Drogas
Cuando se expone la alarmante difusi¨®n de la droga, falta siempre el dato sobre su repartici¨®n geogr¨¢fica. Se habla de sectores y clases sociales en pa¨ªses industrializados, pero se dice poco de la totalidad del mapa mundial y de sus cambios.Cualquier historia de la toxicoman¨ªa relata la existencia de una masa, m¨¢s o menos constante, de alucin¨®genos o estimulantes flotando siempre sobre la colectividad. Lo que var¨ªa es la cosa que se toma y su mayor o menor concentraci¨®n por zonas. El tabaco y la coca, por ejemplo, son un par que se han alternado en Am¨¦rica desde los tiempos precolombinos. En aquellos territorios donde imperaba el tabaco (como placer, como medicina, como planta ritual) no entraba la coca (como placer, como medicina, como ritual) y viceversa. Cinco o seis siglos despu¨¦s el fen¨®meno vuelve a repetirse. En Estados Unidos, el n¨²mero de fumadores es actualmente 30 millones menos de lo que marcaban las tendencias. Su abstenci¨®n se ha ocupado por unos 20 millones de personas de clase media alta y alta que se han pasado, con mayor o menor asiduidad, a la coca¨ªna. Una moda social y cultural que ha hecho de este alcaloide un signo de distinci¨®n y ha ocupado el lugar apestoso y cancer¨ªgeno con que se ha cargado la reputaci¨®n del tabaco. Son primordialmente los pobres, los negros, los fracasados laboralmente, los marginales, quienes fuman.
En los pa¨ªses m¨¢s industrializados, Canad¨¢, Reino Unido, Francia, Alemania Occidental, cae espectacularmente la venta de cigarrillos, pero en el Tercer Mundo asciende un 5% cada a?o. En Nepal fuman, entre los adultos, el 87% de los hombres y el 84% de las mujeres.
Alcohol, alcaloides, opi¨¢ceos. Est¨¢ bien llamar la atenci¨®n sobre productos que pueden llevar a la muerte. Pero la prohibici¨®n y sus efectos estimulantes, junto al mismo descr¨¦dito social del tabaco, se han unido como una meditada pol¨ªtica que, contando con que la humanidad se chuta, bebe, esnifa o inhala inexorablemente, decide el auge de unos consumos y la baja de otros.
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