Se retir¨® Anto?ete
ENVIADO ESPECIALEl maestro Anto?ete fue a dictar su ¨²ltima lecci¨®n -se retir¨® ayer- y tuvo la mala suerte de que se le rompiera el encerado. El encerado era el cuarto toro, un Dionisio muy serio y muy noble. Al primero le hab¨ªa. trazado unos apuntes sin profundizar en la materia, porque no es sano que los maestros veteranos se prodiguen con toros de casta.
Anto?ete ha de cuidarse de los toros de casta, pues no tiene tan despierto el reflejo como cuando estaba jovenc¨ªsimo; es decir, hace par de temporadas. Adem¨¢s sin pitillo es n¨¢ufrago y como en la lidia no le dejan fu mar, desconf¨ªa de sus facultades. Cuando a Anto?ete le sale un toro de casta, su banderillero Periquito deberia acercarle el pitillo para que pegara una calada, y entonces si que estar¨ªa en condiciones de torear ligado, para gozo de afionados y aprendizaje de coletudos.
Rodr¨ªguez / Anto?ete, Mezquita, Oliva
Toros de Dionisio Rodr¨ªguez (quinto, sobrero), con seriedad y trapio, encastados. Anto?ete: bronca; divisi¨®n. Pascual Mezquita. divisi¨®n; vuelta. Emilio Oliva: ovaci¨®n; aplausos. Plaza de Bilbao, 27 de agosto. S¨¦ptima corrida de feria.
El cuarto toro se lo brind¨® a Manuel Chopera y uno del tendido le grito: "?Pelotaaa?". Deb¨ªa de ser alg¨²n aficionado madrile?o, pues esas son voces propias de Las Ventas. Ignoraba el aficionado -y el resto de la parroquia, y aqu¨ª- que el brindis ten¨ªa un significado profundo. Tiempo atras Anto?ete le hab¨ªa anunciado a Chopera: "Te brindar¨¦ el ¨²ltimo toro de mi vida". Y fue ese, el cuarto de ayer, en Bilbao.
El discurso
Anto?ete lo hab¨ªa recibido dibuj¨¢ndole dos ver¨®nicas cargada la suerte, barrunto de la lecci¨®n magistral que habr¨ªa de venir despu¨¦s del brindis, y que prolog¨® con ayudados arqueando la pierna, m¨¢s unos naturales a juego. "Dec¨ªamos ayer...", enfatiz¨® Anto?ete entre toses y carraspeos de fumador, y ah¨ª mismo dio termino al discurso, pues se rompi¨® el encerado: tropez¨® el toro y se qued¨® cojito.Las estruendosas ovaciones hubieron de mezclarse con los improperios de quienes dudaban de los buenos prop¨®sitos del maestro. Algunos cre¨ªan que Anto?ete lisi¨® al Dioniso a mala idea, quiz¨¢ de hartero puntapi¨¦. Los maestros suelen ser v¨ªctimas de la incomprensi¨®n. Pero es el caso que ni esos ni apenas nadie sab¨ªamos que ayer, a eso de las siete y media, Anto?ete se estaba retirando del toreo.
Los discipulos tampoco deb¨ªan de saberlo pues no le brindaron toros, seg¨²n requer¨ªa la hist¨®rica ocasi¨®n, o acaso iban a lo suyo. Lo suyo fue en Pascual Mezquita consentir en el segundo toro, que se le ven¨ªa encima; ensayar el toreo puro en el quinto, con desigual fortuna, pues no acababa de coger el ritmo de la pastue?a embestida. Lo suyo fue en Emilio Oliva la velocidad, alargar el pase cuando el toro iba boyante, rectificar sin disimulos cuando lo contrario, exhibir su forma f¨ªsica, darse aires de triunfador. Los toreros modernos est¨¢n a la que salta, y el encerado les importa un r¨¢bano, pues no tienen nada que explicar, ni que decir. Al contrario que los maestros. Pero maestros ya no quedan para ense?arles el buen camino. El ultimo se fue ayer, en Bilbao. O eso dijo.
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