El 'problema' del catal¨¢n
Los que se denominan seudoproblemas se caracterizan, naturalmente, porque no son problemas reales sino l¨ªos, es decir, cuestiones de las cuales alguien o algunos hacen problemas sin serlo. Las razones por las que los seudoproblemas aparecen como problemas para alguien hay que buscarlas justamente en su mente, como actitudes, como prejuicios, que no son simples juicios previos, sino la deformaci¨®n de la realidad de acuerdo a nuestras conveniencias, en forma de teor¨ªas aparentemente explicativas de la realidad. Los ingleses distinguen en su lengua entre prejudgment y prejudice. Nosotros hemos de poner un gui¨®n, si queremos diferenciar pre-juicio de prejuicio. Los seudoproblemas son en todo caso, como he dicho, problemas mentales, o, lo que es lo mismo, que son de la mente y est¨¢n en la mente de quien los vive. Necesitan, pues, tratamiento; para ser exacto, tratamiento mental, en el amplio sentido de la palabra, el cual incluye, cuando es viable, el uso de la l¨®gica. Ocurre, sin embargo, que los prejuicios son resistentes a la l¨®gica, como es el caso, para el cat¨®lico, del creced y multiplicaos hasta el infinito, que, aunque vivimos en un planeta finito, cabremos los infinitos que lleguen. Los problemas mentales, como es sabido de todos, hacen sufrir a quienes los padecen, Fiero tambi¨¦n hacen sufrir a los que, sin tenerlos, han de padecer a los que los padecen.Hay muchos seudoproblemas. Uno de ellos es el de la lengua catalana y, m¨¢s concretamente, el del uso de la misma. A m¨ª me ha hecho padecer el que sea problema para Pedro La¨ªn Entralgo, tal y como lo expuso en este peri¨®dico (EL PA?S, 24 de junio) en un art¨ªculo que titul¨® Biling¨¹ismo, en el que, como se recordar¨¢, trata de persuadir a los catalanes -ahora se trata de ellos tan s¨®lo- de qu¨¦ no les ha de pasar nada por procurar ser biling¨¹es; antes al contrario, catalanes de pro, seg¨²n La¨ªn, lo han sido, y ¨¦se puede ser el seguro camino para todos los catalanes habidos y por haber.
Pero, ?por qu¨¦ se hace problema de que el catal¨¢n hable catal¨¢n, incluso s¨®lo catal¨¢n? (como el gallego gallego, incluso s¨®lo gallego; por extensi¨®n puede aplicarse al euskera, y tambi¨¦n -por qu¨¦ no- al portugu¨¦s, pues una frontera entre naciones no es ni m¨¢s ni menos convencional que las de nuestras actuales autonom¨ªas). Pienso que en verdad no hay problema alguno porque se trata de una cuesti¨®n de hecho; y es esta categor¨ªa f¨¢ctica la que muchos se resisten a admitir. La cosa es tan ruborizante como la de aquel que se asombraba de que los ni?os en Francia supiesen hablar franc¨¦s. Se trata de que la lengua de Catalu?a es, mientras no desaparezca, el catal¨¢n, y mientras tal cosa no ocurra, para que se hable el catal¨¢n por alguien se requiere que lo hablen de antemano aquellos que han de ense?arlo (en vivo, es decir, transmitirlo, como se transmite todo lo que es cultura). Ahora bien, como se construye un problema, y grueso, es de estas dos formas: o haciendo que los catalanes no hablen catal¨¢n (f¨®rmula Franco y del primer Ridruejo), o que los catalanes hablen adem¨¢s castellano, es decir, que sean biling¨¹es (f¨®rmula La¨ªn). Pero, ?por qu¨¦ otra raz¨®n que no sea de orden pr¨¢ctico han de ser los catalanes biling¨¹es? Y si es por raz¨®n pr¨¢ctica, ?por qu¨¦ ha de prescribirse y no esperar a que acontezca all¨ª donde haya de acontecer, esto es, cuando el catal¨¢n que sea lo necesite? En esta situaci¨®n, cualquiera, catal¨¢n o no catal¨¢n, se har¨¢ biling¨¹e, para facilitarse las cosas, o sea, para vivir. Y si, pese a todo, no quiere o no puede, ?qu¨¦ se ha de hacer sino dejarlo? Parad¨®jicamente, haciendo constitucionalmente obligatorio el conocimiento del castellano a los que culturalmente no les pertenece, se infringe asimismo la Constituci¨®n, que hace a todos los espa?oles iguales ante la ley, y proh¨ªbe la discriminaci¨®n por raz¨®n de religi¨®n, sexo, raza y -debe a?adirse tambi¨¦n, porque eso no figura en nuestra norma b¨¢sica- autonom¨ªa. En caso contrario creamos el problema, absolutamente injusto, suscitado por prejuicios, mejor o peor encubiertos: determinados ciudadanos del Estado espa?ol est¨¢n constitucionalmente en regla manteni¨¦ndose c¨®modamente monoling¨¹es, y a mayor abundamiento de su propia lengua, mientras otros -catalanes, vascos, gallegos, cuando menos-, para poder estarlo, requieren ser biling¨¹es. Si la Constituci¨®n, en este respecto, se hubiera mantenido en t¨¦rminos l¨®gicos, hubiera sido preciso elegir una de estas dos prescripciones: o todos los cludadanos del Estado espa?ol han de ser, cuando menos, tetraling¨¹es, o cada uno monoling¨¹e en la propia. Como lo primero no parece pr¨¢ctico, y por tanto no es viable, ?no es l¨®gico reconocer a cada cual el derecho a hablar como hablan los que le hicieron nacer, y no el deber de conocer una lengua que quiz¨¢ no le es propia, y que ha de ser ¨¦l, luego, por s¨ª y por su circunstancia, quien decida si, adem¨¢s, tia de aprender a hablar la tengua que considere ¨²til? (la cual, con la mayor probabilidad, habr¨¢ de resultar, para el catal¨¢n, el castellano, incluso en Catalu?a, con m¨¢s de cinco millones de castellanohablantes).
