose de divisas distintas y cortijos distantes, no es admitido por la l¨®gica.
Igualitos
En justa correspondencia los toreros tambi¨¦n parec¨ªan igualitos, los de ayer y los de hace un par de d¨ªas, aunque ninguno de los seis se tocaban en nada; ni concu?ados eran siquiera. Los de ayer pretend¨ªan diferenciarse desarrollando los elementos caracter¨ªsticos de su personalidad, pero por mucho que se esforzaban en su fondo torero se les advert¨ªa cortados por el mismo patr¨®n: renunciar de plano al manejo del capote, citar en corto con la muleta, presentarla oblicua, contorsionarse en el de pecho, salir de este pase peg¨¢ndole al toro un estacazo en la culeta con la espadita de madera.
El de peores trazas fue Joselito, a quien su primer borrego le enchaba continuamente el trapo; el m¨¢s ceremonioso Ortega Cano, que daba pases con el ¨¦nfasis propio de quien somete a la fiera corrupta, y no era para tanto; el m¨¢s buyidor Emilio Oliva, que sufri¨® en el quinto un arrebato, se puso de rodillas, telefone¨® fren¨¦tico en tan inc¨®moda postura, arroj¨® lejos de s¨ª los trastos.
El sexto, el tercero... todos los borregos de ayer se les quedaban parados a los matadores en mitad del pase. La somnolencia les venc¨ªa y el prestidigitador no sab¨ªa devolverlos a su estado primitivo, o no le daba la gana, o se estaba ligando a una fornida sueca que merodeaba el coso pamplon¨¦s pidiendo guerra; llevaba arremolinados cientos de mozos, como moscas que acuden a un panal de rica miel.
Babelia
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