Otro Newman discreto
El ciclo Newman batir¨¢ todos los r¨¦cords que se quiera pero es deficiente y, por favor, ni punto de comparaci¨®n con el de Lubitsch, ni siquiera con el de Ozores, que aunque malas casi todas sus pel¨ªculas integrantes, por lo menos ofrecen un fondo que nos ata?e y al que nunca deber¨ªamos dejar de mirar. Por el cielo Newmkan, en cambio, han desfilado pl¨²mbeos obsequios como Traidor a su patria, La ciuda¨ªlfrente a m¨ª o Desde la terraza, mediocridades como Un d¨ªa volver¨¦, adaptaciones aureoladas por su fuerza aunque, tambi¨¦n, cada d¨ªa m¨¢s encallecidas, cual es el caso de El largo y c¨¢lido verano o la famosa y mil veces vista gata y, eso s¨ª, una obra maestra imperecedera, El buscavidas. No es mucho laurel, como puede verse, no ya para el ciclo sino para el propio Newman, actor excelente, emblem¨¢tico y de fama perenne pero cuya filmograf¨ªa, a tenor de lo que estamos -viendo y veremos -en realidad ya las hemos visto todas, absolutamente todas, y no vamos a descubrir ahora la sopa de ajo, desde luego-, no es lo suficientemente lustrosa.
Papeles comprometidos
Su mayor defecto'acaso sea un exceso de papeles comprometidos socialmente -arribistas, trepas, mujeriegos, criaturas constantemente fluctuando entre el triunfo y el fracaso; espejos cr¨ªticos, por tanto, de la Am¨¦rica toda- pero puestos en manos de directores o mediocres -Laven, Sherman o Robson- o puntualmente liberales pero no necesariamente brillantes -su eterno binomio con Ritt- Hoy le toca el turno a Robson y a otra endeble proyecci¨®n del Newinan encorbatado -por cierto, desencorbatado, ?por qu¨¦ no pusieron El zurdo?- esta vez debati¨¦ndose nada m¨¢s y nada menos que en un contexto protagonizado por el premio Nobel y h¨¢bilmente sazonado con especias hitchcockianas (hay, curiosamente, ,algo de Con la muerte en los talones en la pel¨ªcula, que no por casualidad es Ernest Lehinan el guionista de ambas, en este acaso adaptando una exitosa novela de Irving Wallace, y algo de Hitchcock futuro, Cortina rasgada, que tambi¨¦n protagonizar¨ªa Paul Newm¨¢n). Pero Robson, claro es, no es Hitch, y se queda en el discreto entretenimiento, un l¨ªo argumental de mil retru¨¦canos, los atractivos de Estocolmo -con, tambi¨¦n, transparencias muy hitchcockianas- y el reparto s¨®lido, del que destaca sobremanera el m¨ªtico Edward G. Robinson en el doble papel de un cient¨ªfico y su suplantador por las hordas sovi¨¦ticas de la fr¨ªa guerra fr¨ªa.Respecto a la moraleja pol¨ªtica y humanitaria que El premio destila al final, mejor obviarla. Como mejor ser¨¢ obviar tambi¨¦n la reflexi¨®n que Robson pretende entonar sobre el intelectual americano y su compromiso, ese Newman t¨®picamente adherido al whisky, desesperado y debati¨¦ndose entre sus virtudes literarias y de alcance minoritario y su pulposa -de pulp- basura policiaca, tan popular.
El premio se emite hoy, a las 22.20, por TVE1.
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