La¨ªn Entralgo no trata de aplicar crudamente la Constituci¨®n vigente haciendo obligator¨ªo el biling¨¹ismo. Concorde con sus actitudes b¨¢sicas, La¨ªn trata de persuadir, y, con los mejores modos, se dirige a los catalanes y les dice, m¨¢s o menos, lo siguiente: "Sean ustedes biling¨¹es, que no les ha de pasar sino algo mejor que no serlo. Vean ustedes a Pla, Carles Riba, Espriu, Sagarra y muchos m¨¢s". Mediante la emulaci¨®n
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de estas figuras se?eras, La¨ªn Entralgo invita al biling¨¹ismo a la poblaci¨®n catalana en su conjunto. Esta exhortaci¨®n es tan idealista como aquella que, sobre la base de que hubo un san Francisco, nos invita a. todos a serlo.
Pero, por otro lado, ?qu¨¦ es eso del biling¨¹ismo? Me atrevo a afirmar estas dos cosas: primero, que el biling¨¹ismo no existe, y segundo, que all¨ª donde parece existir no es inocuo. Una cosa es servirse de otra lengua que no sea la propia -al servirse muy bien de otra lengua se le llama biling¨¹ismo- y otra hablar la lengua ajena como la propia. Esto ¨²ltimo no es posible. Para escribir una cr¨®nica Jos¨¦ Pla pudo servirse de la lengua castellana, pero no para redactar El cuaderno gris; que Salvador Espriu hablaba y escrib¨ªa correctamente el castellano no me cabe duda, pero para hacerpoes¨ªa us¨® sin remedio del catal¨¢n, o no hubiera sido el poeta que fue. Se pueden tener experiencias distintas y cada una en una lengua (maldecir en castellano y rezar en franc¨¦s; discutir en catal¨¢n y hablar de arquitectura en ingl¨¦s; para un determinado tipo de blasfemia, un idioma, para otro, otro, etc¨¦tera). La lengua ligada a la experiencia de la vida es ya habla, y es con ella con la que vivimos. Ni Conrad, ni Nabokov ni George Steiner fueron biling¨¹es en el sentido de vivir cualquier experiencia, de manera indistinta, en los idiomas de que se sirven.
Una cosa es una lengua y otra el habla. Pues lo que se dice dominar una lengua no es dominar su l¨¦xico (cuesti¨®n relativamente f¨¢cil), sino vivir con esa lengua, cuyo usuario quiz¨¢ dispone de un l¨¦xico de no m¨¢s de unos cientos de palabras. ?Es que todos los que hablan el castellano dominan el castellano? ?En qu¨¦ se diferencia un castellanoparlante de escas¨ªsimo l¨¦xico de, pongamos por caso, Marcel Bataillon o lan Gibson, que, sin duda, superan al primero en dominio del l¨¦xico? Es seguro que La¨ªn conoce un m¨¢s amplio l¨¦xico alem¨¢n que buena parte incluso de los universitarios alemanes, pero no vive en alem¨¢n, y hasta tiendo a pensar que, a sus a?os, a¨²n debe seguir viviendo determinadas experiencias -que evoque, por ejemplo, su infancia- ni siquiera en castellano sino en baturro. Los que hemos tenido experiencias con af¨¢sicos sabemos de la mayor vulnerabilidad de la lengua ajena frente a la propia, de la cual quedan a veces los ¨²nicos residuos.
Como dec¨ªa Ortega, "?se puede en serio hablar otro idioma? Al hacerlo, ?no nos colocamos en la actitud ¨ªntima de imitar a alg¨²n pr¨®jimo? Y vivir imitando, ?no es una payasada? La gente se hace demasiado f¨¢cil lo que llama hablar lenguas. El tr¨¢nsito a otro idioma no se puede ejecutar sin previo abandono de nuestra personalidad, y, por tanto, de nuestra vida aut¨¦ntica. Para hablar una lengua extra?a, lo primero que hace falta es volverse un rato m¨¢s o menos imb¨¦cil; logrado esto puede uno verbalizar en todos los idiomas del mundo sin excesiva dificultad. ( ... ) Por otro (lado) hay que el dominio de lenguas extranjeras para los efectos de la conversaci¨®n no existe". (subrayados de Ortega.) Alguien, por lo dem¨¢s capaz de servirse en m¨¢s de cuatro lenguas, y de servirse muy bien en todas ellas, como George Steiner, ha escrito p¨¢ginas extraordinariamente l¨²cidas a este respecto (Despu¨¦s de Babel, Lenguaje y silencio, Extraterritorial).
Ruego se me dispense tratar en este momento de la patogeneidad del denominado biling¨¹ismo. Vale la pena, no obstante, reflexionar acerca del tipo de fragmentaci¨®n mental que sobreviene tras la diversificaci¨®n instrumental de la vida ¨ªntima. Desde aqu¨ª hasta los m¨¢s groseros disturbios funcionales. El caso del catal¨¢n -una lengua hasta hace poco pr¨¢cticamente usada s¨®lo para la cotidianidad, apenas para ser adem¨¢s escrita y le¨ªda por la mayor¨ªa de los que lo hablan- requiere un tratamiento singular, pero ni poseo en este momento espacio ni ser¨ªa ¨¦ste el lugar adecuado para su exposici¨®n.
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