Praga, herida abierta
Los carros de combate y los aviones sovi¨¦ticos franquean la frontera checoslovaca en la noche del 20 al 21 de agosto de 1968, pero, muy probablemente, la fecha clave de la invasi¨®n deber¨ªa retrotraerse al 14 de julio. Es ese d¨ªa cuando se re¨²nen en Varsovia los cinco, es decir, los m¨¢ximos dirigentes de los partidos- Estados comunistas de Polonia, RDA, Bulgaria y Hungr¨ªa, en torno al partido-eje de la URSS, para acordar una intervenci¨®n militar que corte de cuajo el proceso de reforma pol¨ªtica puesto en marcha por el Partido Comunista Checoslovaco desde los inicios del a?o. En efecto, m¨¢s que el documento de condena producto de la reuni¨®n, lo que cuenta es que s¨®lo unas horas m¨¢s tarde, el 15 o el 16, el embajador sovi¨¦tico en Par¨ªs, Zorin, convoca a la direcci¨®n del Partido Comunista de Espa?a para comunicarle que Checoslovaquia va hacia el capitalismo por una v¨ªa pac¨ªfica, que la nueva direcci¨®n del partido es incapaz de hacer frente a la contrarrevoluci¨®n y se sugiere ya en esa primera comunicaci¨®n la perspectiva de la intervenci¨®n militar, diciendo que hay fuerzas sanas que la reclaman". "Se nos dice", rese?a en su informe Santiago Carrillo, "que nuestro deber es apoyar". Es veros¨ªmil que el PC franc¨¦s recibiera una comunicaci¨®n similar, porque inmediatamente su secretario general, Waldeck-Rochet, lanza alarmado la iniciativa de una reuni¨®n de partidos comunistas europeos, rechazada de plano por los sovi¨¦ticos. "Puede producirse la intervenci¨®n. Nuestra posici¨®n es condenatoria de la Carta de Varsovia y opuesta a la intervenci¨®n militar". Son las palabras de Carrillo en una reuni¨®n de dirigentes del PCE celebrada en Par¨ªs el 23 de julio. Cuatro semanas m¨¢s tarde, tras el espejismo de apaciguamiento suscitado por la reuni¨®n de Bratislava, la invasi¨®n fue un hecho. La primavera de Praga hab¨ªa acabado por obra y gracia de la acci¨®n anticomunista m¨¢s eficaz desde los grandes procesos de Stalin. La propia Dolores Ibarruri, el justificar su rotundo no ante el comit¨¦ central de su partido, destac¨® que la invasi¨®n romp¨ªa "con todo lo que para m¨ª representaba la pol¨ªtica de la Uni¨®n Sovi¨¦tica". As¨ª, en su disidencia frente a la decisi¨®n brutal de Breznev, los partidos comunistas eurooccidentales emprend¨ªan una v¨ªa de independencia pol¨ªtica que pocos a?os despu¨¦s har¨¢ surgir otro espejismo, el de la convergencia eurocomunista fundada en la conciliaci¨®n de comunismo y democracia, algo a lo que el nuevo curso checoslovaco de 1968 apuntaba tambi¨¦n inequ¨ªvocamente.Garante del inmovilismo
Fuera de este aspecto, la incidencia sobre las posiciones de los principales partidos comunistas de Europa occidental, poco qued¨® por decir sobre Checoslovaquia en la era Breznev. Las esperanzas de continuidad suscitadas por los acuerdos de Mosc¨² acabaron disip¨¢ndose por entero al imponerse la normalizaci¨®n de Husak. Una vez depurado de un tercio de sus miembros, entre ellos el propio Dubcek y los principales inspiradores de las reformas, el Partido Comunista de Checoslovaquia se convirti¨® por espacio de 20 largos a?os en el garante del m¨¢s absoluto inmovilismo.
A la persecuci¨®n policial de los ahora disidentes se uni¨® su degradaci¨®n pol¨ªtica y profesional, mientras los art¨ªfices de la normalizaci¨®n -Husak, Bilak, Jakes- eternizaban sus posiciones de poder. En el mundo de relaciones pol¨ªticas coaguladas del socialismo real, el inter¨¦s de la primavera de Praga parec¨ªa reducirse a demostrar la imposibilidad de toda reforma hecha desde el interior. Por ejemplo, en la descripci¨®n que de los acontecimientos hizo uno de sus protagonitas, Zdenek Mlynar, en La helada, lo que destaca es esa imagen de frustraci¨®n inevitable de los comunistas reformadores frente a la l¨®gica de g¨¢nsteres implacables de los dirigentes breznevianos, dispuestos a impedir por cualquier medio el menor cambio que amenazase su situaci¨®n de dominio, fundada en la victoria militar sovi¨¦tica de 1945.
El vuelco en las im¨¢genes sobrevino al perfilarse los contenidos de la reestructuraci¨®n propuesta en la URSS por Gorbachov. De nuevo se trataba de articular en un pa¨ªs socialista perspectivas de reforma econ¨®mica, movilizaci¨®n social y cultural, y b¨²squeda de f¨®rmulas de democratizaci¨®n pol¨ªtica. La mirada de todo observador del nuevo curso sovi¨¦tico tropezaba necesariamente con el antecedente, eso s¨ª, siempre proscrito, de la primavera de Praga.
