Queja marcial
Con la excusa del fallo del Tribunal Supremo sobre la solicitud de libertad condicional para el ex general Armada, ya tenemos al militar de turno (teniente general Allendesalazar, Cartas al Director, EL PA?S, 24 de agosto) exponiendo su queja marcial respecto al Gobierno y su tratamiento de los asuntos castrenses. De la condici¨®n personal del ex general, sobre la que se fundamentaba aquella petici¨®n, nada se dice m¨¢s all¨¢ del primer p¨¢rrafo: es el pretexto.Realmente es dificil ver la firma de un militar ocup¨¢ndose de otro asunto que no sean ellos mismos: defendi¨¦ndose, justific¨¢ndose, vindic¨¢ndose, doli¨¦ndose. Por supuesto, la mayor¨ªa de las veces vali¨¦ndose de la acusaci¨®n impl¨ªcita o expl¨ªcita a quien les ataca, les censura, les menosprecia o les da?a. Normalmente ese papel se lo asignan al Gobierno, a los pol¨ªticos -a los abogados, como llamaba despectivamente a todos ellos el general Narv¨¢ez-, cuando no a los civiles sin m¨¢s, a su incomprensi¨®n, intromisi¨®n o ingratitud. La familia militar es una familia unida. Y recelosa.
Esta vez la censura versa sobre los reglamentos de prisiones militares, para los que se pide equiparaci¨®n con los ordinarios. Es obvio, no se puede recriminar a la suprema judicatura: como casta se asemeja bastante a la militar (incluso el teniente general debe de saber que en ¨¦sta y en otras sentencias una cosa es el poder judicial y otra el ejecutivo en un Estado de derecho como el nuestro); valgan, pues, los pol¨ªticos, Ios actuales pol¨ªticos en el poder", claro. Nada s¨¦ de los reglamentos, pero mucho dudo de que la. falta de voluntad pol¨ªtica de? Ejecutivo para la equiparaci¨®n se deba, como se dice, a que de ser as¨ª el ex teniente general Milans del Bosch tendr¨ªa que ser liberado obligatoriamente. Tenue voluntad ser¨ªa. Antes bien, tengo la impresi¨®n de que hay algo m¨¢s de oportunismo que de otra cosa en los requerimientos igualadores del teniente general: la ret¨®rica de la singularidad y especificidad de la profesi¨®n, del ejercicio y de los valores militares, que tanto distancian y marcan, termina para sus representantes all¨¢ donde la reglamentaci¨®n civil es m¨¢s ventajosa; en ese punto simplemente son civiles con uniforme. El precio es la incoherencia. Por lo dem¨¢s, me temo que si mejor es hacer los reglamentos que las leyes, lo es mucho m¨¢s aplicarlos; y esto cree que seguir¨¢ en manos de los propios militares, a pesar de todo.-
En su carta al director del pasado 24 de agosto, el se?or Allendesalazar Urbina, teniente general del Ej¨¦rcito de Tierra, vierte unas opiniones sorprendentes fruto, sin duda, de un impulso incontrolado.
El general afirma que era obligada la adaptaci¨®n del reglamento de prisiones militares al de prisiones ordinarias y que el Gobierno no ha llevado a cabo tal adaptaci¨®n porque "ello hubiera tra¨ªdo la obligatoria libertad de don Jaime Milans del Bosch y Uss¨ªa". La jurisdicci¨®n militar
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est¨¢ contemplada en la Constituci¨®n, pero, aparte de no explicar las razones de esa obligatoriedad, la conclusi¨®n que se desprende de su afirmaci¨®n es que el Ejecutivo "se la tiene jurada" al golpista. Seamos serios. El problema del 23-F ya lo han resuelto los jueces en su d¨ªa, dictando una sentencia que simplemente est¨¢n cumpliendo los condenados. Cuando por ley puedan alcanzar la libertad, que se les conceda, y punto. No se trata de un problema pol¨ªtico, sino penal, y como tal tiene que ser tratado. No procede el indulto para unos funcionarios que han humillado a toda la sociedad con las propias armas que ¨¦sta les confi¨®, funcionarios que no provocaron una matanza por puro y simple milagro, cuando precisamente se les pagaba para defenderla.
M¨¢s adelante, el general entra a valorar el criterio del Gobierno en "esta materia pol¨ªtico-penal" desde una ¨®ptica de insultante aversi¨®n al rojo, aversi¨®n que seguramente se desvanece en sus momentos de calma.
En su quinto p¨¢rrafo creo que el general llega, incomprensible mente, al paroxismo de la ignorancia o de la demagogia. ?Es posible que no comprenda que el derecho de huelga de un militar es, por razones obvias, improcedente? Es de suponer que tal argumento lo utiliz¨®, con nula fortuna, para hacer bulto en sus incontroladas quejas contra la opresi¨®n del Ejecutivo.
"Me duele Espa?a". La frase de Ortega en boca del se?or Allendesalazar, dada su trayectoria profesional (que supongo que el ministro de Defensa tendr¨¢ en cuenta para disculpar su moment¨¢neo arrebato), puede incluso resultar hermosa. Pero en labios de algunos otros militares tuvo o puede tener tintes macabros. Al golpista de 1936 tambi¨¦n le dol¨ªa Espa?a, y quiz¨¢ por eso la dej¨® sembrada de cad¨¢veres. Sugiero un cambio de frase: "Me duelen los espa?oles". Tal vez de ese modo al invicto no le saldr¨ªan tantos ¨¦mulos- Jos¨¦ A. Bustabad. La Coru?a.
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