El error de Anchuras:Caba?eros bis
Con la decisi¨®n del Consejo de Ministros del pasado 20 de julio por la que se decide ubicar el pol¨ªgono de tiro en Anchuras (Ciudad Real), el Gobierno vuelve a repetir los mismos errores de ayer. Demostrada la riqueza ecol¨®gica de Caba?eros con un apoyo popular de una amplitud inesperada para la Moncloa, las miradas del Gobierno se dirigen ahora a un nuevo posible emplazamiento a s¨®lo 14 kil¨®metros del reci¨¦n estrenado parque natural y a escasamente cuatro kil¨®metros de la reserva de caza del C¨ªjara, que fue creada en 1966 en reconocimiento de los elevados valores cineg¨¦ticos, ecol¨®gicos y paisaj¨ªsticos de la zona y en cuyas 25.000 hect¨¢reas de extensi¨®n abundan especies como jabal¨ª, corzo, ciervo, gamo e innumerables rapaces, siendo tambi¨¦n se?alable el inter¨¦s para las aves acu¨¢ticas del propio embalse del C¨ªjara.Despu¨¦s de Caba?eros, Anchuras. Y la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha se lava las manos, quedando ineludiblemente (?esto es el Estado de derecho?) para el Ministerio de Defensa el pretendido pol¨ªgono de tiro que fue solicitado desde el ingreso de Espa?a en la OTAN y como complemento de la operaci¨®n FACA. En una primera reflexi¨®n, habr¨ªa que subrayar el desprecio del Gobierno por el conocimiento del modo de funcionamiento y del dinamismo de las poblaciones animales que albergan las sierras, crester¨ªos, dehesas y bosques que caracterizan el paisaje agreste de Anchuras, dentro de los montes de Toledo. Y es que en este pa¨ªs, desde hace alg¨²n tiempo, la conservaci¨®n de la naturaleza no se entiende al modo que ya se generaliza internacionalmente, es decir, como un problema de ordenaci¨®n racional del territorio. Aqu¨ª sigue prevaleciendo el parcheo de usos incompatibles, determinados por los intereses de aquellos que tienen acceso a conseguir la materializaci¨®n de sus deseos. En este caso, el Gobierno, el Ej¨¦rcito del Aire, la OTAN, etc¨¦tera, contra los intereses generales.
Por otra parte, resulta de una coincidencia grotesca que el mismo Consejo de Ministros, con diferencia de una semana, haya aprobado el proyecto de ley de Conservaci¨®n de los Espacios Naturales, de la Flora y Fauna Silvestres, y que hace muy poco haya entrado en vigor el decreto de Evaluaci¨®n de Impacto Ambiental, de 1986 -como parte de nuestra acomodaci¨®n legislativa a la CEE-, sin que ninguno de tales hechos haya tenido el menor efecto para evitar la desgraciada decisi¨®n sobre Anchuras, que pr¨¢cticamente se quiere sustraer a toda la legislaci¨®n recurriendo a la famosa frase "de inter¨¦s para la defensa nacional", como si ese inter¨¦s fuera equivalente a todas las posibles fuentes de derecho.
Debemos dejar en claro que no se ha realizado ning¨²n informe serio de evaluaci¨®n de impacto ambiental. Salvo que se pretenda hacer pasar por tal a la media docena de folios redactados deprisa y corriendo (y con posterioridad a la decisi¨®n), que no resisten el m¨¢s m¨ªnimo an¨¢lisis en vista a la insuficiencia manifiesta de los aspectos considerados. Y es que no cabe en cabeza racional de nadie que se sit¨²e un pol¨ªgono de tiro entre un parque natural y una reserva nacional de caza, en las proximidades de las sierras de las Villuercas y en territorios sobrevolados por especies amenazadas de extinci¨®n, como, en mayor o menor medida, lo son los buitres negros y leonados, las ¨¢guilas reales e imperiales y las cig¨¹e?as negras. Es ¨¦sta, adem¨¢s, una comarca en la que cazan algunos de los ¨²ltimos linces ib¨¦ricos y donde hace s¨®lo tres a?os fue abatido (de lo m¨¢s lamentable) un magn¨ªfico ejemplar de lobo.
La misma farsa
Ya se intent¨® con Caba?eros la estratagema de argumentar sobre el escaso valor del territorio. Quienes as¨ª lo hicieron, demostraron no conocer nada sobre lo que tanto pontificaban, y ahora se intentan repetir la misma farsa y el mismo atropello, a s¨®lo 14 kil¨®metros de Caba?eros, en el mismo territorio y en el mismo ecosistema.No es posible pensar que sobre los encinares adehesados de la Ca?ada de la Nava, o sobre los valles abarrancados del Rosalejo, festoneados de alcornoques y resguardados por el matorral de jaras y madro?os que oculan al jabal¨ª y que permiten medrar al ciervo, o incluso sobre las suaves planicies que alimentan a liebres y perdices, vuelen otras grandes aves met¨¢licas que alteren los magn¨ªficos ecosistemas de las sierras del Aljibe y Altamira y la cuenca del Estena. No es posible creer que cuando un Gobierno pone sus miras en estas tierras sea tan s¨®lo para destinarlas al objetivo de las bombas.
