El encuentro de Quito
EL TRASPASO de poderes en la presidencia de Ecuador entre el conservador Le¨®n Febres y el socialdem¨®crata Rodrigo Borja no ha sido simplemente una ceremonia protocolaria. La coincidencia en Quito de tantos presidentes latinoamericanos ha dado al acto un relieve pol¨ªtico desacostumbrado en casos semejantes. A ello ha contribuido el momento por el que atraviesan los pa¨ªses latinoamericanos, con los triunfos que en muchos de ellos ha alcanzado la democracia en la ¨²ltima d¨¦cada y con una creciente voluntad de actuar de modo mancomunado en la escena internacional.La elecci¨®n de Borja como presidente de Ecuador refuerza la causa democr¨¢tica en el continente. Termina la etapa desastrosa de Le¨®n Febres, que ha tenido consecuencias desastrosas en todos los ¨®rdenes; en pol¨ªtica exterior, llev¨® su sumisi¨®n a EE UU al extremo de alejar a Ecuador de la pol¨ªtica latinoamericana de apoyo a Esquipulas y de romper las relaciones con Nicaragua. Borja gan¨® la segunda vuelta electoral frente a un candidato populista que buscaba los votos con promesas demag¨®gicas sin frontera. El nuevo presidente present¨® en cambio a los ciudadanos un programa sensato, realista, que, sin ignorar las dificultades objetivas, tiende a realizar los mayores avances sociales que sean posibles. Ser¨¢ la primera experiencia socialdem¨®crata en Ecuador.
En estas jornadas de Quito -convertido en capital de Latinoam¨¦rica-, la nota sensacional ha sido la presencia de Fidel Castro. Por primera vez en la historia asist¨ªa a un acto de este car¨¢cter al lado de los otros presidentes latinoamericanos. Durante d¨¦cadas, la pol¨ªtica de Estados Unidos ha marginado a Fidel Castro de la escena continental, con la acusaci¨®n de que era un jefe comunista, instrumento de la penetraci¨®n sovi¨¦tica. Pero ese tipo de argumentos ya no rige y se ha reducido la capacidad de EE UU de imponer su criterio a otros Gobiernos. Por otra parte, Castro, a la vez que se ha distanciado de la URSS en el tema de la perestroika, acent¨²a su pol¨ªtica de acercamiento hacia los otros pa¨ªses del continente. Ya no es a los ojos de Latinoam¨¦rica el jefe de una revoluci¨®n que quer¨ªa cambiarlo todo, sino un gobernante realista, deseoso de ocupar un lugar en la familia continental. La campa?a de EE UU contra ¨¦l ayuda a darle popularidad, como se ha puesto de relieve en Quito, tanto en los aplausos en las calles, en gran parte de electores de Borja, como en la simpat¨ªa que han manifestado los otros presidentes al conversar con ¨¦l.
En el trasfondo del clima que ha reinado en las ceremonias de Quito apunta un fen¨®meno pol¨ªtico de largo alcance: los pueblos latinoamericanos sienten una creciente necesidad de tener una pol¨ªtica propia, sin exclusiones por motivos ideol¨®gicos, que ponga en primer plano los intereses comunes y que no est¨¦ mediatizada desde Washington. Esa actitud se hab¨ªa plasmado ya en anteriores ocasiones, y, de modo concreto, en el apoyo a los procesos pacificadores de Contadora y Esquipulas.
En la actividad pol¨ªtica que ha rodeado las ceremonias de Quito, uno de los puntos de mayor preocupaci¨®n ha sido Centroam¨¦rica; y en un clima poco favorable para el secretario de Estado Shultz. El retraso de la llegada de Daniel Ortega, causado por el cerrilismo del ex presidente Febres, ha puesto de relieve la valent¨ªa con que Rodrigo Borja quiere asentar una pol¨ªtica de independencia en temas exteriores. Cabe esperar que los diversos encuentros que han tenido lugar -ha llamado particularmente la atenci¨®n el de ¨®scar Arias y Fidel Castro- ayuden a un relanzamiento de Esquipulas en un momento dificil, en el que hace falta presionar a EE UU para que cese en su chantaje contra Nicaragua y en el que son precisos nuevos esfuerzos de flexibilidad para que no se pierdan los progresos ya logrados.
Durante su estancia en Quito, Alfonso Guerra ha sostenido conversaciones con no pocas de las delegaciones presentes. El aprecio general por Espa?a no se debilita en esta etapa de afirmaci¨®n de la personalidad latinoamericana. Al contrario. Adem¨¢s, al acercarse la presidencia de Espa?a en la CE, podemos contribuir en gran medida a impulsar la cooperaci¨®n entre ¨¦sta y Latinoam¨¦rica. Deber¨¢ ser tema central de nuestra pol¨ªtica exterior en los pr¨®ximos meses, y aconsejar¨ªa preparar una visita, no ya del vicepresidente, sino del propio jefe del Gobierno antes o durante la presidencia espa?ola.
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