As¨ª las cosas, no es casual que el examen de las relaciones entre la primavera de Praga y la actual perestroika haya sido planteado por uno de los n¨²cleos m¨¢s din¨¢nficos de la izquierda europea, el italiano.
Ya a finales de abril, la Fundaci¨®n Feltrineffi reuni¨® un primer congreso sobre el tema, pr¨®logo del que ahora se ha celebrado en Bolonia por la doble iniciativa de comunistas y de socialistas italianos, a trav¨¦s de sus fundaciones Gramsci y Nenni. El relieve pol¨ªtico de la reuni¨®n qued¨® claro al encargarse de las conclusiones el n¨²mero dos del PSI, Claudio Martelli, y el dirigente comunista Giorgio Napolitano, presidir la primera sesi¨®n de la lectura de una ponencia redactada por Alexander Dubcek -a quien su Gobierno neg¨® el permiso de salida- y participar al lado de los principales reformadores checos supervivientes (Mlynar, Goldstacker, Pelikan) un representante sovi¨¦tico, Eugenio Ambarzumov, estrechamente ligado a la l¨ªnea Gorbachov.
No a la doctrina de Breznev
Y la intervenci¨®n de Ambarzu mov fue, sin duda, lo m¨¢s relevante, al reflejar la amplitud de los cambios registrados en la mentalidad sovi¨¦tica durante el ¨²ltimo bienio. Rechaz¨® de plano la doctrina Breznev sobre la soberan¨ªa limitada, reconoci¨® impl¨ªcitamente el car¨¢cter renovador de la experiencia checa y aludi¨® a las limitaciones observables en la perestroika como resultado, por una parte, de la acci¨®n defensiva del aparato conservador del partido y como efecto de una estrategia preconcebida de revoluci¨®n desde arriba, de autoritarismo ilustrado, ¨²nico medio para salir del totalitarismo (sic) que hasta ahora caracteriz¨® al sistema. Desde esta perspectiva, la perestroika se presentaba como un proceso global que deb¨ªa necesariamente implicar a los dem¨¢s pa¨ªses del campo socialista, los cuales, de otro modo, se convertir¨ªan en obst¨¢culos cada vez m¨¢s graves para la reconstrucci¨®n del socialismo -y Ambarzumov cit¨® expl¨ªcitamente la tiran¨ªa (sic) de Ceaucescu sobre Ruman¨ªa-, si bien aqu¨ª el proyecto tropezaba con la renuncia por parte de la URS S a los medios de intervenci¨®n sobre otros pa¨ªses que antes caracterizara la pol¨ªtica hegem¨®nica de Breznev en el ¨¢rea del socialismo real.
Naturalmente, ¨¦ste fue el punto central de las cr¨ªticas de los participantes checoslovacos a la perestroika, con independencia del respaldo generalizado que otorgaron al proceso de cambio en la URSS. "La pol¨ªtica actual del PCUS", hizo notar en su escrito Dubcek, "tanto interior como internacional, contradice abiertamente lo que entonces hicieron". Ser¨ªa preciso, pues, que los cinco, y en primer t¨¦rmino la URSS, comenzasen por reconocer el profundo error de su intervenci¨®n pol¨ªtica y militar de 1968.
De otro modo, la pol¨ªtica de reformas sovi¨¦tica obstaculiza su propio despliegue al mantener una alianza contra natura con las fuerzas conservadoras de la Europa del Este, que se niega a admitir, cosa l¨®gica desde su punto de vista, la comunidad de aspiraciones e ideas entre el programa de acci¨®n del PC checoslovavo de abril de 1968 y laperestroika en cuanto proyecto de democratizaci¨®n. Incluso, seg¨²n apunta Dubcek y precisa Mlynar en su ponencia, desde este ¨¢ngulo cabr¨ªa hablar de una superioridad de la experiencia checoslovaca al contar con un soporte social y una tradici¨®n democr¨¢tica de que carece el medio sovi¨¦tico.
En cualquier caso, fue la URSS quien trunc¨® la primavera de Praga; ahora no puede declararse lisa y llanamente neutral respecto del mantenimiento del statu quo actual brezneviano en Checoslovaquia.
Fue, con diversos matices, la l¨ªnea de argumentaci¨®n de los ponentes eurooccidentales. Un¨¢nimemente fue valorada la primavera de Praga como un momento decisivo en la lucha por la democratizaci¨®n de las sociedades del Este.
Martelli y Napolitano coincidieron al rechazar una actitud de apoyo acr¨ªtico a la perestroika en relaci¨®n al caso checoslovaco. La izquierda europea debe presionar para que haya libertad de investigaci¨®n en la URSS sobre Praga 68, discusi¨®n abierta sobre su enlace con la perestroika, derechos civiles y pol¨ªticos para todos los checoslovacos, rehabilitaci¨®n para los comunistas expulsados.
S¨®lo as¨ª podr¨¢ pensarse en un contenido real para la idea de Europa como casa com¨²n a que alude Gorbachov. Y que en la pr¨¢ctica, no en el ensue?o, tengan cumplimiento las palabras finales del escrito de Dubcek: "Socialismo y democracia son t¨¦rminos inseparables".
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