Armas y comercio
El autor del art¨ªculo asegura que no hay que olvidar cu¨¢l es la funci¨®n de las armas (destruir vidas) y que el comercio de armamentos (que equivale al producto interior bruto de 140 pa¨ªses juntos) no puede desvincularse ni de la pol¨ªtica ni de su impacto sobre los seres humanos.
Se ha dicho, y con raz¨®n, que el negocio de las armas es uno de los que produce mayores beneficios y mueve mayor cantidad de dinero en el mundo. La adquisici¨®n de armamentos supone anualmente un gasto de unos 300.000 millones de d¨®lares para el conjunto de todos los Estados del planeta. Baste decir, para buscar una referencia comparativa, que no hay en el mundo ni 10 pa¨ªses que tengan un producto interior bruto superior a esta cifra. Dicho en otras palabras, lo que los Estados gastan anualmente en la compra de armamentos equivale al PIB de m¨¢s de 140 pa¨ªses juntos..., tal es la magnitud de su importe.En los pa¨ªses desarrollados la casi totalidad de las necesidades armamentistas se satisfacen recurriendo a la industria nacional. Ello explica que estos pa¨ªses s¨®lo hayan de importar un reducido n¨²mero de sistemas de armas y que, en consecuencia, s¨®lo absorban la quinta parte del comercio mundial de armamentos.
El Tercer Mundo, en cambio, y a pesar de que en el ¨²ltimo decenio algunos de los pa¨ªses medianamente desarrollados han aumentado notablemente su producci¨®n de car¨¢cter militar, tiene que comprar al exterior buena parte de los armamentos, cuando no la totalidad. Ello es as¨ª hasta el punto de que el 80% del comercio mundial de armamentos se orienta hacia el Tercer Mundo.
Las cifras que mueve esta actividad comercial son tambi¨¦n sobrecogedoras. Las exportaciones mundiales de armamentos han supuesto en los ¨²ltimos a?os un volumen de 46.000 millones de d¨®lares anuales, una cifra que supera en mucho a la totalidad de las exportaciones espa?olas, suizas, suecas o chinas en 1997, y, como he se?alado anteriormente, van dirigidas a los mercados del Tercer Mundo. Dentro de este mercado, un grupo de ocho pa¨ªses ha recibido m¨¢s de la mitad del valor de las exportaciones de armamentos en el per¨ªodo 1971-1985; se trata por orden de importancia, de Irak, Ir¨¢n, Siria, Egipto, Libia, India, Israel y Arabia. Oriente Medio es, como se habr¨¢ adivinado, la zona que recibe mayor cantidad de material militar, o al menos el de mayor valor.
Este comercio mundial de armamentos est¨¢ dominado por las dos grandes potencias; Estados Unidos y la URSS, a partes m¨¢s o menos iguales, controlan dos terceras partes de las exportaciones mundiales de armamentos, con cifras superiores a los 10.000 millones de d¨®lares anuales. A gran distancia, pero destacada sobre el resto de pa¨ªses, figura Francia, que absorbe del 10% al 15% del mercado mundial, gracias especialmente a sus productos aeron¨¢uticos. Despu¨¦s figuran, con cantidades realmente menores, un grupo de pa¨ªses formado por la RFA, Reino Unido, China, Italia, etc¨¦tera, que juntos suman una cuarta parte del pastel.
Fin del ascenso
Una tendencia que parece consolidarse en los ¨²ltimos a?os es la de un paulatino descenso del volumen total del comercio de armamentos. La recesi¨®n econ¨®mica, el endeudamiento de muchos pa¨ªses del Tercer Mundo y especialmente la saturaci¨®n de armas caras y sofisticadas en los pa¨ªses que ocupan los primeros lugar del ranking explican el fin de un ascenso en la curva de exportaciones que ha durado muchos a?os. Hay, con todo, otras razones que explican este descenso, o al menos el estancamiento. Una de ellas, muy importante, es que muchos de los pa¨ªses que est¨¢n en guerra, como Ir¨¢n e Irak, necesitan materiales fungibles en grandes cantidades (munici¨®n particularmente), pero cuyo coste unitario es peque?o, o mucho menor al menos que el coste de un caza, por ejemplo. As¨ª, una disminuci¨®n del valor total reflejado en las estad¨ªsticas no supone necesariamente una disminuci¨®n del movimiento general de este comercio ni el fin de su capacidad de destrucci¨®n; indica, simplemente, que las necesidades coyunturales de los pa¨ªses compradores var¨ªan, intensificando la adquisici¨®n de material individual menos costoso y disminuyendo la compra de otro tipo de materiales m¨¢s caros y complejos, cuya utilidad se pone muchas veces en entredicho.
