La Copa del Mundo

Poca gente duda de la capacidad de Estados Unidos para acoger el Mundial de F¨²tbol. La mayor¨ªa de los estadios est¨¢n en perfectas condiciones. Las cadenas de televisi¨®n norteamericanas est¨¢n en su mejor momento presentando grandes acontecimientos deportivos. Una de ellas puede pagarle a la FIFA hasta 50 millones de d¨®lares por los derechos de retransmisi¨®n de este derroche. Los Juegos Ol¨ªmpicos de Los ?ngeles demostraron las posibilidades comerciales que los norteamericanos pueden ofrecer ante un espect¨¢culo deportivo. Lo que no est¨¢ claro es si el hecho de ser el anfitri¨®n del Mundial significar¨¢ algo para el deporte en s¨ª mismo en este enorme y desbordado mercado. Las competiciones de f¨²tbol profesional han existido en EE UU desde 1923, pero ninguna ha causado demasiada impresi¨®n en los aficionados al deporte. El esfuerzo m¨¢s coordinado para la promoci¨®n del f¨²tbol se produjo a finales de los a?os 70 y comienzos de los 80. La Liga Norteamericana de F¨²tbol, animada por la importaci¨®n de viejas glorias como el brasile?o Pel¨¦ y el germano occidental Beckenbauer, hizo un valiente esfuerzo al competir con los m¨¢s populares deportes nacionales. Los promotores del f¨²tbol esperan que el Mundial cautive a los norteamericanos, atrayendo a m¨¢s jugadores y aficionados y haciendo que crezca el nivel de juego. Si el Mundial no consigue convertir a los estadounidenses en entusiastas del f¨²tbol, nada lo har¨¢. 17 de julio