Y, por ¨²ltimo, y no lo menos importante, sino lo que m¨¢s importa, ah¨ª est¨¢n, despreciados, los derechos de los 500 seres humanos que viven y trabajan en el municipio de Anchuras, y de los miles de personas de toda su comarca circundante en Castilla-La Mancha y Extremadura. Es ¨¦sta una tierra hermosa, pero tambi¨¦n dura para quienes de ella arrancan su pan y para quienes en ella basan sus afanes de cada d¨ªa. La amplia subregi¨®n de los montes de Toledo, que de forma intrincada se extiende por el centro de la meseta sur -compartiendo caracter¨ªsticas ecol¨®gicas y sociales con sierra Morena- ha sido durante mucho tiempo un espacio geogr¨¢fico y humano casi olvidado por la generalidad de los espa?oles, marginado, golpeado de forma sistem¨¢tica por el atraso en la educaci¨®n, la cultura, la sanidad.
Todos sabemos que la belleza convive en muchas ocasiones con las dificultades. Y tambi¨¦n con las expectativas para el ma?ana. Y as¨ª, en valles tan hermosos como el de Alcudia, en sierras tan brav¨ªas como las de Guadalupe o la de Altamira, y en espacios naturales tan importantes para nuestro acervo como son Monfrag¨¹e, Cijara, Caba?eros o Anchuras, las gentes, en nuestra nueva democracia, est¨¢n luchando por un futuro mejor. Hoy los pueblos empiezan a ofrecer otro aspecto, y los ayuntamientos se ocupan de mejorar las condiciones de vida y de exigir de los otros poderes p¨²blicos que se les atienda debidamente como en la Constituci¨®n se promete.
En este extremo conjunto monta?oso de los montes de Toledo ha prosperado, adem¨¢s, una actividad cineg¨¦tica -no exenta de aspectos muy cr¨ªticables- como seguramente no hay otra igual en Europa; que junto con otras facetas de estas tierras se ver¨ªa amenazada por la convergencia en sus cielos de aviones de guerra, que romper¨ªan cualquier posibilidad futura de alma y sosiego para una vida imbricada al 100% con la naturaleza. En Anchuras, hoy pueden verse, entreverados con las zonas boscosas y las dehesas, cultivos de cereales, producci¨®n de miel, ganader¨ªa lanar, extracci¨®n de corcho, ganado porcino ib¨¦rico y tantos productos que permiten una vida dif¨ªcil pero digna a sus pobladores. Y hoy, cuando ya existen proyectos de mejora en todas partes, cuando se trata de potenciar cultivos, introducir alguna industria, desarrollar el turismo, en ese momento, a todos estos serranos les cae la china de un campo de tiro. No es de extra?ar que estos castellano-manchegos sean los verdaderos y primeros ecologistas de la zona, porque est¨¢n defendiendo su propia forma de vida en asociaci¨®n con un medio al que desde el poder -no omn¨ªmodo- se quiere hoy traumatizar de forma irreversible.
Ahora, en este verano de 1988, el mundo contempla, despu¨¦s de muchos a?os, c¨®mo es posible la paz. Las armas de fuego han dejado de sonar en Irak-Ir¨¢n. El acuerdo parece pr¨®ximo en Namibia para poner fin a los enfrentamientos en ?frica austral. De Afganist¨¢n salen los contingentes sovi¨¦ticos. Y ah¨ª est¨¢n las im¨¢genes del se?or Carlucci, secretario de Defensa de EE UU, visitando las bases militares, hasta ahora secretas, de la URSS, y viendo evolucionar a los en otro tiempo misteriosos blackjacks.
En paz
Mientras tanto, en nuestro propio pa¨ªs, el productivismo de un desarrollo mal concebido va deteriorando nuestro medio, y las pretensiones militaristas, en gran parte impuestas desde fuera -la OTAN ahora y la UEO quiz¨¢ ma?ana-, hacen planear sobre nuestro medio la sombra del deterioro, de la desertificaci¨®n y del empobrecimiento. Anchuras va a convertirse, a no dudarlo, en un clamor de ayuntamientos, de movimientos ecologistas y ciudadanos. Y el Parlamento tendr¨¢ que dar una soluci¨®n a este problema que no ha hecho sino empezar, como pudimos comprobar sobre el terreno, en nuestra visita a Anchuras, en la conversaci¨®n con sus gentes.Como se hizo con Caba?eros, pedimos de nuevo que impere la raz¨®n sobre la fuerza. Es preciso dar un rotundo giro a la actual situaci¨®n e imponer definitivamente un orden sensato de prioridades en la distribuci¨®n de usos del territorio, hacer valer los derechos de individuo por encima de los criterios de fuerzas f¨¢cticas. Y reconocer con los hechos que la degradaci¨®n de nuestro medio ambiente afecta a la calidad de vida de todos. Porque ¨¦ste es el segundo error del Gobierno tras Caba?ero. Es el mismo error. Y la soluci¨®n, la misma tendr¨¢ que ser: dejar a Anchuras en paz.
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