Verificaci¨®n de estilo

La actuaci¨®n del Ballet Nacional de Cuba en el monasterio de El Escorial ha sido, sobre todo, la verificaci¨®n de un estilo. La gala rom¨¢ntica ofrecida el viernes ha proporcionado a los amantes del ballet la recuperaci¨®n del sentido de los pasos. El p¨²blico, transportado siglo y medio atr¨¢s, capt¨® el universo m¨¢gico y las inquietudes est¨¦ticas que animaron las producciones del ballet en la ¨¦poca rom¨¢ntica. Las curvas en brazos y tronco, las expresiones de cabeza ladeada y hacia adelante y los movimientos t¨ªmidos y recortados que han llegado hasta nosotros a menudo amanerados, con la compa?¨ªa cubana adquieren valor, se ven como consecuencia inevitable del mensaje esc¨¦nico.Las coreograf¨ªas de Alicia Alonso est¨¢n matizadas en la expresi¨®n seg¨²n los temas y cuidadas para que la t¨¦cnica no borre la interpretaci¨®n. Giselle, que abri¨® el programa, estuvo interpretada elocuentemente y con limpieza t¨¦cnica por Mar¨ªa Elena Llorente, quien aparece en su dimensi¨®n justa: esp¨ªritu protector y enamorado, cuya presencia es s¨®lo intuida por Albrecht.

Las willis son mezcla de espiritualidad y feminismo perverso y hacen respirar aire de ultratumba. En este ballet la l¨ªnea vertical ascensional es final de un proceso iniciado en la forma redonda del cuerpo, vi¨¦ndose a la bailarina rom¨¢ntica que comienza recogida en s¨ª misma y que abre su l¨ªnea r¨ªtmicamente, para perderse en un movimiento al espacio que parece no terminar, gracias a la continuidad de la expresi¨®n en la forma.

El encuentro

La siguiente pieza fue el Grand pas de quatre. Es una deliciosa recreaci¨®n de lo que debi¨® ser el acontecimiento: una competici¨®n de divas, mezcla de coqueter¨ªa, presunci¨®n y coreogrf¨ªa pr¨ºt-¨¢porter que hizo Jules Perrot para lograr el encuentro. Ofelia Gonz¨¢lez, Martha Garc¨ªa, Gloria Hern¨¢ndez y Dagmar Moradillo dieron vida a Grisi, Taglioni, Grahn y Cerrito, en una rigurosa interpretaci¨®n -lo m¨¢s t¨¦cnico de la noche- que fue muy aplaudida.Finalmente, tras el Festival de las Flores en Genzano, que no estuvo a la altura t¨¦cnica de la escuela Bournonville, sobre todo en lo que se refiere a los chicos, lleg¨® la actuaci¨®n de Alicia Alonso, con el Pas de deux de Roberto el Diablo, coreografiado por Alberto M¨¦ndez, imaginando el primer baile en puntas que Filippo Taglioni hizo para que su hija se despegase del suelo.

Este antecedente de la s¨ªlphide fue pretexto para la aparici¨®n de Alicia, quien en figura fantasmag¨®rica de espectro monjil, t¨¦trico y c¨®mico a la vez, recibi¨® como de costumbre el cari?o del p¨²blico, acompa?ada por Oriando Salgado, que actu¨® de partenaire seguro.

Por encima del cariz que toma su presencia en escena -mezcla de admiraci¨®n y morbo- para un p¨²blico siempre en discrepancia sobre su permanencia en activo, es preciso contemplar la actuaci¨®n de la bailarina Alicia Alonso como una lecci¨®n de gran maestra.