Varias editoriales italianas organizan un sistema de venta al peso de sus libros

Este verano en las librer¨ªas de Feltrinelli, Mondadori, Bompiani y Rizzoli, los libros, sobre todo los de ediciones de bolsillo, se est¨¢n vendiendo al peso. La curiosa y provocativa idea publicitaria se debe a Romano Montroni, director de las librer¨ªas de Feltrinelli. La experiencia ha comenzado en la librer¨ªa de V¨ªa Manzoni de Mil¨¢n. Los libros se pesan en una flamante balanza color nieve. La publicidad dice: "?Cuesta m¨¢s un kilo de Moravia o un kilo de langosta?". Y el rey de los mariscos tiene la cara de Moravia, con las cejas lleg¨¢ndole hasta los ¨²ltimos tent¨¢culos.En realidad al autor de Los indiferentes no le importa demasiado que sus obras se vendan al peso, sobre todo porque se las ha comparado con la noble langosta. Aunque ha comentado con una pizca de orgullo: "No ser¨¢ dificil vender mis obras a peso, puesto que tengo publicadas 35".
Probablemente a Shakespeare le hubiese gustado menos el que se le haya equiparado a un kilo de esp¨¢rragos en cuya punta aparece la cara del dramaturgo. Pero no causar¨¢ problemas, porque dif¨ªcilmente podr¨¢ protestar. Como tampoco podr¨¢ enfadarse Raymond Chandler, autor de El gran sue?o, que se vende al precio de ocho peras dibujadas con su cara, con gafas y pipa. Lo importante para el comprador es que si se lleva por lo menos un kilo de libros se le hace un descuento del 20%. Y de esta forma un kilo de Moravia resulta m¨¢s barato que un kilo de langosta. Por ejemplo, El nombre de la rosa, de Umberto Eco, pesa 385 gramos y cuesta 9.000 liras, aproximadamente 900 pesetas. Para llegar a un kilo se puede, por ejemplo, comprar tambi¨¦n El doctor Zhivago, de Pasternak (360 gramos, 13.000 liras -1.300 pesetas-), una obra de Agatha Christ¨ªe de 160 gramos (6.500 liras -650 pesetas-) y, por ejemplo, Fuga sin fin, de Joseph Roth, que pesa s¨®lo 110 gramos y cuesta 6.000 liras -600 pesetas-. Total, que un kilo de literatura costar¨ªa 34.500 liras, unas 3.500 pesetas sin descuento. O sea, menos de un kilo de fresas de bosque o que media botella de champa?a franc¨¦s bueno.
L¨®gicamente, hay quien ha hablado de provocaci¨®n, de desacralizaci¨®n de la literatura, de tab¨² roto.
Los organizadores responden que Italia es uno de los ¨²ltimos pa¨ªses de la Comunidad Europea como consumidor de libros. Lee m¨¢s bien revistas. Y que, por tanto, todo lo que sirva para incentivar la lectura es algo positivo.
Y el resultado ha sido incre¨ªble. En todas las librer¨ªas de Italia donde se est¨¢n vendiendo los libros a peso las ventas han aumentado hasta un 50%. Un poco por curiosidad, un poco para ahorrar, lo cierto es que la gente que entra para comprar un libro acaba llev¨¢ndose un kilo. Y a veces, como es dif¨ªcil redondear los 1.000 gramos exactos, acaban llev¨¢ndose por ejemplo un kilo y 200 gramos del genial novelista Giorgio Saviani, quien ha comentado con sorna: "No me importa que vendan mis libros por kilos; lo que deseo es que as¨ª se vendan muchos m¨¢s".
Todo ello ha planteado el problema de si es justo o no hacer publicidad sobre la lectura de libros, aunque dicha publicidad, como en este caso, de comparar a los grandes literarios a los pescados, frutas y verduras, sea algo que pueda chocar y parecer poco respetuoso con la sacralidad at¨¢vica de la alta literatura.
Las casas editoriales afirman que todo cambia y que hasta el gran Fellini al final cay¨® en la tentaci¨®n de hacer un spot publicitario para anunciar en la televisi¨®n de la RAI una "vulgar pasta". El ¨²nico problema, afirman algunos, es ponerse de acuerdo con los autores vivientes para no vender, por ejemplo, un kilo de Sciascia al precio de 10 kilos de sand¨ªa, cuando a lo mejor ¨¦l adora los tomates. O, sabiendo que le encantan los bastones, podr¨ªa venderse un kilo de sus libros al precio de 10 cent¨ªmetros de un bast¨®n ingl¨¦s con empu?adura de plata, mientras que, por ejemplo, Eco, seg¨²n aseguran quienes lo conocen, probablemente preferir¨ªa que sus libros se vendiesen al precio del salm¨®n ahumado de Escocia.
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