Esta caracter¨ªstica de la din¨¢mica de los armamentos nos introduce para se?alar algo fundamental para la comprensi¨®n de este tema, a saber: la funci¨®n de las armas. El comercio de armamentos tiene la virtud, si puede llam¨¢rsele as¨ª, de poner de manifiesto de forma clara las motivaciones ¨²ltimas de la fabricaci¨®n y uso de las armas.
Un portaviones puede construirse exclusivamente para dar satisfacci¨®n a una elite militar determinada que ve al artefacto como un elemento indispensable para su prestigio, tanto interior como exterior. Lo mismo puede decirse de la adquisici¨®n por parte de muchos pa¨ªses de cazas supersofisticados, de in¨²til uso para la defensa del interior del pa¨ªs. La adquisici¨®n de tales instrumentos b¨¦licos es como una obligaci¨®n, un factor de demostraci¨®n del propio desarrollo (si ha sido cofabricado en el interior del pa¨ªs) y de la potencia adquirida. Es, dig¨¢moslo claramente, una forma exhibicionista de entender la seguridad. Si el fusil es el falo de los impotentes, un caza, una fragata o un misil puede ser una forma de perversi¨®n fetichista para determinadas personas o colectivos. En cualquier caso, La cultura armamentista, tan impregnada en el discurso pol¨ªtico imperante, concede a los armamentos una amplia panoplia de simbolismos relacionados con la potencia (militar, econ¨®mica, tecnol¨®gica, etc¨¦tera).
Las armas tienen otras funciones. Una de ellas es la de actuar como elemento de estabilizaci¨®n pol¨ªtica o de mantenimiento del Estado. Sirven fundamentalmente para mantener a los reg¨ªmenes en el poder y pocas veces han servido para derribarlos. Si el Gobierno est¨¢ formado por civiles, las armas pueden servir adem¨¢s para contentar a los militares, los cuales pueden adquirir los materiales que desean a cambio de no interferir en la conducci¨®n pol¨ªtica del pa¨ªs.
Las armas y su comercio no pueden separarse de su principal funci¨®n: destruir seres humanos. ?sta es una funci¨®n que los propagandistas de la cultura armamentista quisieran ocultar definitivamente a la opini¨®n p¨²blica. Pero lo cierto es que los armamentos no son objetos decorativos; necesitan blancos, esto es, destinatarios. Y de ah¨ª, de la misma existencia de las armas, surgen los escenarios de amenaza, los enemigos posibles, aunque no probables. En vez de crear seguridad, aumentan la desconfianza, el temor y la inseguridad, desarrollan recelos y agravan tensiones, inclinando la balanza hacia la guerra cuando hay situaciones de conflicto latente.
Destruir vidas
El comercio de armamentos no debe entenderse como un fen¨®meno neutro o como una derivaci¨®n m¨¢s de la actividad industrial y comercial. Por el contrario, hay que entenderlo como un fen¨®meno sist¨¦mico, resultante de la existencia de determinadas pol¨ªticas militares y econ¨®micas que se apoyan en la cultura armamentista para justificar la compra y venta de m¨¢quinas de destruir.
Desde hace unos a?os, Espa?a ha entrado, con empuje en este comercio. Se ha especializado en la exportaci¨®n de materiales militares hacia el Tercer Mundo, y dentro de ¨¦l, a pa¨ªses conflictivos, ya sea por estar en guerra o por no respetar los derechos humanos. Algunas empresas sacar¨¢n beneficio, pero esta actividad comercial s¨®lo puede contribuir a la continuidad de determinados sistemas pol¨ªticos y econ¨®micos que, puertas adentro, ya hemos querido desechar. El comercio de armamento, en definitiva, no puede desvincularse ni de la pol¨ªtica ni de su impacto sobre los seres humanos.
es investigador sobre temas de paz y defensa.
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