Parejas
Uno cree que sabe algo de lo que es hasta que cambia de pareja. Entonces, las cosas comienzan de nuevo. Si en la relaci¨®n anterior se ten¨ªa la consideraci¨®n de ser precipitado o aventurero, en la nueva se puede pasar por una persona atestada por el sentido com¨²n. Si en la primera vinculaci¨®n el sujeto lleg¨® a asumir ciertos atributos como el de ser gracioso, torpe con las manos, corto de vista, en la siguiente la mayor parte de los adjetivos hist¨®ricos se anulan. Las bromas no hacen re¨ªr, la falta de destreza desaparece ante la obstinaci¨®n del otro, el grado de visi¨®n se convierte en extraordinario al lado de las dioptr¨ªas de aqu¨¦l.As¨ª como el cambio de paraje en los desplazamientos hace sentir la relatividad del tiempo, el cambio de pareja en los desplazamientos hace visible la relatividad de la historia.
El otro del amor es el supremo c¨®digo de lo real. El amante es el ¨¢mbito donde la realidad cobra los rasgos importantes y adonde uno acude para consultar su aut¨¦ntica fisonom¨ªa. La fisonom¨ªa por la que merece ser estimado.
En teor¨ªa, el amante parece atra¨ªdo por los atractivos preexistentes. Es decir, esperamos ser queridos por lo que previamente admit¨ªamos que ¨¦ramos. Pero nada es m¨¢s incierto. Y menos ante la demiurgia del amante.
La vocaci¨®n del amante es inaugurar, explorar y explotar. Sustraer placer y succionarlo. El amante tiene el instinto de la calidad de la vida. Selecciona los aspectos que le reservan mejoras, mientras aparta o aplaza los adversos; encumbra aquellas virtudes de las que disfrut¨® menos y disminuye la proporci¨®n de las que est¨¢ harto.
Al fin, el producto de la nueva relaci¨®n es un sujeto diferente y mejorado. Esta vez se trata ya del sujeto aut¨¦ntico. Tal es la fe, y la raz¨®n, de los segundos amores. El nuevo amante llega y dispone como un dios. Llega y lo explica todo de nuevo. Y he aqu¨ª su fuerza: explicar a alguien c¨®mo est¨¢ (realmente) hecho es la manera m¨¢s decisiva de autorizarle a actuar como desea.
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